- Top 10 mejores escritores españoles
- José Luis Sampedro. La magia de tocar el alma
- Arturo Pérez Reverte. Desbordante en fondo y forma
- Miguel Delibes. El cronista instrahistórico
- Javier Marías. La síntesis narrativa
- Dolores Redondo. El boom del noir español
- Carlos Ruiz Zafón. Misterio en vena
- Eduardo Mendoza. La pluma irreverente
- Almudena Grandes. Siempre sorprendente
- Pío Baroja. Personajes inmortales
- Camilo José Cela. Retratista de almas
Empezamos en este blog con una selección de los mejores escritores estadounidenses y cruzamos de nuevo el charo para centrarnos ahora en los mejores autores españoles. Como siempre apelo a la benevolencia del respetable para asumir que todo es subjetivo. Lo que para nosotros es una selección imprescindible de escritores españoles puede ser para otros lectores una simple relación de autores con mayor o menor calado en un panorama literario que se puede extender desde Cervantes hasta el último boom actual.
Todo es cuestión de aventurarse a una selección en la que siempre se quedarán buenos referentes fuera del top ten. Así que no quede por atrevimiento en base a gustos personalísimos. Todos nos hemos acercado a la literatura desde estructuras oficiales como materia docente a la par que asaltando bibliotecas de manera más improvisada. Y sinceramente mola más la segunda opción. Porque ya se sabe que un autor o un libro favoritos llegan de manera inesperada, improvisando o atendiendo a recomendaciones.
Es más fácil que nos fascine una obra porque nuestro amigo nos lo haya recomendado que porque se nos ensalzara el virtuosismo de turno en una remota clase de literatura del instituto, cuando quizás no fuera el momento para leer a Delibes o a José Luis Sampedro. Un cuadro puede arrebatarnos de manera inmediata con esa fascinación a lo Stendhal. La literatura requiere de una mayor profundización. Quizás no sea en las primeras páginas o tal vez no sea en el mejor momento… La cuestión es leer y releer para descubrir que la belleza de lo escrito puede alcanzarnos cuando ciertas sintonías coinciden. Vamos allá con un poco de todo
Top 10 mejores escritores españoles
José Luis Sampedro. La magia de tocar el alma
Fallecido en 2013 con un legado literario que va más allá de todo concepto narrativo entre ficción y no ficción. Una vez que este enorme escritor se fue, nadie podrá saber en qué momento alcanzó esa sabiduría trascendental de la que hacía gala en cualquier entrevista o conversación, y que quedó aún mejor plasmada en tantos y tantos libros.
Lo importante ahora es reconocer la evidencia, asumir una obra imperecedera por su compromiso con la existencia, con sacar lo mejor del alma humana para un mundo mejor. José Luis Sampedro fue algo más que un escritor, fue un faro moral que gracias a su legado podemos recuperar en cualquier ocasión.
Revisitar su obra es hacer introspección a través de sus personajes, buscar y encontrar lo mejor de tí, rendirte a la evidencia de que las palabras pueden ser sanadoras más allá de las altisonancias, las bravuconerías y el ruído al que está sometido el lenguaje hoy en día.
Destaca sobre todo su novela «La vieja sirena», una obra maestra que todo el mundo debería leer al menos una vez en su vida, como se suele decir para las cosas importantes. Cada personaje, empezando por la mujer que centraliza la novela y que pasa a ser denominada bajo varios nombres (quedémonos con Glauka) transmite la eterna sabiduría de aquel que hubiera podido vivir varias vidas. Una lectura juvenil, como fue en mi primera lectura, te aporta un prisma diferente, una especie de despertar a algo más que las sencillas (a la par que contradictorias y encendidas) pulsiones de ese periodo previo a la madurez.
La segunda lectura en una edad adulta te transmite una primorosa nostalgia, agradable, enternecedora, sobre lo que fuiste y lo que te queda por vivir. Parece extraño que pueda llegar a transmitir algo así una novela que pueda sonar como histórica ¿no es cierto? Sin duda el escenario de una esplendorosa Alejandría en el siglo III es sólo eso, un perfecto escenario donde descubres lo poco que distamos los humanos de hoy de los de entonces.
No creo que haya una obra mejor para empatizar con sus personajes de manera esencial, hasta lo más hondo del alma y del estómago. Es como si pudieras habitar en el cuerpo y mente de Glauka, o de Krito con su sabiduría inagotable, o de Ahram, con el equilibrio de su fuerza y su ternura. Por lo demás, más allá de los personajes, también se disfruta en extremo las pinceladas detallistas del amanecer sobre el mediterráneo, contemplado desde una alta torre, o la vida interior de la ciudad con sus olores y sus aromas.
