Los 10 mejores escritores franceses

Lo cierto es que la narrativa francesa acapara a muchos de los más grandes narradores y narradoras mundiales. De ayer y de hoy. Pese a rondar el séptimo u octavo lugar entre las lenguas más habladas del mundo, el deje lírico de la lengua francesa siempre ha cautivado a multitud de lectores. Pero nada sería de esta literatura francesa sin sus enormes autores. Desde Víctor Hugo o Alejandro Dumas hasta Houellebecq, multitud de escritores franceses ofrecen obras ya universales.

Cierto es que en mis selecciones de los mejores escritores de cada país suelo tender a centrarme en los siglos XX y XXI, como máximo rescato a algún autor del siglo XIX. Se trata de seleccionar desde un punto de vista subjetivo con mayor proximidad lingüistica, por supuesto. Pero es que, si nos ponemos puristas, ¿qué estudioso se atrevería a señalar como Julio Verne como mejor que Proust y en base a qué…?

Así que, si desde la oficialidad o lo académico no se puede marcar qué es lo mejor, tenemos que ser los simples aficionados quienes nos lancemos a señalar con la mera referencia de los gustos personales. Y aquí dejo los míos. Una selección de lo que para mí es el top ten con los mejores escritores de Francia.

Top 10 de escritores franceses recomendados

Alejandro Dumas. La aventura trascendental

Para mí, lector generalmente de literatura más actual, cualquier autor pretérito parte con desventaja. Salvo en el caso de Alejandro Dumas. Su Conde de Montecristo es equiparable al Quijote solo que, además, su trasfondo más oscuro en torno a la venganza, los infortunios, el desamor, el destino y cualquier otro aspecto que apunte a la épica desde aspectos tan dispares como la aventura hecho periplo vital hasta aspectos de mayor profundidad humanística.

Pero es que, además de la citada hay otra obra esencial. Todo surgido del puño, letra y pluma de este escritor universal. Alejandro Dumas inventó al Conde de Montecristo y a los 3 mosqueteros. Las dos obras, y lo mucho que vino después sobre estos personajes, puso a Dumas en la cumbre de los creadores literarios. Por supuesto, como casi siempre suele ocurrir, la obra de Alejandro Dumas es mucho más extensa, con algo más de 60 libros publicados de diversa naturaleza. Novela, teatro o ensayo, nada escapaba a su pluma.

La Europa de mediados del siglo XIX se encontraba plenamente dividida en clases, ya directamente marcadas por lo económico más allá de títulos, abolengos y estratos dependientes por algún tipo de «esclavitud». La nueva esclavitud era la pujante transformación industrial, la máquina que iba creciendo. La evolución era imparable y las desigualdades notorias en las grandes ciudades importadoras de más y más habitantes. Dumas fue un autor comprometido, de narrativa popular, de tramas muy vivas y de intención divulgadora del bien y del mal, pero siempre con un punto de crítica inherente.

Un estuche con una de las ultimísimas ediciones de «El conde de Montecristo»:

Julio Verne. Mucho más que fantasía

Aventura y fantasía en sintonía con un mundo asomado a la modernidad como una transición extraña después de oscurantismos, viejos mitos y creencias que cada vez encajaban menos con el mundo venidero. Julio Verne es el mejor cronista del cambio de época desde un prisma fantástico que sirve de metáfora y de hipérbole.

Julio Verne se erigió como uno de los precursores del género de ciencia ficción. Más allá de sus poemas y sus incursiones en la dramaturgia, su figura se abrío camino y trascendió hasta el día de hoy en esa vertiente de narrador hacia los límites del mundo conocido y los propios límites del ser humano. Literatura como aventura y sed de conocimiento.

En el decimonónico entorno vital de este autor, el mundo se movía en una estimulante sensación de modernidad alcanzada gracias a la Revolución Industrial. Máquinas y más máquinas, inventos mecanizados capaces de reducir el trabajo y de desplazar rápidamente de un lugar a otro, pero a su vez el mundo todavía tenía su lado oscuro, no del todo conocido para la ciencia. En ese tierra de nadie se propiciaba un gran espacio para la creación literaria de Julio Verne. Espíritu viajero y alma inquieta, Julio Verne fue todo un referente sobre lo mucho que aún quedaba por conocer.

Todos hemos leído algo de Julio Verne, desde bien pequeños o ya entrados en años. Este autor siempre tiene un punto sugerente para cualquier edad y temáticas para todos los gustos.

