3 mejores libros de Louis-Ferdinand Céline

En esa literatura que comprende lo excelso como ejercicio de sofisticación formal, erudición y a poder ser profundidad argumental hacia lo existencial, Marcel Proust sería uno de sus más firmes pilares. Sobre todo en un siglo XX precisamente dado a rescatar en lo literario lo mejor de una civilización que mostró su peor cara conocida en ese siglo pasado, recordado por sus guerras (además de graves amenazas globales) con armas de gran destrucción.

Claro está que cada autor sienta cátedra primeramente entre los suyos. Y así Céline, inmediato descendiente literario francés fue el alumno aventajado que por momentos rebasó al profesor en alguna de sus obras más significadas.

Pero como hecho diferencial en el caso del también médico Louis Ferdinand Céline, hay que señalar que su prosa acaba arrimándose más en ese fondo antes citado a Emil Cioran que a Proust. Debe ser cosa del fatalismo propio de tantos otros médicos metidos a escritores del cercano siglo XX como Pío Baroja o Chéjov.

Aventurero en su acepción más vital, herido en la guerra, médico ejerciente y casado en varias ocasiones, Céline vertió en su literatura surgida de manera inopinada a los treinta y tantos, no solo intensas impresiones y hondas ideas sino además parte de sus ricas vivencias.

Top 3 novelas recomendadas de Céline

Viaje al fin de la noche

La analogía con Proust pronto fue buscada en esta novela hecha bitácora existencial cumplimentada con vivencias y adornada con anhelos, quizá deseos o culpas… todo ese imaginario que vuelca un autor cuando confiesa que una obra tiene parte de biográfica.

Y quizás el problema fue ese, el interés desabrido en catalogar a partir de lo previo. Porque de alguna forma esta novela supera aspectos de «En busca del tiempo perdido», no en lo monumental de su construcción, en su representación de obra de ficción hecha casi perfecto reflejo de la vida como un cuadro hiperrealista, pero sí al menos en ese realismo abordado con la mayor pujanza de lo cierto per se, de lo recuperado negro sobre blanco desde la vida misma para terminar por adornarlo con ese relato brillante del gran escritor. Porque este libro tiene ese punto homérico de viaje trascendente al fin de la noche o al centro mismo del alma humana, con sus oscuridades y sus posibles amaneceres.

El protagonista Ferdinand Baradamu transita por el mundo cargado de firme voluntad y de intensa desesperanza, sus firmes y tensas contradicciones contrapesan la naturaleza del ser humano. La noción de tantos espacios realmente habitados por el autor terminan por hacer de esta novela una fascinante obra para degustar como esa gran botella abierta para la ocasión. Con la ventaja de que puede volver a ser abierto y releído para descubrir nuevos matices en diferentes tiempos vitales del lector.

Viaje al fin de la noche

Muerte a crédito

Con una pátina ya más popular incluso por momentos en su lenguaje -algo necesario por la evidente ambientación en barrios humildes -, esta segunda novela, escrita sus buenos años después de su apabullante irrupción (controversia incluída) en el mundillo de la literatura, evoca la humanidad desde la supervivencia.

Porque Céline es sabedor, como todo escritor dotado con esa capacidad observadora esencial para desnudar las verdades últimas, que solo los personajes asomados a los abismos saben que viven. Las cosas existen por sus contrarios en este mundo. La felicidad solo se disfruta, cuando llega, habiendo conocido la tristeza. La humanidad solo se conoce, como bondad inherente al término, cuando se padece de la otra humanidad capaz de inflingir daño porque sí.

El humor más amargo, la risotada con ecos de derrota, solo se disfruta cuando sabes aceptar que eres un pelele, seas rey o vasallo (solo que los vasallos lo descubren antes y por eso pueden reír más amargamente). Por supuesto el narrador en primera persona nos hace partícipes de los grandes descubrimientos desde los pequeños placeres que se niegan oficialmente en las altas esferas morales. La carne, el sexo, la entrega al hedonismo de un protagonista que más que avanzar por la vida deambula deseoso de asaltar lo que pueda, de dar rienda suelta a sus pasiones hechas vicio. Lo demás, del devenir de sus días entre vagas formaciones y simples oficios para él es la otra piel del perdedor que se sabe moribundo más pronto que tarde.

Muerte a crédito

Fantasía para otra ocasión

Uno de los mayores contrastes en la obra de Céline aparece en el contraste entre la brillantez de la prosa, el ajuste de las palabras, la riqueza del léxico cuando engarza precisamente como una joya con el sentido buscado…, todo ello como digo en contraste con esa sensación de derrota, de alma de perdedor que imprime el visionado de esta novela, con un nuevo punto de biografía deformada, en un empeño de presentar lo peor como lo peor sin reparos.

No hay sublimación ni resiliencia, tan solo ese contraste fascinante entre la belleza del lenguaje y la podredumbre de la miseria humana. Con reflexiones insertadas por aquí y por allá (que por momentos distraen de la esencia novelada de la trama) se nos habla del mundo que atraviesa el protagonista entre guerras donde solo trasciende derrota y miseria, en cárceles por las que pasó en el amargo regreso a casa de quien ya perdió el alma y se sabe condenado a su inercia casi espiritual para no encontrar jamás reposo ni esperanza.

Fantasía para otra ocasión
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