Las 10 mejores novelas llevadas al cine

Antaño, cuando se estrenaba alguna película en base al gran éxito de la novela de la que partía, los listillos salían de los cines clamando a viva voz por la pérdida de encanto de la peli frente al libro. Eso después, porque durante la exhibición no cesaban con sus avisos sobre lo que iba a ocurrir. Lo que ahora se llama spoiler siempre fue un tocapelotas en toda regla.

Lo que pasa es que actualmente entre plataformas en streaming, series más al uso y pelis no es fácil dar a basto con tanta adaptación novelística al mundo de las pantallas. Y el asunto hasta pierde encanto por sobreexposición. Al menos los listillos que se han leído los libros previamente se quedan sin apenas opciones, salvo dar la turra a sus sufridos cuñados cuando se disponen a ver una peli en el canal de turno…

Quizás por eso mi opinión al respecto de los mejores libros hechos películas esté un poco afectado por esa época gloriosa de comunión entre papel y celuloide extendida hasta el cambio de milenio incluso. Además, tratándose de un blog personal tampoco se podría esperar otra cosa más allá de explicitar una opinión. Así que allá vamos, dicho de otra forma:

Las 10 mejores películas basadas en novelas

El perfume

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Me tocó leer esta obra maestra de Patrick Süskind durante los primeros cursos del instituto. Y fue una de esas novelas que me acercó a la literatura con otros ojos. Porque se puede disfrutar de una literatura más honda, del realismo más oportuno en la madurez, de lo existencialista, de la sobriedad de ciertos autores y de los planteamientos más trascendentes en fondo y bellos en forma. Pero de chaval sobre todo apetece leer con tintes de fantasía.

El visionado muy posterior de la película fue ese descubrimiento al mismísimo nivel que la lectura juvenil. Un resultado fascinante en el que ese ideal del aroma como esencia parece manar de la pantalla, con su aroma extasiante o su hediondez capaz de la náusea.

Redescubrir el mundo bajo el olfato de Jean-Baptiste Grenouille se antoja fundamental para entender el equilibrio entre el bien y el mal de nuestros instintos. Buscando esencias con su olftato privilegiado, el desdichado y repudiado Grenouille se siente capaz de sintetizar con su alquimia el fascinante aroma del mismísimo Dios. Sueña con que un día, los que hoy lo ignoran acaben postrados ante él.

El precio a pagar por encontrar la esencia irresistible del Creador, que reside en cada mujer hermosa, en sus vientres donde germina la vida, puede ser más o menos caro, dependiendo del efecto final del aroma conseguido…

El perfume Suskind

Sleepers

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Me flipó esta peli porque parecía que cualquier pudimos haber estado expuesto a ese trágico punto de inflexión que lo cambia todo en la vida. Porque uno es niño y no sopesa las consecuencias. Uno vive la infancia como si no hubiera más allá con esa mágica forma de explotar el presente. El autor de la novela, Lorenzo Carcaterra, ni remotamente podría imaginar el empujón que supuso la peli para su oficio de escritor al redescubrirse su segunda novela.

Cierto es que algunos de los protagonistas en la peli tienen ese don especial, esa capacidad para inmortalizar en nuestra retina un simple gesto. Desde Brad Pitt hasta Kevin Bacon o De Niro cuando aún era De Niro. Y si bien la lectura es más trama que personajes, es más interpretación que hechos, la cinta complementa el libro con una mayor introspección en los personajes, en los contrastes, en ese fatídico punto sin retorno que es en ocasiones la casualidad hecha fatalidad.