Arturo Pérez Reverte. Desbordante en fondo y forma
Uno de los más notables valores de un escritor es, para mí, la versatilidad. Cuando un autor es capaz de acometer muy diferentes tipos de creaciones demuestra una capacidad de superación sobre sí mismo, una necesidad de búsqueda de nuevos horizontes y una entrega al genio creativo, sin más condicionantes.
Todos conocemos las manifestaciones públicas de Arturo Pérez Reverte vía XL Semanal o en redes sociales y casi nunca deja indiferente. Sin duda esa forma de no ceñirse a lo establecido ya deja patente su tendencia a escribir porque sí, como oficio libre, sin imperativo comercial (aunque al final vende libros como el que más).
Si nos remontamos a los comienzos, comprobamos que las primeras novelas de Arturo Pérez Reverte ya anticipaban los posteriores novelones que nos tenía guardados. Porque incluso en su prístina intención periodística desbordaba épica sin abandonar nunca su naturaleza cronística. Ya después llegaron sus ficciones históricas, sus novelones de misterio, nuevos ensayos o incluso fábulas. El genio desbocado no conoce límites de géneros ni de estilos.
Te presento un estuche con uno de sus últimos grandes éxitos:
Miguel Delibes. El cronista instrahistórico
Con la figura de Miguel Delibes me ocurre algo muy singular. Una especie de lectura fatal y una suerte de relectura muy oportuna. Me explico… Leí una de sus consideradas como más grande novela «Cinco horas con Mario» en el Instituto, bajo el marchamo de lectura obligatoria. Y ciertamente acabé hasta la coronilla de Mario y sus plañideras…
Entiendo que se me pueda tildar de frívolo por tachar esta novela de irrelevante, pero las cosas ocurren como ocurren y en esos momentos andaba yo con lecturas de muy distinta naturaleza. Pero… (en la vida siempre hay peros capaces de transformarlo todo) bastante tiempo después me atreví con El hereje y la suerte de mi gusto lector cambió la etiqueta marcada para este gran autor.
No es que una novela y otra disten una barbaridad, se trató más bien de mis circunstancias, de la libre elección de una lectura, del poso literario que uno ya va acumulando con el paso de los años…, o de eso precisamente, de los años vividos. No sé, mil cosas.
La cuestión es que en segundo lugar creo que me animé con Los Santos Inocentes y ya después con muchas otras obras de este mismo autor. Hasta finalmente considerar que allá por 1920, cuando naciera Delibes, puede que un tal Pérez Galdós (para mí mejorado en la figura de Delibes) fallecido en aquel mismo año, se pudo haber reencarnado en él para seguir haciéndonos llegar esa visión de la España literaria, la más cierta de todas.
Aquí va una de las obras de Delibes que más está ganando con el paso del tiempo:
Javier Marías. La síntesis narrativa
El dominio de la literatura como un acopio de lecturas desde las que forjar el oficio por excelencia. Leer a Javier Marías suponía un master en su estilo depurado pero a la vez capaz del mestizaje más sorprendente.
Más allá de que estés a favor o en contra, resultaba agradable toparse con un personaje público como era el ya desaparecido Javier Marías. Un escritor que no se cerraba en banda a la posverdad y su poder centrípeto en torno al pensamiento único, como paradójica noción de lo libertario. Sólo (sí, con tilde, que le den a la RAE en esto) esta clase de gente puede rebelarse desde su posición de faro intelectual para sintetizar algo provechoso de esta sociedad eufemística, tendenciosa, de oscura apariencia mojigata.
Algo así como Pérez Reverte, sí. Pero centrándonos en lo estrictamente literario, lo de Marías es una narrativa más sofisticada, de mayor relevancia formal, de gran alcance intelectual pero a la vez mecida en las necesarias aguas de una trama sobre la que todo forma armoniosas ondas en busca de orillas donde tomar tierra. Con la sensación, en el caso de Javier Marías, de haber dado un placentero viaje sobre fondos abisales o fondeando en busca de todo lo que se mueve debajo.
Dolores Redondo. El boom del noir español
Puede sonar a ultraje ubicar en este lugar a una autora de novela negra sin hacer reverencias primero a Vázquez Montalbán o a González Ledesma. Pero justo es reconocer que Dolores Redondo le da al género negro una perspectiva enriquecida por matices que ahora indicaré. Nada que ver con ese noir que se recreaba entre ambientes sórdidos que podían deslizarse entre la política o cualquer otro ámbito de poder con reminiscencias a épocas cercanas a los autores y que tanto gustaba a sus lectores. Los libros de Vázquez Montalbán son el retrato de una realidad soterrada que ponían los pelos de punta, y sus personajes encandilaban con la fuerza de su siniestra verosimilitud.
