El Premio Booker 2024 recayó en una narradora británica que dió un salto cualitativo en el mundo literario con una singular obra desde un estado alterado de la percepción. Un estado de insomnio que la guió hacia una lucidez desconcertante. Podríamos imaginarnos a aquel hombre que queda solo en su habitación, tumbado en su cama cuando la aventura de la peli una odisea espacial 2001 concluye. Un extrañamiento capaz de asomarnos a certidumbres muy alejadas de nuestra existencia cotidiana.
Así fue como Harvey ya demostró que lo de ser escritor es, en ocasiones, más que una decisión, una imposición desde un punto de inflexión transformador. Y seguramente no sea en ese caso la decisión más amable, necesaria o pretendida. Quizás sea mejor seguir centrados en el próximo partido de nuestro equipo, o en ese trabajo pendiente que nos tiene abstraídos de la realidad última. Escribir como un placebo para seguir avanzando entre tanta luz esclarecedora.
Y por lo que vamos conociendo por estos lares sobre su obra, la cuestión filosófica continúa como sendero por el que Harvey transita. Aprovechándose de la ficción, que siempre es lo mejor para acercarnos a su imaginario, pero sin apartarse de una intención filosófica que siempre encuentra sugerentes cauces entre propuestas narrativas de un realismo mágico adoptado por cada narrador. El realismo mágico de Samantha Harvey.
Top libros recomendados de Samantha Harvey
Orbital
La ciencia ficción es el espacio perfecto para fertilizar cualquier idea. El escenario puede variar completamente, pero los personajes y los planteamientos siempre pueden convertirse en perfectos transmisores de lo filosófico y lo existencial, de lo metafísico. Porque más allá de nuestro mundo y nuestras dimensiones, nos asomamos a la zozobra, al descontrol, al vacío y a la idea de que sí, de que ahí fuera puede haber algo más.
Un grupo de seis astronautas lleva a cabo una misión rutinaria en la Estación Espacial Internacional, en la órbita terrestre baja. La de Pietro, italiano, es monitorizar los microbios presentes en la nave. Chie, la tripulante japonesa, cultiva cristales de proteínas y, al igual que sus compañeros, es objeto de estudio del impacto de la microgravedad en el funcionamiento neuronal.
Shaun, el americano del grupo, observa qué les ocurre a las raíces de las plantas ante la falta de luz y gravedad para saber cuándo y cómo poder cultivarlas.
Nell, del Reino Unido, recoge los datos que le proporcionan sus cuarenta ratones acerca del desgaste muscular en el espacio. Roman y Anton, que ocupan el módulo ruso, están al cargo del mantenimiento del generador de oxígeno.
Todos deben informar sobre sus cefaleas; todos se acercan en algún momento a las ventanas de observación y fotografían los lugares que les han sido asignados; todos cambian los detectores de humo, limpian el baño y la cocina, arreglan el inodoro. Y luchan contra la disipación de sus cuerpos para no volver a casa con los huesos frágiles y débiles como corderos.
Cada uno de ellos pasará en la estación seis meses, más de ciento ochenta días en los que darán unas dieciséis vueltas diarias a la Tierra. En las más de cuatro mil horas que vivirán en el espacio reflexionarán acerca de qué los ha llevado a ser astronautas y hasta qué punto lo que están viviendo ahora se parece a lo que habían imaginado entonces.
Orbital es un viaje a los límites de nuestras certezas, un relato sobre el vértigo que produce la confrontación con un vacío cósmico y una transformación existencial: íntima, pero también de un alcance universal, el que nos habla de lo que somos y creemos ser como especie. Una novela con momentos de puro éxtasis contemplativo, capaz de expandir, gracias a una exquisita elección de las imágenes y las palabras, nuestra percepción de lo que la literatura puede llegar a hacer perceptible.

Un malestar indefinido
El insomnio tiene su aquel como manifestación de todo eso que queda soterrado bajo la alfombra de la conciencia. Más allá de la química que nos conduce al sueño se encadenan muchos otros procesos que se empeñan en mantenernos alerta. Porque las culpas, las añoranzas y multitud de otras sensaciones pueden hacer del tiempo que correspondería al sueño, su momento para enfrentarnos a ellas.
Un día –o más bien una noche– la escritora Samantha Harvey empieza a sufrir insomnio. Un insomnio que se va haciendo tan insidioso y persistente que amenaza su salud mental y física. El detonante es, en apariencia, un cambio de domicilio: en el nuevo, situado en una arteria urbana más ancha, hay más ruido de tráfico. Pero las causas pueden ser más profundas. La autora consulta a terapeutas y médicos que la trataban con cierta displicencia, prueba con pastillas, con tisanas, con meditación, con técnicas de relajación… Este libro es una suerte de diario de una insomne.
Pero va mucho más allá. El estado de alteración en el que vive la escritora la avocan a reflexionar sobre la vida y la muerte, los comportamientos humanos, el lenguaje, la creatividad… Y también a explorar su propia vida y su pasado, lo cual da lugar a episodios traumáticos: el temprano fallecimiento del primo epiléptico o la muerte de la perra de la familia cuando la autora era una niña…