Un desencandenante lleva a otro. Los más oscuros y angostos pasillos de la perdición son un laberinto en el que fácilmente se pierde el alma. En el mejor de los casos se queda mutilada de por vida, en el peor la acabas vendiendo para soportar el dolor…

Cadena perpetua

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Argumentalmente la película es de 10, superando incluso la novela corta de donde parte todo. El volumen de las cuatro estaciones, un conjunto que Stephen King se sacó de la bragueta como una obra complementaria a su devenir narrativo, contiene para cada estación una introspección en los miedos desde diferentes focos. No se trata de narrativa de terror sino de un acercamiento al miedo como motor, pese a todo. La novela original se llamaba «Primavera, esperanza eterna» o «Rita Hayworth y la redención de Shawshank«

Sensaciones de frustracción por la pena imputada sin culpa, la esperanza por una venganza ulterior, la trama que avanza con más y más motivos para anhelar ese final explosivo que finalmente nos acaba estallando en un plano de gozo literario indescriptible…

Y además luego resulta que se hace la peli Cadena Perpetua, y sucede que como excepción a la regla esa película consigue ponerse a la altura de la novela o incluso la supera…

Una historia contada por un personaje fascinante como Red. Desde el futuro de los acontecimientos relatados que abordan el encierro de Andy Dufresne por el asesinato de su mujer, vamos conociendo a este personaje inolvidable cuyo paso por la prisión se antoja el emblema de la injusticia, de la pasión por la libertad, de la necesidad de venganza, de esa redención que anuncia el título y que lo aborda todo.

Una pequeña gran obra maestra que se difumina, como digo, en esa producción literaria desbordante de ingenio, en ocasiones desde lo fantástico, en otras desde el terror, también incluso desde lo existencial sin más, pero siempre con el misterio, un misterio que analiza los intersticios del alma humana expuesta a todos sus límites y sus propias aristas…

Cadena perpetua

Blade runner

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El bueno de Philip K. Dick pudo haber llegado a ser el Nostradamus del siglo cuando, llegados al 2021, nos encontramos con un mundo tan oscuro como el que describio en su relato «¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?» para ese mismo 2021.

Aunque la película despega desde este relato, la cosa toma derroteros dispares en una y otra trama. Y es que guionizar a Dick debe ser bastante difícil. Su literatura metafísica dentro de la ficción más absoluta desubica a cualquiera. Hablando de «ubicar» no hay más que adentrarse en su novela «Ubik» para descubrir cuan fantástico y a la vez estridente es este genio del cifi.

En el año 2021 la guerra mundial ha exterminado a millones de personas. Los supervivientes codician cualquier criatura viva, y aquellos que no pueden permitirse pagar por ellas se ven obligados a adquirir réplicas increíblemente realistas. Las empresas fabrican incluso seres humanos. Rick Deckard es un cazarrecompensas cuyo trabajo es encontrar androides rebeldes y retirarlos, pero la tarea no será tan sencilla cuando tenga que enfrentarse a los nuevos modelos Nexus-6, prácticamente indistinguibles de los seres humanos.

Sueñan los androides con ovejas eléctricas

Mystic River

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Dennis Lehane es un escritor desconcertante, empeñado en adentrarse en la personalidad de sus personajes para desnudarlos de dentra afuera, para ofrecerlos como ecce homos de nuestra época. Culpas, frustraciones, sueños, contradiciones, deseos y un terco aroma de la inmortalidad solo alcancable, por desgracia para sus personajes, en los peores recuerdos.

En la peli Sean Penn o Tim Robbins transmiten perfectamente esa sobrecarga de sensaciones tan humanas llevadas al máximo exponente. Hay viajes que nunca tienen billete de vuelta. El empeño por remar aguas arriba del curso de la vida precipita un castigo insospechado de los asuntos pendientes cernidos como nuevas sombras.

Aquel día de 1975, cuando un coche se detiene junto a ellos, Dave Boyle, Sean Devine y Jimmy Marcus son demasiado pequeños para imaginar que su destino va a cambiar de forma irremediable. Dos hombres que pretenden ser policías hacen subir a Dave al vehículo con el pretexto de llevarlo a su casa. El crío aparecerá cuatro días después, pero nunca llegará a saberse qué ha pasado durante ese tiempo.