Dolores Redondo, como todo escritor de novelas negras, mantiene esa parte del protagonista atormentado por sus circunstancias personales. Ningún héroe del noir pasa por ser el tipo sin mancha, ni culpa, ni padecimiento. Y también, en las obras de Dolores Redondo, suele haber casos en los que perseguir a un criminal. Pero en las novelas de esta escritora las tramas, en cuanto a los casos, son mucho más enrevesadas, despertando esa curiosidad frenética en el lector.
Sin olvidar otros detalles que ya anticipaba antes. Las novelas de Dolores Redondo tienen muchas aristas desde las que hacer avanzar sus capitulados como una obra de ingenieria narrativa. Fuerzas telúricas y misterios paralelos, relaciones que se envenenan desde secretos confesados solo al lector o dejados en suspense, a necesidad de la trama. Es como una evolucion de las novelas negras ajustada a los tiempos que corren de más exigencia de los lectores.
Carlos Ruiz Zafón. Misterio en vena
En la línea de los grandes escritores de misterio a nivel mundial. Y encaramado en el mismo altar que grandes referentes de su género, el caso de Ruiz Zafón es memorable por su capacidad para trasladarnos a espacios en el umbral entre la realidad y la fantasía como si ciertamente la transición fuera algo accesible. Una sensación de grandes historias perdidas con este autor fascinante…
Allá por 2020 se nos fué uno de los más grandes escritores en fondo y forma. Un autor que convencía a críticos y que se ganó un paralelo reconocimiento popular traducido en superventas para todas sus novelas. Probablemente el escritor español más leído tras Cervantes, quizás con el permiso de Pérez Reverte.
Carlos Ruiz Zafón, como muchos otros, llevaba ya sus buenos años de trabajo denodado en este sacrificado oficio antes de la explosión total de La sombra del viento, su obra cumbre (a mi entender y al mismo parecer unánime de la crítica). Ruiz Zafón se había fogueado hasta entonces en la literatura juvenil, con el relativo éxito que le confería esa injusta etiqueta de literatura menor para un género destinado a fines bien loables. Nada menos que realizar proselitismo de nuevos lectores asiduos desde edades tempranas (la literatura adulta acaba nutriéndose de lectores que pasaron por lecturas juvenil casi de manera inexcusable para llegar hasta ahí).
Pero es que sondeando imaginativas propuestas para iniciar lectores, Zafón acabó cargándose de pesados argumentos y ampliando su imaginación hasta inalcanzables horizontes para otros escritores. Y así empezó a conquistar lectores de cualquier condición. Atropellándonos a todos entre juegos de luces y sombras de sus grandes novelas.
Eduardo Mendoza. La pluma irreverente
Un autor que ha sabido transicionar del siglo XX al XXI ganando siempre nuevos lectores. O quizás sea cosa de que su obra no conozca de épocas y se abra con su falsa etiqueta de ficciones históricas que albergan mucho más que una intención cronística. Porque Mendoza tiene dos grandes virtudes que se escapan a los etiquetados, la viveza de sus personajes y un acertado punto de humor que por momentos rompe tónicas y ambientaciones. Ingenio al servicio de una bibliografía muy suya que siempre es un acierto recomendar.
Hay quien se empeña en separar esa vertiente humorística de este autor. Quizás sea porque el humor no es un aspecto considerado a la hora de señalar obras relevantes, más asignadas por los puristas a temáticas serias y trascendentes. Pero precisamente Mendoza sabe ganarse esa trascendencia en el lector desde el humor, cuando toca. Y la simple sensación de ruptura que puede ofrecer cuando acaba por romper hacia esa vertiente, confiere al humor, por derecho propio, el espacio que oficialmente se le niega.
Almudena Grandes. Siempre sorprendente
Resulta poco acertado y hasta peligroso asociar orientaciones políticas con cualesquiera otras facetas humanas. Más aún en algo tan inabarcable como la literatura. De hecho resulta poco gratificante iniciar estos párrafos de Almudena Grandes como pidiendo perdón por abrir la boca. Que esta autora se significara más que políticamente socialmente, no debería afectar a su obra. Pero tristemente así son las cosas.
No obstante, liberados de encorsetamientos y ciñéndonos a su obra, nos encontramos ante una autora que ha transitado por variados escenarios narrativos. Desde el erotismo hasta la ficción histórica, pasando por esa suerte de novelas actuales que con el tiempo pasan por ser lás más certeras crónicas de una época.