Víctor Hugo. La épica del alma

Un autor como Víctor Hugo se convierte en un referente fundamental para divisar el mundo bajo ese prisma romántico propio de su época. Una perspectiva del mundo que transitaba entre lo esotérico y la modernidad, un tiempo en el que las máquinas generaban riqueza industrial y miseria en las ciudades aglomeradas. Un periodo en el que en esas mismas urbes cohabitaban el fastuo de la nueva burguesía y la oscuridad de una clase obrera que algunos círculos planeaban en un constante intento de revolución social.

Contrastes que Víctor Hugo supo plasmar en su obra literaria. Novelas comprometidas con los ideales, de intención transformadora en algún modo y de trama viva, muy viva. Historias que se leen todavía hoy con verdadera admiración por su estructura compleja y completa. Los Miserables fue esa novela cumbre, pero hay mucho más que descubrir en este autor.

Marcel Proust. La filosofía hecha argumento

El don muy marcado en ocasiones parece necesitar un equilibrio compensatorio. Marcel Proust tenía mucho de creador innato, pero en contraposición creció como un niño de salud delicada. O tal vez todo fuera causa de un mismo plan. Desde la debilidad se adquiere una sensibilidad especial, una impresión al filo de la vida, una oportunidad sin igual para enfocar el don creador hacia los dilemas de la existencia.

Porque desde la debilidad solo puede nacer la rebeldía, el ansia de comunicar el descontento y el pesimismo. Literatura, cuna de almas abocadas a la tragedia, sublimación de los perdedores e inequívoco reflejo de lo que verdaderamente somos. En plena transicion entre los siglos XIX y XX, Proust supo como nadie relatar la síntesis de vivir, entregándose a las pulsiones de su juventud para recogerse en si mismo alcanzada la madurez.

Los amantes de Proust obtienen en su gran obra cumbre «En busca del tiempo perdido» un placer literario exquisito, y algunos volúmenes facilitan el acercamiento a esa maravillosa biblioteca existencial en formatos de estuche:

Por otro lado, la mayor dificultad de escribir ficción en tono existencialista estriba en una posible deriva auténticamente filosófica. Para soslayar esta fuerza centrípeta que conduce al escritor hacia los pozos del pensamiento y que estanca personajes y escenarios, se necesita un punto de vitalismo, un aporte de fantasía o de acción dinamizadora (el pensamiento, la meditación también pueden ser acción, en la medida en que muevan al lector entre sensaciones, entre percepciones en una cronologia nunca estática). Solo en ese equilibrio pudo crear Proust su gran obra En busca del tiempo perdido, ese conjunto de novelas hilvanadas por dos hilos, la delicadeza o la fragilidad y la sensación de pérdida, de tragedia.

Fallecido finalmente a los 49 años, es probable que su misión en este mundo, si es que este mundo tiene una misión o destino, quedará francamente bien cerrada. Su obra es cumbre de la literatura.

Marguerite Yourcenar. La pluma más versátil

Se conocen pocos escritores que hayan hecho de un pseudónimo su nombre oficial, mucho más allá de la costumbre o el uso popular que sirve a la causa del marketing, o que suponga un disfraz del escritor para reconvertirse en otra persona distinta. En el caso de Marguerite Crayencour, el uso de su apellido anagramado derivó, una vez nacionalizada estadounidense en 1947, en la oficialidad del ya mundialmente reconocido Yourcenar.

Entre lo anecdótico y lo fundamental, este hecho apunta a la libre transición entre la persona y la escritora. Porque Marguerite Crayencour, devota de la literatura en todas sus manifestaciones; exploradora de las letras desde sus orígenes clásicos; y con su desbordante capacidad intelectual hacia la erudición narrativa en forma y fondo, siempre se movió con firme voluntad e irrenunciable compromiso literario como forma de vida y como cauce y testimonio fundamental de lo humano en la Historia.

De formación literaria autodidacta, propia de una mujer cuya juventud coincidió con la Gran Guerra, sus inquietudes intelectuales fueron promovidas desde la figura de su padre. Con sus orígenes aristocráticos, golpeados por el primer gran conflicto europeo, la figura del padre cultivador permitió esa potenciación de la joven dotada.

En sus primeros tiempos como escritora (a los veintipocos años ya había escrito su primera novela) compatibilizó esta tarea con la traducción a su francés natal de grandes autores anglosajones como la propia Virginia Woolf o Henry James.