Veinticinco años más tarde, Sean trabaja como detective de homicidios, Jimmy es un expresidiario que regenta un pequeño comercio y Dave está intentando salvar su matrimonio mientras mantiene a raya a sus demonios, que lo impulsan a hacer cosas horribles. Cuando la hija de Jimmy, Katie, es terriblemente asesinada, los ecos del secuestro de Dave vuelven a sus vidas.

La milla verde

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Ya van dos novelas de Stephen King. Y es que ciertamente hay tanto donde elegir con el genio de Maine… Una de esas historias que deshacen el estereotipo de autor de horrores colgado cual sambenito pese a todo para King. Tom Hanks en la peli gana por goleada al protagonista de la historia en la novela. Aunque cierto es que en la cinta se dió un toque más fantástico con toque de parábola sobre bien y mal que quizás en la novela no aparezca tanto.

Se aparca en el film esa vertiente más siniestra del corredor de la muerte para dar vida a las esencias, las apariencias y las paradojas que tantas veces exhiben al ser humano como la condena y la culpa de manera desenfoca, confusa, manejada por el mal que habita en otros congéneres…

Octubre de 1932, penitenciaría de Cold Mountain. Los condenados a muerte aguardan el momento de ser conducidos a la silla eléctrica. Los crímenes abominables que han cometido les convierten en carnaza de un sistema legal que se alimenta de un círculo de locura, muerte y venganza.

El club de la lucha

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El pobre tipo gris de oficina, aplastado por una dirección que solo busca de él una productividad a prueba de bombas. La sensación de despersonalización y hartazgo, la alienación laboral. Todo ello en un maravilloso cóctel capaz de perfilar una historia en la que el desencanto y la frustracción desatan una parcela bipolar del bueno de Edward Norton mutando en ese Brad Pitt capaz de materializar todos sus deseos de sangre y violencia.

Chuck Palahniuk sigue deleitándonos con novelas irreverentes, con lados salvajes de un mundo que nos domestica, mitad necesidad social mitad inercia que le viene perfectamente a la máquina de masticar almas…

Una insólita terapia para agentes de bolsa, financieros y cualesquiera otras bestias humanas que malgastaban su vida entre escritorios, ficheros, despidos laborales, separaciones emocionales o pérdidas insuperables.

Los encuentros del club de la lucha no se dedican a la puesta en común de ideas…, tal como indica su nombre, allí se acude para partirse la cara con otros tipos como tú, almas frustradas que hacen acopio de odio por sus vidas grises y se enfrentan a la pugna por la supervivencia a puño cerrado y cara de perro.

Pero el club de la lucha realmente nació de manera más azarosa, en una simple pelea entre el protagonista y el extravagante Tyler Durden, justo en el momento en el que la desesperación del prota lo ha conducido por terapias, noches de insomnio, relaciones tormentosas y toda una suma de circunstancias que lo disponen al borde de la locura.

Y así se va extendiendo una terapia para afrontar la autodestrucción desde la autodestrucción misma. Cada terapia habla de afrontar el problema que te anula y de ello hacen la máxima en el club, estableciendo sus míticas ocho reglas que les da motivos para seguir viviendo en torno al odio, el miedo o lo que sea que se haya convertido en el motor de la ominosa vida de cada cual…

El nombre de la rosa

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Umberto Eco era mucho Umberto Eco. Y aunque en obras posteriores como «El péndulo de Foucault» acabara «esbarrando» (dicho en fabla aragonesa), hay que entender que se trataba al fin y al cabo de un filósofo. No podía construirse de otra forma menos sofisticada y a la vez tan fascinante su novelón «El nombre de la rosa» que en el cine acabó llegando con la misma intensidad. Seguramente porque el director de turno no se anduvo con remilgos y trazó una escenografía oscura y sucia como el mundo aquel…

