El cine y las nuevas oportunidades para escritores hasta ese momento no tan reconocidos. Comentado el caso de Anthony Burgess y su naranja mecánica, me ha venido a la memoria el de un Richard Russo que hasta que su vida (o más bien la de su personaje Donald Sullivan) se cruzó con Paul Newman no pasaba por ser un escritor en la medianía.
De ahí al Pulitzer gracias al tiempo que, como dijo la escritora Rosa Regás al recoger el Planeta, se gana con el espaldarazo económico que dan los reconocimientos en sí o el éxito paralelo.
O sea que calidad había de sobra en el profesor que hacía sus pinitos como escritor (supongo que lo que hará tanta y tanta gente que encuentra en la escritura un hobbie, una válvula de escape o simplemente un gusanillo creativo).
En lo estrictamente narrativo, Russo destaca como un escritor de personajes. Y precisamente sabiéndose un buen constructor de personalidades, Russo ubica a sus protagonistas en escenarios fuera de lugar, donde la personalidad aún brilla más por lo exótico o lo extraño, por el componente imprevisible siempre con esa verosimilitud del escritor dotado con esa virtud analítica del ser humano y su comportamiento.
Top 3 novelas recomendadas de Richard Russo
Ni un pelo de tonto
Sully tiene sesenta años y ni un pelo de tonto a pesar de que, como asegura uno de sus amigos, es el campeón de los gestos inútiles. Vive en North Bath, una pequeña ciudad de provincias que, como él, ha conocido tiempos mejores.
Hijo de un borracho brutal que destruyó a su madre y a su hermano, Sully también tiene sus más y sus menos con el alcohol, y ha encontrado la manera de no repetir la historia de su padre rehuyendo los compromisos, poniendo distancias con los que hubiera podido amar.
Se divorció al poco de casarse, tuvo un hijo al que no maltrató pero del que nunca se ocupó, y ha sobrevivido día a día mediante duros trabajos manuales a pesar de su inteligencia-, y rechazando toda posibilidad de enriquecerse. No ha sido una vida infeliz, con todo.
Sully es un hombre atractivo y vital a pesar de su escapismo, y siempre ha tenido amigos y una amante que no le exigía demasiado. Pero ahora ha llegado a la edad en que la vida pasa cuentas, y se encuentra sin trabajo y al borde de la bancarrota, con una rodilla inutilizada por un accidente y por la artritis, un ayudante que lo venera pero que es irremediablemente estúpido y una furgoneta estropeada.
Y su hijo, también sin trabajo y en plena catástrofe matrimonial, ha regresado a North Bath. Pero quizá ese reencuentro obligue a Sully a coger por fin las riendas de su vida, y le permita deshacer algunos nudos de su pasado.
Tonto de remate
Segundas partes nunca fueron buenas. Salvo que tengas la gracia suficiente de Richard Russo para pasarte por el forro normas tácitas sobre cualquier creación.
Y así llega esta segunda parte de reencuentro con Sully. Una nueva entrega tan acertada como la primera porque no se trata de la segunda parte de una gran trama de misterio ni de aventuras. La primera parte era cuestión de Sully y sus circunstancias y en esta segunda parte el reencuentro con él es tan sincero y apasionante como el anterior.
El irresistible Sully, en cuyas manos ha caído, en los años transcurridos desde entonces, una fortuna inesperada, se enfrenta a un diagnóstico del médico de la Asociación de veteranos, según el cual le queda entre uno y dos años de vida, y le cuesta mucho esconder la noticia a las personas más importantes de su vida: Ruth, la mujer casada con la que mantiene una relación desde hace años; Rub Squeers, el supegafe, tan preocupado de asegurar que Sully siga siendo su mejor amigo; el hijo y el nieto de Sully, de cuyas vidas se ausentó antaño (y ahora lo lamenta).
También disfrutamos de la compañía de Doug Raymer, el jefe de la policía local, obsesionado sobre todo con averiguar la identidad del hombre con el que estaba a punto de huir su mujer si no llega a padecer, justo antes, un extrañísimo accidente mortal.
Está el alcalde de Bath, Gus Moynihan, excatedrático, cuya esposa plantea problemas todavía más urgentes…, pero también está Carl Roebuck, que se ha pasado la vida haciendo las cosas mal para ascender, pero esta vez puede resultar que el método ya no funcione. Y por último nos queda Charice Bond, la luz al final del tunel en que se ve encerrado cuando entra en su oficina, y el hermano de ésta, Jerome, que tal vez sea el tren que se adentra en el túnel a toda velocidad y en dirección contraria.
En Tonto de remate abunda el humor, los sentimientos, la dureza de los tiempos, y unos personajes a los que resulta inevitable amar, acaso porque sus distintos defectos los hacen estruendosamente humanos. Es un Russo clásico: un logro que coronará a uno de los mayores contadores de historias de nuestro tiempo.
El verano mágico en Cape Cod
Los personajes de esta novela están de vuelta, de regreso a esa tierra de los padres y de la infancia, del pasado compuesto de recuerdos y jirones del alma, donde se aprende todo y donde se olvida a ser niño y por tanto a ser feliz…
Pero no es una novela dramática. De la misma forma que la vida no es una obra dramática cuando te lleva por sus escenas más emocionantes. Se trata de esa melancolía que tan pronto te hace reír como llorar, transportándote al lugar donde eres tan frágil como la infancia o la juventud que ya no volverás a habitar.
Hace treinta años, durante su luna de miel en Cape Cod, el lugar de sus vacaciones infantiles, Jack y Joy Griffin trazaron un plan de futuro que, en gran parte, se ha cumplido.
Ahora los dos están de vuelta en Cape Cod para celebrar el matrimonio de la mejor amiga de su hija Laura. Jack se dedica a dar vueltas en el coche con las cenizas de su padre en el maletero mientras su madre le llama con frecuencia al móvil.
Pero cuando un año más tarde se celebra la boda de su hija Laura, la urna de su madre viaja junto a la de su padre en el maletero (aunque tampoco así su voz le da descanso), y ni Joy ni él son ya los mismos. ¿Cómo han llegado a ese punto del camino?