La consideración de la literatura como obra de creación adquiere en Tolkien un carácter casi divino. J.R.R. Tolkien acabó siendo un Dios de la literatura en tanto que su imaginación acabó materializando uno de los más potentes imaginarios generales de la literatura mundial. Se trata de alcanzar el olimpo de la fantasía en un cosmos narrativo que aborda lo épico desde la construcción de un mundo que parte también de lo cotidiano. Personajes singulares y culturas nuevas pincelados precisamente para hacerlos creibles, tangibles y finalmente empáticos en su abismal lejanía de este mundo.
Como digo, un cosmos narrativo que da gusto contemplar en estuches y colecciones varias que tratan de acopiar la inabarcable imaginación de este autor (con mapas incluídos en algunas ocasiones):
En la actualidad pocos autores siguen dignamente el legado Creador de Tolkien. Escritores entrre los que destaca Patrick Rothfuss con sus mundos alternativos con evocaciones al gran referente y maestro del género.
Porque la gran virtud de Tolkien fue el compendio de su abrumadora imaginación y su sobresaliente dominio del lenguaje. Dominar el lenguaje para un escritor significa alcanzar el metalenguaje, ese espacio indeterminado en el que la conjugación de palabras alcanza sintonía total con imaginación y significado.
Solo un linguista de prestigio como Tolkien, empeñado en inventar nuevos mundos, pudo ser capaz de alcanzar ese lugar reservado para los genios capaces de transmitir y conmover a lectores de cualquier generación en un mundo alternativo para el que siempre hay cabida.
Este 2018 sale a la luz la novela La caída de Gondolin, una nueva novela recuperada para la causa por su hijo Christopher Tolkien y que se adentra en una especie de prehistoria de la Tierra Media. E
sta novela fue escrita por Tolkien en un periodo de convalecencia tras resultar herido en la célebre batalla del Somme, de cuyas circunstancias también puedes disfrutar de la novela Los dieciséis árboles del Somme, que si bien no es género fantástico, ofrece una perspectiva singular de lo ocurrido allí.
Una vez revisada esa esperada caída de Gondolín, anunciada como imprescindible precuela (o al menos notoria ubicación cronológica previa) de El señor de los anillos los resultados de mi consideración sobre las mejores novelas de Tolkien pueden variar, pero de momento me mantengo en la relación que enseguida referiré.
Top 3 novelas recomendadas de J.R.R. Tolkien
El señor de los anillos
No por demasiado manida ni por sobreexplotada comercialmente esta novela desmerece su esencia. El descubrimiento de este libro en mis años jovenes supuso un especial encuentro con amigos embarcados en la misma lectura. Lo más fascinante de leer a Tolkien puede ser ese nivel de compenetración que puede darse con otros lectores.
Pero vamos, que leer El señor de los anillos, aunque sea por libre, se convierte en uno de esos viajes que ningún juego electrónico ni virguería 3D puede igualar.Nos encontramos en la Tercera Edad de la Tierra Media. Los antecedentes de esta novela son El Hobbit e indirectamente El Silmarillion. Pero la lectura de la novela puede ser independiente.
Enseguida descubrimos el tétrico poder del Señor Oscuro de Mordor, con cuyo anillo espera proyectar el mal más alla de su reino. Los habitantes de la tierra media se confabulan para que el Señor Oscuro no consiga hacerse con todo el poder. Para ello deben destruir el anillo.
En un viaje fascinante, una aventura que apela a la voluntad por conseguir el bien, elfos, hobbits, humanos y enanos se dirigen a los dominios del reino oscuro para eliminar el anillo y su creciente influjo sobre toda la Tierra Media.
Se trata del inagotable tema del bien y del mal, de David contra Goliat, del pueblo contra el poder tiránico. Una gigante alegoría que aporta brillantez literaria en la forma y en el fondo.
Cuentos inconclusos de Númenor y la Tierra Media
Uno de los grandes aciertos de Tolkien en ese afán Creador de un nuevo mundo fue la creación de relatos más ligeros, capaces de ramificar su propio universo, de ubicar microcosmos complementarios que pueden descubrirse en diferentes periodos históricos de la Tierra Media.
Este libro se disfruta y saborea como un delicioso salpicado de aquí y de allá, desde los inicios de todo hasta el fin de la Guerra del Anillo. Disfrutamos así de una posibilidada única de dar protagonismo a personajes trascendentalísmos del conjunto y que sin embargo parecen no tener nunca voz propia en las grandes novelas.
Hablo de Gandalf, protagonista de uno de los relatos en el que él mismo nos relata algunas de sus decisiones más trascendentales…, o también descubrimos eventos paralelos que adquieren una especial significación una vez descubierta la narración de los hechos, la historia de Númenor, la leyenda de Amroth, la reunión de Boslón Cerrado.
Cada uno de los relatos son fácilmente relacionables y enlazables con el tronco principal del Universo Tolkien, tal como debiera llamarse a este mundo paralelo de la Tierra Media.
El silmarillión
Una vez que te adentras en el Universo Tolkien, siempre llega el momento en el que la curiosidad por el silmarillión te vence.Nos retrotraemos a la Primera Edad, un tiempo muchas veces referido en toda trama posterior de la Tierra Media.
Entre recuerdos de algunos de los habitantes de este tiempo, como Elrond y Galadriel, así como por las evocaciones mitológicas del resto de habitantes de la Tercera Edad, abrir este libro supone el acceso a la religión de la Tierra Media, si es que se le puede llamar así, una especie de particular Biblia donde unos y otros habitantes de la Tierra Media encuentran creencias, motivaciones y esperanzas.
Los Silmaris eran una joyas pulidas por los elfos en las que se concentraba el resplandor de los árboles de Valinor. Cuando los árboles cayeron por el malvado Señor Oscuro además acabó haciéndose con las joyas para completar una corona repleta de simbólicos trofeos con los que demostraba su gobierno total sobre la Tierra Media.
Sin ser una narración épica, la simbología de esta narración primigenia aborda el nacimiento del conflicto entre el bien y el mal, como digo, a la manera de un mundo sobre el que nace la religión…