Nuestro mundo lleno de vida, pese a todo, by Netflix.

Aquel peliculón… 12 monos… con Bruce Willis visitando lo que quedó del mundo después de la hecatombe. La extrañante integración de lo salvaje y la civilización como mundos convivientes en universos paralelos.

En 12 monos aparecían los animales campando a sus anchas por las desoladas ciudades, convertidas en paraíso para otras especies diferentes al ser humano. Aquí no se llega a tal extremo, pero el acercamiento, la mezcla, desconcierta como si planos temporales se hubieran solapado para tomar conciencia de las inquietantes diferencias. Entre la Tierra que podría ser y lo que finalmente hemos hecho de ella.

Y pisando ya más tierra firme, regresando a realidades tangibles…, consideremos la zona de exclusión de Chernobyl. Donde también los animales recuperan espacios inhabitables con el mínimo de seguridad para nuestra civilización. Paradojas a uno y otro lado de la vida entendida de manera muy diferente desde el prisma de lo humano y para todo lo demás.

Entre la ficción y la realidad. Esa es la idea de esta serie para evidenciar el cuánto de los cambios actuales corresponden a lo antropocéntrico, y cuánto es simplemente desarrollo material de teorías evolutivas. Una evolución que simplemente podemos admirar conforme la adaptación nos empuja a todos, humanos y animales.

Una convivencia difícil actualmente. Un matrimonio de conveniencia donde acaba habiendo maltrato, explotación de recursos… Y aun así ese grito de esperanza hecho esplendor audiovisual.

La voz de Cate Blanchett sirve de guía en la versión original. Mejor dejarla así para disfrutar de gran parte de la magia de la serie. Porque no siempre es necesario entenderlo todo. Y aun sin saber inglés, se sobreentienden las ideas por la inflexión de la voz, por las pausas y las subidas de tono. La música como siempre estimula el acercamiento a los conceptos frisando lo espiritual. El anhelado reencuentro con la naturaleza como integrantes de ella, no como sus desconsiderados explotadores.

El conjunto del documental, en su parte estrictamente de grabación hecha serie, es virguería visual sin desperdicio. Imágenes robadas al mundo actual, a un planeta que puede estar languideciendo o simplemente tomándose su tiempo para renacer. La cuestión es apuntar a la conciencia, quizá ya no tanto para salvar la Tierra, sino más bien para considerar el privilegio que tuvimos ocupando este mágico espacio. Ya sea obra de Dios o de la entera casualidad.

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