Allá por el siglo XVIII ya habÃa quien anticipaba el uso de la fábula como doble función narrativa. En principio una vertiente creativa hacia lo estrictamente fantástico, pero sin olvidar la posible crÃtica social que todo paralelismo puede favorecer. Y Jonathan Swift, en su condición de hombre religioso y con reconocidas simpatÃas polÃticas, fue ese autor satÃrico capaz de disfrazarlo todo de excelente literatura, que de eso se trata, de ser capaz de criticar ferozmente a la vez que se narra una historia sugerente en torno a personajes o aventuras que realmente cautivan a cualquier lector.
Nada más emblemático de esta doble intención que su gran obra Los viajes de Gulliver, una historia diferente que sorprendió y aún hoy tiene sus secuelas en el heterogéneo campo de las aventuras y lo fantástico, pero que también albergaba una soterrada voluntad de criticar la polÃtica de aquellos dÃas, a la vez que ahondaba en ideas incluso filosóficas.
Pero más allá de la gran obra sobre Gulliver y sus aventuras, acomodada a dÃa de hoy al género fantástico sin más interpretaciones, la narrativa siempre polemista de este autor nos ofrece muchas otras obras en las que ya sà se detecta esa literatura comprometida con lo crÃtico como necesaria fuente en la que la ficción se convierte en reflejo de la realidad.
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Los viajes de Gulliver
Hay algo de mágica transformación en esta novela, de sublimación literaria, de reinterpretación. No se puede entender de otra forma para que una novela con una intensa voluntad crÃtica, con sus marcadas connotaciones sociopolÃticas acabe conformándose como una lectura infantil en nuestros dÃas.
Supongo que todos nosotros en un momento u otro hemos leÃdo esta singular odisea ambientada en ese mundo de naves que surcaban los mares en busca de los últimos puntos ignotos del planeta, un mundo con atisbos de modernidad pero a su vez todavÃa engarzado con lo esotérico, con la supercherÃa, con creencias ancestrales que vinculaban los astronómico con lo fantástico.
El tÃtulo original que rezaba «El viaje a diversas naciones remotas del mundo» asocia más la obra con la idea de aprovechar la aventura para ofrecer la fábula con sus paradojas y sus moralejas.
Pero el viaje más trascendental que emprendió esta obra la acabó conduciendo hacia la ratificación de un explendoroso ejemplo más del género fantástico. Sus cuatro partes, desde la primera llegada a Liliput hasta la última aventura en Houyhnhnms nos ofrecen un ajuste del ser humano frente a muy dispares realidades de cada nuevo paÃs descubierto.
Y Gulliver, el médico con Ãnfulas de aventurero, pasa a sufrir aventuras y aprendizajes. A cada uno de los nuevos viajes que Gulliver emprende divisamos un rico ajuste descriptivo frente a mundos habitados por enanos, o por gigantes, o por caballos y disfrutamos del contraste con la realidad del propio mundo de Gulliver, nuestro mundo, gracias a las ricas exposiciones que Gulliver traslada en cada uno de los nuevos paises que visita.
Aventuras a raudales esperan a Gulliver a cada nueva singladura y en cada nueva toma de tierra, haciendo las delicias de pequeños y grandes.
Cuento de una barrica
El posible disfraz de narrativa infantil bajo el que se oculta a Jonathan Swift actualmente, queda totalmente desbaratado con obras como esta.
De carácter alegórico y con aspecto fabulesco, este libro es una aguda sátira en la que el autor da buena cuenta de corrientes religiosas (sobre todo del calvinismo) a la vez que vierte sus marcadas opiniones sobre el ámbito literario de su época.
Ciertamente procede leer esta obra con una consideración más amplia de las circunstancias del autor, pero una vez aproximados a ese entorno social y polÃtico, el disfrute de la obra está asegurado. Porque el conjunto de la obra ofrece destellos de libertad creativa capaz de arremeter con todo.
Una obra entregada a la imaginación, a la risa, a la burla y sumamente moderna para su época, con ese aire de modernidad que sobrevive a cualquier sociedad encasillada en la autocomplacencia.
Una modesta proposición
Bajo este tÃtulo que invita a una idea de mesura o de negociación equilibrada, finalmente navegamos en la frenética percepción de que todo es un sarcasmo, una ironÃa que nace en el tÃtulo y se despliega por todo el «supuesto» ensayo que conjuga una sinietra ficción con la no menos oscura realidad…
Me explico: Al final la obra trata de explicar la relación entre su Irlanda e Inglaterra profundizando en aspectos como el imposible disfraz de la miseria de un pueblo capaz de observar una norma que reza acerca del consumo de bebés si estos no pueden asegurar su manutención, como algo propio de los tiempos y de los pactos entre naciones.
Ciertamente hay mucho de escabroso, de humor negro. La lectura de esta intención ácida del autor puede resultar sorprendente para una misma pluma capaz de escribir los viajes de Gulliver. Pero claro, hay que volver a considerar que los viajes de Gulliver no pretendÃan ser una obra infantil. Sorpréndete con una «propuesta sociológica» de primera magnitud para liberar Irlanda de los grandes problemas de la miseria y la mendicidad.
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