Y lo cierto es que durante toda su vida siguió con esta doble tarea de desarrollo de la creación propia o del rescate al francés de las obras más valiosas entre los clásicos griegos o cualesquiera otras creaciones que la asaltaron en sus frecuentes viajes.

La obra propia de Marguerite se reconoce como un conjunto de obras sumamente elaboradas, repletas de sabiduría bajo una forma tan sofisticada como esclarecedora. Las novelas, los poemas o los relatos de esta autora francesa combinan brillante forma con trascendental fondo. El reconocimiento a toda su dedicación llegó con su irrupción como la primera mujer en entrar en la Academia Francesa, allá por 1980. Aquí un libro con algunos de sus ensayos:

Annie Ernaux. La bio ficción

Ninguna literatura tan comprometida como la que traslada una visión autobiográfica. Y no se trata solo de tirar de recuerdos y vivencias para componer una trama desde las circunstancias más extremas afrontadas en momentos históricos más oscuros. Para Annie Ernaux todo lo narrado cobra otra dimensión al hacer de la trama realismo en primera persona. Un realismo así más cercano que rebosa autenticidad. Sus figuras literarias adquieren mayor significado y la composición final es una auténtica transición para habitar otras almas.

Y el alma de Ernaux se ocupa de transcribir combinando pureza, clarividendia, pasión y crudeza, una suerte de inteligencia emocional al servicio de todo tipo de relatos, desde una visión en primera persona hasta un mimetismo de lo cotidiano que nos acaba salpicando a todos en cualquiera de las escenas que se nos presentan.

Con una capacidad inusual para la completa sintonía de lo humano, Ernaux nos cuenta su vida y nuestras vidas, proyecta escenarios como de representación teatral donde acabamos viéndonos en escena declamando los habituales soliloquios hechos pensamientos y derivas de la psique empeñada en dilucidar lo que acontece con el desatino de la improvisación que es la existencia que firmaría el mismísmo Kundera.

No encontramos en la bibliografía de esta autora Nobel de literatura 2022 una narrativa apremiada por la acción como sustento de la trama. Y sin embargo resulta mágico comprobar como la vida avanza con esa extraña cadencia lenta de los instantes para ser finalmente empujada, en extraña contraposición, a un transitar de los años que apenas se aprecia . Literatura hecha magia del paso del tiempo entre inquietudes humanas de lo más próximo. Aquí uno de sus libros más conocidos:

Pura pasión

Michel Houellebecq. El bukowski francés

Desde que aquel Michel Thomas, publicara su primera novela con una editorial pretigiosa pero de minorías elitistas tiró ya de su visión desestructurada, ácida y crítica para remover conciencias o vísceras. Con ese ánimo narrativo-belicoso, poco podía imaginar que se acabaría abriendo a lectores de todo espectro. La sofisticación en el fondo de una trama puede acabar resultando suculenta para cualquier lector si la forma, el envoltorio, el lenguaje más directo permite el acceso a ese ámbito más intelectual. Lo que es lo mismo, saber deslizar entre una acción viva, dosis de cicuta. A la postre Michel salpicó su obra con libros controvertidos y duramente criticados. Sin duda eso significa que su narrativa despierta y solivianta el alma más crítica de cualquier lector.

Y Michel Houellebecq consigue ese equilibrio en casi todo lo que se propone contar. Al estilo de un Paul Auster que desperdigara su imaginario entre novelas actuales, ciencia ficción o ensayo. Lo de comparar siempre despierta recelos. Y lo cierto es que la narrativa actual, moderna, exploradora nunca traza idénticos caminos entre sus creadores más vanguardistas. Pero en algo hay que apoyarse para establecer la valía de un autor. Si para mí Houellebecq destila por momentos esencias de Auster, pues así se queda…

Lo de su vertiente de ciencia ficción es un aspecto que me gusta mucho de este autor. Así como Margaret Atwood ofreció en su novela La Criada una rica distopía concienciadora, Michel hizo lo propio con su reciente «La posibilidad de una isla», una de esas historias que, con el tiempo, adquiere el valor que tiene, cuando los tiempos alcancen la vanguardia del pensamiento creador que culminó en esta novela. Por lo demás, hay bastante donde elegir en «Michel de apellido impronunciable», y aquí van mis ideas al respecto… Aquí uno de sus últimos libros:

Aniquilación

Albert Camus. Existencialismo como aventura

Como buen escritor existencialista, quizás el más representativo de esta tendencia o género, Albert Camus supo que necesitaba escribir desde bien temprano. Tiene sentido que uno de los autores que más ha intentado usar la ficción para alcanzar el alma en su  sentido último, emerga como escritor desde que la juventud empuja a ese conocimiento de la existencia. La existencia como ese páramo que se extiende una vez abandonada la infancia.

De ese contraste nacido con la edad adulta nace el extrañamiento de Camus, la sensación de que, una vez fuera del paraíso, se habita en la alienación, en la sospecha de que la realidad es un absurdo disfrazado de creencias, ideales y motivaciones.

Suena algo así como fatalista, y lo es. Para Camus existir es dudar de todo, hasta rozar el desquiciamiento. Sus tres novelas publicadas (hay que recordar que falleció a los 46 años) nos ofrecen lúcidos vistazos a nuestra realidad, por medio de personajes perdidos en sí mismo. Y sin embargo resulta maravilloso someterse a esa humanidad desnuda de artificio. Un auténtico placer literario e intelectual. Aquí una de las últimas ediciones de «El extranjero»:

El extranjero

Fred Vargas. El noir más elegante

Personalmente considero que cuando una escritora como Fred Vargas se mantiene con absoluta brillantez en un género policíaco por encima de tendencias más negras, debe ser porque todavía le gusta cultivar ese arte de novela puramente detectivesca, donde se plantea la muerte y el crimen como un enigma y se desarrolla una trama hacia el descubrimiento del asesino, en un desafío propuesto al lector.

Cuando este gancho es lo suficientemente bueno no hace falta recurrir a complementos más escabrosos ni a derivaciones amorales que salpiquen a todo estamento social. Con ello no estoy desmereciendo a la novela negra (todo lo contrario, pues es uno de mis géneros favoritos), pero sí que pongo el acento en la capacidad virtuosa para sorprender a lo Connan Doyle o Agatha Christie cuando parece que todo está escrito en ese ámbito.

Cierto es que un toque mitológico o incluso fantástico que envuelva la trama puede ofrecer un especial encanto a la vez que empuja al lector hacia escenarios donde la investigación coquetea con aspectos esotéricos, pero ahí está la habilidad de Fred Vargas para compatibilizarlo todo con un virtuosismo racional a lo Sherlock Holmes.

Así que todo mi reconocimiento hacia la escritora tras el pseudónimo de Fred Vargas y su empeño por escribir policíaco más puro con reminiscencias a misterios ancestrales incluídas en no pocos de sus libros. Aunque también es verdad que el apabullante magnetismo del género negro siempre acaba empapando algunas escenas…

Rescato un libro singular de Fred Vargas con su comisario Adamsberg como protagonista en dispares escenarios:

Fluye el Sena

Jean Paul Sartre. La brillantez desarraigada

El idealismo más comprometido con lo humano, y llevado hasta sus últimas consecuencias siempre se orienta hacia la izquiera, hacia lo social, hacia el proteccismo estatal respecto al ciudadano y frente a los desmanes de un mercado que, liberado de toda atadura, siempre acaba limitando el acceso a la riqueza (Si al mercado se le permitiera todo acabaría deborándose a sí mismo, eso está claro en la tendencia actual).

Ser idealista en este sentido y existencialista por convicción filosófica le llevó a Jean Paul Sartre (junto a quien fuera su mujer Simone de Beauvior), a una literatura casi fatalista como tarea concienciadora y a otro tipo de propuestas narrativas como el ensayo para que trataba de compensar ese desgaste propio del que lucha contra gigantes con energía, valentía y vitalidad. Existencialismo en lo estrictamente literario y compromiso y protesta en cualquier otro ámbito de escritura entre lo social y lo filosófico.

El ser y la nada es, probablemente su obra más brillante, de tinte filosófico pero con un relato social de la Europa devastada tras la Segunda Guerra Mundial. Un libro imprescindible del genio Sartre que nutrió a pensadores pero también a literatos. Una forma de transmitir el mundo (o lo que quedaba de él), que servía de estudio antropológico pero que también se convertía en fuente para el relato intimista de tantas y tantas intrahistorias de perdedores de la guerra (o sea, de todos)

La náusea, Sartre
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1 comentario en «Los 10 mejores escritores franceses»

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