Corrían los primeros años del siglo XX, Violet vivía cómodamente en su mansión junto a su amado esposo… Así podría empezar el cuento de un Perrault transportado a esos inicios de siglo XX en la Inglaterra del rey Eduardo VII. Solo que ya sabemos que Perrault era capaz de ahondar sobre el más cándido cuento de princesas como que podía sacar una vena pre-פּאָו para transformar cada escenario en un oscuro relato.
Quizás por eso Violet acaba oscureciendo su personalidad, acosada por una insana curiosidad sobre un libro de cuentos de hadas que su esposo se niega a prestarle para sus tardes de asueto y té frente a la ventana con vistas a la campiña.
Toda obsesión puede acabar derivando en un delirio. Y así le ocurre a la buena de Violet, que acaba dando con sus huesos en un sanatorio, a fin de buscar el restablecimiento de la razón a través de la reclusión y las terapías propias de una ciencia poco dada a la consideración de la demencia como un enfermedad en el sentido que pueda tener ahora.
Pero Violet consigue escapar de la espiral y regresa a casa (quizás el haber estado lejos de esta le procuró el equilibrio químico necesario). Sin embargo a su casa ha llegado una extraña que vuelve a despertar suspicacias y que acaba tomando una deriva incluso peor que la siniestra obsesión que la había asediado antes de su internamiento.
Aunque quizás Violet haya aprendido algo en su fase psicótica. Cuando menos la mantendrá en alerta y en mejor disposición para tratar de discernir lo cierto de los falsos reflejos de la locura.
Hasta el punto en el que realmente pueda llegar a concluir que en aquella casa nadie está más cuerda que ella, a la luz de los indicios convertidos en evidencias de que todo lo que ocurre en esa casa se debe a un macabro plan que puede finalmente acabar con su propia vida.
איר קענט איצט קויפן דעם ראָמאַן El coleccionista de libros, lo nuevo de Alice Thompson, aquí: