Los 3 mejores libros de Jesús Carrasco

Siempre es más fácil emprender la tarea de seleccionar los libros de un autor cuando nos encontramos en plena e inesperada eclosión. Porque lo de Jesús Carrasco es esa irrupción del escritor agazapado durante años y descubierto finalmente como todo un narrador de quilates.

La pluma de Carrasco es fina, pausada pero profunda cuando procede, y a la vez briosa en su convincente retrato existencialista. Un retrato que rescata y exhibe la brevedad de la vida en sus escenarios todo exteriores, imperecederos y sometidos a una intensa luz cambiante.

Se trata de eso, de que Jesús Carrasco escribe como pintaría si es que supiera pintar (lo desconozco). Y el buen pintor acaba sabiendo transmitir mucho más de la primera apariencia. Porque para eso se pone uno a pintar o a escribir, para intentar alcanzarnos con juegos de colores, con guiños, con descripciones que se hacen metáforas en nuestra imaginación.

Colmamos la visión del cuadro en el caso de Carrasco, pues recordemos que es escritor, con la noción de que algo siempre queda por descubrir, como necesariamente debe hacer todo escritor convencido del misterio, del suspense, de la tensión o del leitmotiv repetido hasta su representación final o su giro.

Novedoso para lo que hay y a la vez tirado hacia la literatura más exquisita (de cuando antaño se escribía para lucimiento paralelo de forma y fondo), Jesús Carrasco es un manantial narrativo pero también un paisaje árido que nos hace sudar. Disfruten de su exuberancia y piérdanse a gusto por sus historias…

Top novelas recomendadas de Jesús Carrasco

Intemperie

Empatía esencial. Un niño que huye de algo atroz, de un miedo tan inabordable como para renunciar a un hogar y echarse al monte en busca de alguna oportunidad.Llegó a mis manos como regalo de una buena amiga. Los buenos amigos nunca fallan en una recomendación literaria, aunque no vaya muy en tu línea habitual…

Como digo un niño huye de algo, no sabemos bien de qué. Pese al miedo a emprender una fuga a ninguna parte, sabe que tiene que hacerlo, debe salir de su pueblo para liberarse de algo que intuimos lo está destruyendo. La valiente decisión se va transformando ante nuestros ojos en simple necesidad de supervivencia, como el instinto animal de la criatura desprotegida.

El mundo es un páramo cruel. El niño en sí tal vez sea una metáfora del alma, de cualquier alma que deambula perdida por un mundo hostil, reconvertido a esa hostilidad de manera insospechada desde la tierna e inocente niñez. En una lectura pretendidamente ambigua, siempre puedes interpretar más. Para ello Jesús Carrasco se ocupa de colmar el lenguaje de prosaicas, escatológicas imágenes que pasan, pocas líneas después, a enternecer o estremecer desde la crudeza o la inmundicia.

¿Por qué huye un niño de sus orígenes? ¿Cómo emprender ese viaje a ninguna parte? La fuga en sí se convierte en el leitmotiv que mueve la historia. Una trama que avanza despacio, con la lentitud propia de las malas horas, para que el lector vaya saboreando el miedo, la inocencia, la idea de una culpa inconcreta por no sentirse propio del lugar de donde uno proviene. Más que nada porque ese lugar duele. Y del dolor se huye, aunque te digan que cura.

Es previsible lo que va a ocurrir, lo que va a ser del niño, poco o nada bueno. Pero la belleza de un lenguaje abonado en terreno yermo, y la esperanza en que ese destino ineludible no termine de alcanzar al niño, te mueve a seguir leyendo. Se trata de eso, de sumar escenas que pasan lentas, que te presentan un conjunto de instantes tan sencillos como eternos, que te rebajan a un espacio hiperreal ante el cual sólo esperas un golpe de magia. Esa posibilidad recóndita de toda literatura para sobrevolar lo sórdido, aunque sea en un giro imposible que pudiera cubrir de dignidad y olvido tanta crueldad.

