Últimamente voy descubriendo en el panorama literario español una especie de nuevo género dentro del thriller más general.
Se trata de un suspense intimista que entronca más con el fuero interno de los personajes, con el bagaje más personal de unos protagonistas que sobreviven a su pasado en un presente ofrecido al lector como un sendero hacia el psicoanálisis hecho trama literaria.
Me refiero a autores como וויקטאָר פון דעם טרי, con novelas como די ערעוו פון כּמעט אַלץ, el propio Eduardo Soto Trillo, o incluso Javier Castillo ambos dos siempre dispuestos a despertar la curiosidad y la inquietud de lectores ávidos de grandes historias que nacen desde la empatía hacia la introspección.
En el caso de esta novela Yo nunca, se trata de jugar narrativamente con el lado oscuro (y en eso de las dobleces un actor como Edu Soto debe saber mucho), con ese estupendo argumento de los personajes reubicados en otro espacio, alejados de su pasado, de lo que fueron, de sus posibles culpas y miedos.
A partir de ahí conocemos a Luis, retirado a una aldea gallega para centrarse en su nuevo asalto a la plaza de juez que tanto ansía. Pero pronto, en torno a él y con ese magnetismo de las almas que buscan un reinicio, una segunda oportunidad o un retiro, aparecen Carmen y Laura.
El amor y la pasión son emociones incluso más fuertes cuando se atisba una entrega física a otra alma sin más condicionantes. Amar a alguien a quien solo se conoce en un limbo temporal adquiere el brillo de lo fugaz pero también de lo eterno. Y puede que desde ahí pudiera nacer algo maravilloso.
Solo que también ese amor inesperado tiene mucho de azar, de apuesta ciega. Más aún cuando son tres los que se sumergen en el desenfreno y la pasión sin pasado alguno que remuerda la conciencia.
En un escenario que anticipa lo trágico en cuanto a despecho y traición se añade la noción de que ninguno de los tres amantes se conocen del todo entre ellos.
El estallido loco de la pasión puede acabar inquietando la paz del valle gallego en el que se desarrolla la historia. Y es entonces cuando se despierta una inquietud lectora sin paragón con cualquier otro tipo de thriller. Porque historias como estas acaban dotando su natural suspense en un aspecto más trascendental sobre nuestras propias pulsiones vitales.
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