Suele ocurrir que los más mitificados son los genios sin gloria, los creadores que no acaban por disfrutar de ese éxito popular que los eleva en vida a los altares del reconocimiento masivo de su arte o dedicación.
Roberto Arlt falleció poco después de los cuarenta habiéndose sumergido en vanguardias demasiado avanzadas para su tiempo. Hoy su gloria es un espacio común revisitado desde el reconocimiento de los más grandes autoproclamados herederos como Julio Cortazar o Roberto Bolaño.
Así podemos hoy todos valorar esa carrera literaria de un Arlt que hizo un brillante capricho de su narrativa. Por un lado experimentación formal, por el otro manifiesto de ese hondo existencialismo del narrador empeñado en dotar de carga filosófica de sus personajes para convertirlos en antihéroes de lo cotidiano enfrentados a la némesis constante, a la decisión trascendente, a la visión cínica de todo desde el hartazgo. Todo un Emil Cioran a la argentina.
Y sí, podemos tirar de recurso manido y terminar etiquetándolo como «autor de culto». La cuestión es que si así servimos a la causa de la diferenciación, del apunte a una literatura tan brillante como desconcertante, pues sí, hagamos «culto» de ello.
Top 3 novelas recomendadas de Roberto Arlt
El juguete rabioso
Como obra inicial y despegue literario de Arlt, también podemos deducir un punto iniciático en la filosofía del antihéroe nacido desde el castigo y la ignominia, desde el olvido y el desprecio. Porque todo empieza en la infancia y la juventud.
El mundo va componiendo su mosaico según cómo se de la vida en esas fases iniciales en las que, en el peor caso, podemos aprender que todo cuanto nos rodea es un combate donde nos va a tocar perder. El lirismo de la derrota corre por cuenta de un autor que demuestra esa sensibilidad de quien sueña con las explicaciones para casi todo desde lo intelectual y acaba descubriendo que el pandemonium de nuestra realidad se compone de contradicciones y trampantojos que enturbian la razón.
El protagonista de El Juguete Rabioso, una novela casi autobiográfica que refleja el caos de comienzos del siglo XX en Buenos Aires, es Silvio Astier, un adolescente expulsado del colegio, que vive como una humillación su pobreza, e intenta vanamente escapar de ella a toda costa, sumiéndose cada vez más en un oscuro pesimismo a medida que fracasa en sus intentos. En un ambiente saturado de personajes siniestros y ruines, así como situaciones absurdas y desesperadas, el joven es objeto del desprecio e intolerancia a su alrededor, sin lograr emerger de una sociedad agobiante. El juguete rabioso es una de las obras clave para entender la obra de Arlt.
Los siete locos
El existencialismo subyace en lo cotidiano y en lo trascendental, es el mismo sustrato sobre el que transcurren aguas freáticas de nuestro paso por el mundo. De la misma forma que Proust buscó su tiempo perdido y lo fue reflejando en su imperecedeera obra más extensa, Roberto Arlt hizo un ejercicio de introspección y posterior proyección hacia las circunstancias particulares que le tocó vivir al autor. Desarraigo y crítica social revestido todo con ese lirismo emotivo por momentos, y hasta tétrico en sus compases finales. Todo quedó cerrado en dos entregas, en la primera se desarrollan algunos de los problemas planteados por el existencialismo filosófico.
Las cuestiones morales, la soledad, la angustia ante el sin sentido de la vida y la desolación de la muerte son temas recurrentes en la arquitectura metafísica de sus protagonistas. En la segunda entrega llamada los lanzallamas, Arlt arrasa con todo como el napalm capaz de convertir en cenizas las existencias de los siete locos o de cualesquiera otros asomados a la pretenciosa idea de sobrevolar sus miserias.
El amor brujo
Cualquier emoción intensa que nos eleve sobre lo mundano es un conjuro que nos mantiene embrujados. Vivir la irrealidad no es nada lúcido y sin embargo es tan deseable como extraño por lo del desapego de la razón que conlleva.
Tras su apariencia de novelón decimonónico, El amor brujo cuenta la tragicomedia de un burgués, Estanislao Balder, que para superar su existencia anodina se lanza a una aventura amorosa tan dulzona como torpe. Sutil e imprevisible, hay que llegar hasta el final para calibrar el alcance de la crítica, cuya acidez desnuda al hombre fatuo, aparentemente satisfecho.
En esta última novela de Arlt, más que en ninguna otra, se manifiestan las debilidades y los rencores que apremiaron a este «François Villon de quilombo», como lo definió Cortázar, y destellan esas «imágenes inapelables y delatoras» que nos ponen frente a nosotros mismos y nuestras vergonzosas flaquezas.