Estamos ante una obra reconocida a pulso y extendida durante más de 40 años que se configura en esa condición de crónica, de visión complementaria y necesaria del transcurrir de nuestros días. Si los escritores pueden tener una función de dar fe de lo ocurrido como cronistas de su tiempo, Almudena Grandes lo consiguió con su mosaico de tramas imprevisibles. Intrahistorias de aquí y de allá con ese rabioso realismo de los personajes cercanos.
Para empatizar con tantos y tantos protagonistas nacidos del imaginario de Almudena Grandes tan solo hay que descubrirlos en sus detalles y silencios, en sus jugosos diálogos y en ese pesado infortunio de los perdedores necesitados de voces que los conviertan en héroes cotidianos, en supervivientes que aman, sienten y padecen en mayor medida que tantos otros personajes tan favorecidos por la opulencia como desentendidos de esa vida real donde ocurren las cosas ciertas que se lleva el alma.
Pío Baroja. Personajes inmortales
No sabría explicarlo. Pero entre tantas lecturas hay personajes que quedan grabados. Gestos y diálogos pero también pensamientos y perspectivas de la vida. Los personajes de Pío Baroja tienen un no sé qué de trascendencia, como de fascinación ante un lienzo que se queda grabado en la retina.
Cuando leí El árbol de la ciencia tuve la sensación de haber encontrado los motivos que llevan a alguien a querer ser médico. Pío Baroja lo fue, antes de reconducir su vida hacia las letras. Y en eso, en sus letras, hay una comunión perfecta con su alma centífica, esa que busca diseccionar lo físico, hasta allí donde solo la literatura puede encontrar lo que queda tras lo orgánico y lo tangible.
Y lo que encontré en El árbol de la ciencia se prolonga en muchas de sus novelas. La coincidencia vital de Baroja con las circunstancias trágicas en lo nacional, con la pérdida de los últimos rescoldos de esplendor imperial, acompasó muchas de sus novelas, al igual que ocurrió con muchos de sus compañeros de la Generación del 98. Cierto es que no he sido nunca mucho de respetar las etiquetas oficiales. Pero el fatalismo en la narrativa de casi todos los coetáneos de esta generación es algo patente.
Y de los perdedores, de la derrota como fundamento vital acaban siempre saliendo las más intensas historias personales. Cuando todo se empapa de esa idea de lo trágico como falta de fundamento de vivir, las temáticas habituales sobre el amor, el desamor, la culpa, la pérdida y las ausencias se tornan auténticamente asfixiantes, como algo propio del lector.
Lo mejor de todo es que este tipo de literatura también es en parte redentora, aliviadora, como un placebo para el lector sabedor del desencanto que supone el paso del tiempo. Resiliencia en el ejemplo narrado, realismo crudo para disfrutar en mayor medida de la felicidad de las pequeñas cosas hechas trascendentales…
Camilo José Cela. Retratista de almas
Dudaba en como cerrar mi selección de los 10 mejores escritores españoles. Porque muchos son los que se quedan a las puertas. Y como decía al inicio de esta entrada quizás la relación cambie dentro de unos años. Y sin duda no hubiera sido la misma algunos años atrás. Cuestión del momento en que estamos. Pero olvidar a Cela era un delito.
La impronta gallega es algo que Camilo José Cela mantuvo durante toda su vida. Un carácter singular que podía conducirlo desde la locuacidad hasta el mayor hermetismo, sorprendiendo en el interin con algún exabrupto adornado con selectos tacos de aroma a prosa castiza, esa prosa en ocasiones escatológica que en frecuentes ocasiones reflejaba en sus novelas. Controvertido en lo político y en ocasiones hasta en lo humano, Cela fue un personaje de polos, admirado y repudiado a partes iguales, al menos en España.
Pero en lo estrictamente literario, suele ocurrir que el genio acaba compensando, o al menos suavizando, cualquier atisbo de personalidad bronca. Y Camilo José Cela tenía ese genio, el don para recrear escenas inolvidables de personajes vívidos, contradictorios, enfrentados a lo mundano pero también a lo existencialista, destellos de vida dura de una España condenada al conflicto, superviviencia a cualquier precio y exposición de la inmundicia del ser humano.
Una vez aterrizados en el lodazal de vivir, Cela sabe recuperar para la causa valores como el amor o la entereza, superación y hasta ternura. E incluso, cuando entre el fatalismo de nacer entre las cunas de la pobreza piensas en la poca gracia de crecer como un desheredado más, el humor ácido o límpido de unos y otros acaba por hacerte ver que la vida brilla más cuando destaca en el contraste de la oscuridad.
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