Indudablemente, el género de aventuras encontró en el siglo XIX su momento de mayor apogeo. No es cuestión de comparar cifras de ventas porque nada tiene que ver el universo lector de ese momento al actual, pero lo cierto es que el reconocimiento mundial del propio Henry Rider Haggard y de otros como Robert Louis Stevenson, auténticos puntales del género, da buena muestra de lo que suponía esa literatura que se adentraba en lo desconocido, en los últimos resquicios de mundo esotérico que la ciencia y la tecnología todavía no alcanzaban a cubrir completamente.
Tanto Stevenson como Haggard bebieron de planteamientos narrativos originados en Jonathan Swift, solo que ajustados a la modernidad del momento y liberados de la habitual carga política soterrada que solía abordar Swift en la doble lectura de sus obras.
La cuestión es que el género de aventuras jamás vivió un momento más dulce. Viajes a lugares ignotos, fantásticos en busca de grandes misterios que incluso abordaban lo moral de la época y desafiaban un momento evolutivo en lo tecnológico con sus evidentes carencias.
El subgénero de los mundos perdidos, que todavía hoy colea de vez en cuando en un mundo cartografiado de cabo a rabo y rastreado por satélites y terminales de todo tipo, encontró en la excelencia de Stevenson y en la profusión y viveza de Haggard su mayor respaldo para lanzar a elucubrar al imaginario lector de aquellos días.
Top 3 libros recomendados de Henry Rider Haggard
Las minas del rey Salomón
Haggard tenía con África una especie de influjo similar al que sintió años después la escritora Isak Dinesen. Y allí, desde los espacios abiertos del África más ignota, Haggard también nos invitó a la fantática aventura de las minas del rey Salomón.
De la mano de Allan Quatermain nos adentramos en las zonas más selváticas del viejo continente para afrontar multitud de riesgos. Quatermain, como hombre moderno de aquel final de siglo XIX se enfrentaba como podía a los desafíos naturales, a la amenaza de los salvajes…, todo por hacerse con el mayor tesoro del mundo.
Una de las aventuras más replicadas en multitud de ediciones y en el cine. Una historia que hace las delicias de esos lectores con almas de viajeros hacia el peligro. Disponible en multitud de ediciones:
Ella
Suele ocurrir que el autor de una obra muy conocida, puede quedar sepultado por esta. Sin embargo, Haggard fue capaz de construir nuevas novelas con la misma solidez y encanto que su gran obra. Ella es uno de los casos más evidentes.
El giro temático es considerable en esta novela que vuelve a tomar los admirados escenarios africanos del autor. Pero el periplo de Leo y Horace en busca de algo más trascendente que un simple tesoro material mantiene al lector atrapado.
Ella, esa suerte de diosa capaz de gobernar el alma de los hombres pero a su vez sometida a la oscuridad de la selva africana. Lo que Leo y Horace descubran terminará por modificar la esencia de sus almas e incluso la existencia misma de la humanidad.
La hija de Moctezuma
Más allá del continente africano en el que Haggard encontró su particular filón para presentar sus novelas, la América precolombina también suponía todo un reto narrativo para un escritor como Haggard amante de la aventura frente a los mundos perdidos, remotos, desconocidos…
En esta novela conocemos a Tomas Wingfield, un inglés embarcado en nave española hacia el nuevo mundo en pleno inicio de la conquista. Perdido finalmente tras un naufragio, los nativos lo acaban admirando como a un dios.
En el desarrollo de la trama en la que Tomas busca sobre todo su venganza personal, el autor aprovecha para adentrarse en los grandes enigmas de esta civilización así como en la llegada de Hernán Cortés al mundo de los aztecas.