Ocurrirá o no ocurrirá. De la esperanza sólo queda la mano recia y dura de un viejo pastor que poco tiene que decir y poco sabe, más allá de su vasto universo que cubre la realidad desde sus pies hasta el horizonte del páramo. El pastor como única esperanza, un ser desentendido de todo lo ajeno a su rebaño, y seguramente capaz de abandonar a un niño como si de un cordero mal herido se tratara. ¿Qué de humanidad quedará al cerrar el libro?
Intemperie

La tierra que pisamos

En la crudeza de los paisajes, en los personajes replegados sobre si mismos, en las palabras siempre precisas para describir con raigambre o perfilar con ligereza. En todo lo que escribe carrasco se produce una extraña compensación, seguramente premeditada hacia lo fantasioso, hacia la fábula.No es que sea algo manifiesto ni palpable pero sí que lo descubrimos en el extrañamiento del que es capaz con su apabullante dominio del lenguaje, de la ambientación y hasta de los diálogos.

Reconocemos todo como cierto y reconocible y sin embargo se nos está conduciendo con sigilo hacia el truco del prestidigitador.

Nada podría ser nunca como se nos presenta, pero vamos a estar convencidos de ello porque lo extraño se naturaliza y el argumento acaba componiendo una bella historia donde todo tiene cabida, desde el brillo de la imaginación hasta el peso consciente de los grandes dilemas de la existencia, la vida en sí y la muerte.

A comienzos del siglo XX España ha sido anexionada al mayor imperio que Europa ha conocido. Tras la pacificación, las élites militares eligen un pequeño pueblo de Extremadura como gratificación para los mandos a cargo de la ocupación.

Eva Holman, esposa de uno de ellos, vive su idílico retiro en la paz de su conciencia hasta que recibe la visita inesperada de un hombre que empezará ocupando su propiedad y acabará por invadir su vida entera.

La tierra que pisamos habla del modo en que nos relacionamos con la tierra; con el lugar en el que nacemos pero también con el planeta que nos sostiene. Formas que van desde el atroz mercantilismo que ejerce el poder hasta la emoción de un hombre que cultiva a la sombra de una encina.

Y entre esos dos extremos, la lucha de una mujer por encontrar el auténtico sentido de su vida y del que su propia educación la ha desviado. 

Con la misma riqueza y precisión con que escribió Intemperie, Jesús Carrasco indaga en esta novela en la infinita capacidad de resiliencia del ser humano, el deslumbramiento de la empatía cuando el otro deja de ser un extraño a nuestros ojos y la naturaleza de un amor más grande que nosotros. Una lectura emocionante; un libro capaz de cambiarte.
La tierra que pisamos

Llévame a casa

El reclamo del herido en combate o del niño extraviado. La petición de volver al hogar es la desesperada voluntad de recuperar ese paraíso de la seguridad, de la vida amable, del amor y las caricias. En la habitual crudeza de la desnudez de vivir que tan magistralmente pincela Carrasco, encontramos en esta ocasión una llamada de socorro desde lo particularísimo hasta su melancólico eco en este planeta empeñado actualmente en deshacerse como nuestro hogar.

Juan ha conseguido independizarse lejos de su país cuando se ve obligado a regresar a su pequeño pueblo natal debido a la muerte de su padre. Su intención, tras el entierro, es retomar su vida en Edimburgo cuanto antes, pero su hermana le da una noticia que cambia sus planes para siempre. Así, sin proponérselo, se verá en el mismo lugar del que decidió escapar, al cuidado de una madre a la que apenas conoce y con la que siente que solo tiene una cosa en común: el viejo Renault 4 de la familia.

«De todas las responsabilidades que asume el ser humano, la de tener hijos es, probablemente, la mayor y más decisiva. Darle a alguien la vida y hacer que esta prospere es algo que involucra al ser humano en su totalidad. En cambio, rara vez se habla de la responsabilidad de ser hijos. Llévame a casa trata de esa responsabilidad y de las consecuencias de asumirla», Jesús Carrasco.

Esta es una novela familiar que refleja de forma brillante el conflicto de dos generaciones, la que luchó por salir adelante para transmitir un legado y la de sus hijos, que necesitan alejarse en busca de su propio lugar en el mundo. En esta emotiva historia de aprendizaje, Jesús Carrasco traza una vez más personajes formidables sometidos a decisiones fundamentales cuando la vida los pone contra las cuerdas.

Llévame a casa
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