Alucina con las 3 mejores películas de Sean Penn

El carisma puede hacer atractivo al menos pintao. Y Sean Penn podría ser el paradigma de tipo con carisma que apabulla en la piel de casi todos los personajes que interpreta. Quizás ese magnetismo resida en su capacidad para transmitir todo tipo de emociones con una carga de trascendencia desde la mera gesticulación facial.

Los personajes de Sean Penn miran como si solo ellos pudieran enamorarse perdidamente o como si solo ellos pudieran odiar hasta lo más profundo de las entrañas… Y así uno acaba relativizando el encanto más prototípico de Brad Pitt (ojo, no digo que Pitt no sea buen actor, pero lo tenía más fácil), para resultar uno de los actores más convincentes en eso de dramatizar como si no hubiera un mañana.

Si como director quieres hacer de un borracho un tipo interesante, contrata a Sean Penn. Si te interesa un asesino con el que poder acabar empatizando, recurre a Sean Penn. Si pretendes que el mensaje final sea una suma de impresiones sobre lo humano como un deambular teatral por cualquier escena, piensa en Sean Penn declamando con una entonación y un rictus que cargan con el peso del mundo.

Top 3 películas recomendadas de Sean Penn

Mystic River

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Siempre he pensado que dirigiendo esta película brutal, Clint Eastwood no supo encontrar el mejor final cuando pasó ante sus propias narices. El instante en el que Jimmy Markum (Sean Penn) se levanta de la acera, de buena madrugada y con los últimos efluvios del alcohol remitiendo ante la resaca, da unos pasos y señala hacia la calle por donde partió el viejo amigo de la infancia hacia la perdición… ¡Ese era el puñetero final más elegante para la película y seguramente uno de los finales más redondos nunca vistos!

Un poco más atrás de él vemos a Sean Devine (Kevin Bacon) y juntos podían haber quedado durante un silencio que bien podría haberse prolongado durante minutos. Porque en esa extraña ausencia del tercer amigo, Dave, desde el mismo día en que se lo llevaron los lobos en ese coche hasta todos los años que arrastró después, está todo lo que empasta la existencia de los tres niños de antaño. Un inevitable círculo para que la fatalidad se repita en su cíclico devenir.

Para que todo este mensaje nos llegue sin explicitarlo, así en ningún momento tiene mucho que ver el papelón de Sean Penn. Los tres lo hacen genial, sobre todo Robbins como hombre traumatizado desde su infancia. Pero es que Sean Penn en esta película se lo come todo. Él es el hombre de pasado turbio, el padre que mataría a mordiscos a quien se acercara con malas intenciones a su familia, el tipo de barrio al que todos temen, al final el hombre vencido por las circunstancias que entiende que lleva toda la vida andando ese círculo de perdición y remordimientos.

Nunca fuimos ángeles

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Seguramente no sea esta la película más sonada de Sean Penn. Y, sin embargo, fue esa peli que me atrapó para la causa de los adoradores de Sean Penn cuando la descubrí hace ya sus buenos años. Precisamente uno de sus mayores reclamos es para mí la transformación de Sean Penn en un personaje contrario al que parte de salida. Porque de presidiario a cura va un trecho (quizás no tanto cuando la cosa ocurre en sentido contrario). Y Sean Penn nos hace partícipes de la transformación, del crecimiento de un personaje retraído y con un punto oscuro en un alma cristalina plenamente convencida del bien.

Esta peli era una especie de remake con un toque más complejo, de la homónima de los años 50 en los que Bogart buscaba nuevos registros en el humor. Y sí, en la secuela también hay humor. Pero la escenografía cambia de la calurosa isla del diablo al Canadá más gélido y a la par la trama toma nuevos derroteros más amplios. Una tragicomedia un punto naif pero que para mí tiene muchísimo encanto. Sobre todo cuando Jim (Penn) suelta ese speech improvisado para unos parroquianos que lo dan por cura…

21 gramos

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Una película lenta en el buen sentido. Porque hablar de la muerte, de lo que dejamos y lo que nos llevamos requiere de su ritmo pausado. Hay que entender que nuestro último suspiro de 21 gramos es el alma que se nos escapa para elevarse mecida por alguna cálida corriente amable. Con destino al cielo o al infierno, según la vida llevada a cuenta de la posteridad.

Y aún siendo necesariamente pausada, la peli nos sobrecoge como si su ritmo acelerara hasta lo insoportable. Porque pasamos de lo físico a la espiritualidad imposible, al arraigo a esta vida y sus latidos que nos quedan de cuenta atrás. Y entonces todo se va precipitando como una extraña caída en la que podemos meditar sobre el final desde la perspectiva de tres personajes arrebatadores, pero sobre todo de un Penn que de nuevo lo hace todo maravillosamente vívido.

Una historia de esperanza y humanidad, de miseria y supervivencia, que explora las fuertes sensaciones emocionales y físicas de tres personajes: Paul (Sean Penn), Gato (Benicio Del Toro), y Cristina (Naomi Watts) unidos por un accidente inesperado que hace que sus vidas y destinos se crucen, en una historia que los lleva al amor y la venganza. 21 gramos hace referencia al peso que perdemos cuando morimos, el peso llevado por los que sobrevivan.

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