Luego llegaba la parte de máxima tensión, de sugestión, de deducción. Se trata de una novela que tiene el justo punto de sofisticación, aquel que hace al lector sentirse inteligente en la comprensión y desentrañamiento del caso, un caso peliagudo que afecta a una comunidad de clérigos en la que poco a poco van sucumbiendo muchos de ellos a una grave afección…

Seguro que recuerdas mucho del libro o de la película: la biblioteca, el ocultismo, la falsa moral, el castigo, la culpa, la muerte, y unas lenguas azuladas como única marca común en todos los muertos que se van sucediendo…

El nombre de la rosa

El silencio de los corderos

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La idea de suspense cobraba en esta novela una dimensión entre lo psíquico, el terror y lo paranormal. Y es que el amigo Lecter era capaz de hacernos creer en casi cualquier cosa. La película estuvo bastante bien, pero siendo un poco aquel viejo tocapelotas que iba al cine a desencatar a la gente, el libro trasmite mucho más.

Y es que en la literatura, entendida como creación de un autor y recreación de un lector, lo de que la imagen vale más que mil palabras se queda con los pies de barro. Porque la cosa va más de imaginación que de visualización directa. Más aún en una novela de gran profundidad psicológica como era esta. Nombrar a Clarice Starling es evocar al papelón de Jodie Foster reconvertida a psiquiatra del FBI.

Y sin embargo, la relación entre su colega, en versión criminal, y la propia Clarice se hace mucho más fértil en la novela. Es en esta historia donde mejor se desarrolla ese combate desigual entre la mente del asesino y la de la doctora enfrentada al mal en toda su hondura, desde la concepción generalizada de la psicopatía hasta la introspección en los miedos atávicos de nuestra especie con los que Hannibal parece jugar.

El caso avanza en la novela con la misma e intensa inercia que la extraña relación entre lo destructivo y lo morboso, de doctora y particular paciente a sondear hasta lo más negro del pozo.

El silencio de los corderos

El señor de los anillos

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Me suele pasar bastante a menudo que las películas de fantasías remotas o épicas me invitan a un reconfortante sueño. Pero en el caso de la gran obra de Tolkien la emoción me pudo. Aquella grandísima serie cuyas lecturas compartía con un viejo amigo durante veladas que deberían haber sido de estudio, llegaba por fin a la gran pantalla. La fidelidad, el buen guión, el esmerado empeño por ajustarse al mundo creado por Tolkien hizo de la peli algo más que una dignísima traslación a la imagen.

No por demasiado manida ni por sobreexplotada comercialmente esta novela desmerece su esencia. El descubrimiento de este libro en mis años jovenes supuso un especial encuentro con amigos embarcados en la misma lectura. Lo más fascinante de leer a Tolkien puede ser ese nivel de compenetración que puede darse con otros lectores.

Pero vamos, que leer El señor de los anillos, aunque sea por libre, se convierte en uno de esos viajes que ningún juego electrónico ni virguería 3D puede igualar. Nos encontramos en la Tercera Edad de la Tierra Media. Los antecedentes de esta novela son El Hobbit e indirectamente El Silmarillion. Pero la lectura de la novela puede ser independiente.

Enseguida descubrimos el tétrico poder del Señor Oscuro de Mordor, con cuyo anillo espera proyectar el mal más alla de su reino. Los habitantes de la tierra media se confabulan para que el Señor Oscuro no consiga hacerse con todo el poder. Para ello deben destruir el anillo.

En un viaje fascinante, una aventura que apela a la voluntad por conseguir el bien, elfos, hobbits, humanos y enanos se dirigen a los dominios del reino oscuro para eliminar el anillo y su creciente influjo sobre toda la Tierra Media. Se trata del inagotable tema del bien y del mal, de David contra Goliat, del pueblo contra el poder tiránico. Una gigante alegoría que aporta brillantez literaria en la forma y en el fondo.

El señor de los anillos
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