Hubo un tiempo en España en el que la bohemia era básicamente literatura y la literatura era la mejor forma de bohemia. Porque en aquellos tiempos un bohemio era básicamente aquel que no encajaba con la realidad, acabando por describir en lo literario ese particular universo de quien gusta por manifestar explícitamente el desencanto y la entrega a esa extraña combinación entre hedonismo y nihilismo.
Y ahí es donde Ramón María del Valle-Inclán aparece como figura emblemática con su obra dramatúrgica «Luces de Bohemia», todo un referente para la generación del 98 y para el periodo histórico vivido en el despertar al siglo XX.
Pero, pese a ser Luces de Bohemia, una acertada representación de esa vida bohemia que Valle-Inclán conoció, pese a trasladar a las tablas el imaginario e ideario de todos aquellos creadores movidos entre la confusión y la esperanza. Valle-Inclán fue tan profusamente creativo que consiguió librarse de la esclavización a una sola obra maestra. Puestos a escribir, este autor abarcó novela, poesía, ensayo, cuentos y hasta periodismo, consiguiendo abarcarlo todo y hacerse imprescindible en la sociedad cultural del momento.
Tertuliano de reconocido prestigio y duelista a florín con menor fortuna, fue capaz de combinar ambas actividades, perdiendo el brazo tras una disputa en una tertulia acalorada con Manuel Bueno Bengoechea.
En la literatura de Valle-Inclán se respira la misma decadencia de una España desmembrada en ultramar y amenazada con la ruina internamente. Lejos de albergar esperanza, su obra se va oscureciendo conforme este viejo profesor añade a su pesimismo las sensaciones propias de la vejez. Es entonces cuando nació Luces de Bohemia y su famosísimo esperpento en el que la realidad de sus tiempos vividos se deforma, una siniestra metáfora que en lo social y político se perpetuó hasta nuestros días, a mi entender.
Top 3 mejores libros de Valle-Inclán
Luces de Bohemia
Leer teatro también tiene su punto. Divisar las cambiantes escenas bajo el tramoyismo incomparable de la imaginación lectora, muy por encima siempre del mejor teatro de Broadway.
En el caso de esta obra el asunto adquiere además otro nivel superior. Bajo el prisma de Max Estrella nos introducimos en los días de las tertulias entre ideológicas y existencialistas, de las noches de extrañamiento de un Madrid decadente.
Entre los brillantes diálogos enfervorecidos y críticos descubrimos ese maravilloso soliloquio macbethiano que describe el esperpento, ese discurso que describe, desde el desencanto, la pérdida de valores y la sensación de derrota patriótica en tanto en cuanto afecta a la esfera social.
Una obra maestra colmada de símbolos como la propia ceguera de Max Estrella o los famosos espejos deformantes en los que todos acabamos mirándonos cuando toca sobrellevar la amargura de las circunstancias.
Tirano Banderas
En lo que a novela estrictamente se refiere, esta obra es la que más se valora del autor gallego. Gracias a sus viajes a América, Valle-Inclán acopió impresiones sociales que contrastar con lo que había en España.
Y así es como creó un nuevo país imaginario al que llamó Santa Fe de Tierra Firme y que le sirvió para transmutar la imagen de dictadores de aquí y de allá, con el mismo resultado último para el pueblo, allí donde se ubique este.
El general Santos Banderas, un auténtico demente a los mandos del país, dirige con mano dura los designios del país. Frente a él, tan solo una pléyade de idealistas son capaces de criticar el escenario social planteado.
En realidad, la historia se abre a las similitudes entre una y otra orilla del Atlántico, unida. Además de por el lenguaje, por las mismas tradiciones de un poder empeñado en la anulación del pueblo, donde solo se encuentran seres condenados a la inferioridad moral y a la incapacidad para regir sus destinos.
Romance de lobos
En la sonada trilogía «Comedias bárbaras», esta pieza se convierte en la creación cumbre del autor. El terrateniente gallego Juan Montenegro se asoma a sus últimos días con la persistencia de quien se enfrenta a la muerte con una vaga esperanza de salir victorioso. La inicial procesión de almas ya se adivina como ese singular séquito en el que todos acabamos desfilando.
El empecinamiento de Juan Montenegro, paradójicamente entregado a los brazos de la locura y la desesperación después de haberlo perdido todo, supone una imagen de valentía frente a lo fatal. Los presagios de la muerte se interpretan brillantemente en el apabullante escenario natural de Galicia.
Y, sin embargo, el personaje también tiene una parte de asunción de sus pecados ante el fin, como buen tipo contradictorio capaz de albergar todo lo que es la condición humana. La soberbia que lo acompañó desde su nacimiento se va amortiguando conforme aprende a discernir esos mensajes del viento, de la lluvia, de los rayos.
Como resumen se puede decir que el conjunto es un ensayo narrativo sobre la vida y la muerte y el descubrimiento de la cadena que une a una con la otra.
10 comentarios en «Los 3 mejores libros de Ramón María del Valle-Inclán»