Los 3 mejores libros de Karl Ove Knausgård

El caso del noruego Karl Ove Knausgard me recuerda bastante al del francés Frédéric Beigbeder. Ambos autores, de plena coincidencia generacional, se empeñaron en convertir la literatura en una punta de lanza del realismo más transgresor. Aunque, más bien se puede decir que asaltaron el mercado editorial desde un relato biográfico sin adornos ni vanaglorias.

Los desencantos, las miserias, las contradicciones más profundas como sustento para una filosofía vital de nuestros días. Como ya apuntaba Dostoievsky: si Dios no existe todo está permitido. Tanto Karl como Frédéric supieron ganarse a lectores de todo el mundo con sus descarnadas biografías que se pasan por el forro las referencias sobre lo que es ético narrar de la vida propia.

Un tono de confesión se convierte, en muchas ocasiones, en el leitmotiv que subyace en cada historia. Y como toda confesión, al final la verdad cae bajo la inercia de su rotundo peso, capaz de destruir esa impresión subjetiva del mundo que levanta la ficción de cada cual.

Libros que apuntan a novelas combinadas con lo biográfico. Entretanto, la astucia narrativa suficiente para hacerle plantearse al lector donde acaba la ficción y donde empieza la realidad. Y claro, en el caso de Karl Ove Knausgard, nada mejor que componer su saga biográfica con el inquietante y replicado título de «Mi lucha».

Pero hay mucho más Knausgard. Porque la cuestión es un buen reclamo. Después ya llegan nuevas obras que, para sorpresa de nadie, acaban siendo tan buenas como todas las de su serie Mi lucha. Porque el buen escritor lo es sobre cualquier género.

Top 3 libros recomendados de Karl Ove Knausgard

La muerte del padre

En una obra tan peculiar como «Mi lucha», siempre es mejor empezar por el principio. Los motivos que llevaron a Karl Ove a abordar esta composición nacen de la misma frustracción creativa de su trasunto literario.

Y lo cierto es que la historia de historias que él podría contar está escrita y bien escrita en ese instante presente de su vida. Más que curar, el tiempo hace costra, y solo un escritor o un loco puede empeñarse en rasgar hasta recuperar una vez más el fluir de la sangre y el dolor.

El recuerdo de un padre desesperado que solo busca su muerte conduce al Karl personaje a su infancia. Y tampoco es que ahí encuentre el paraíso o el refugio. Hay niños que bien pronto empiezan a moverse con un particular peso existencial.

Son sobre todo los que llegan a ser conscientes de que las cosas no van bien en su casa. Con descripciones apabullantes de ese mundo subjetivo del escritor que fue niño y que en ambos casos se dejaba llevar por la desesperación de quien no ha conocido ni de lejos la felicidad, esta primera parte empieza a exprimir un jugo que ya no puedes dejar de leer hasta su sexta entrega.

La muerte del padre

Fin. Mi lucha 6

Si tan solo se quiere alcanzar una suerte de síntesis, pues sí, tal vez con leer la primera y la última novela de la saga podría darse por leída esta biografía novelada.

Y, sin embargo, nos lo perderíamos todo, el ínterin, ese tiempo entre el nacimiento de un personaje y su salida de escena, esa realidad entre bastidores que enriquece la visión de la representación con todos los detalles que puedan completar la gloria de la acción sobre las tablas del mundo.

Porque en este Fin enlazamos directamente con el principio, con el manuscrito de La muerte del padre ya preparado para ser publicado. Y es entonces cuando la impresión subjetiva de una biografía se enfrenta a su némesis. Siempre hay gente sobre la que asaltamos su mundo cuando tratamos de pensar en una vida, en una biografía. Nadie es un compartimento estanco. Toda existencia confluye en círculos con muchas más existencias.

Karl Ove había dicho todo sobre su padre, pero su tío entiende que nada de lo narrado es cierto y amenaza con tomar medidas cuando el libro se publique. Desde un conflicto de intereses entre editoriales y familiares, este Fin busca esa verdad que nace del alma para el autor. Y que, sin embargo, acaba por entrar en zozobra cuando otra visión sacude su mundo.

El autor nos proyecta con su ingeniosa capacidad para abordar lo muy general desde lo particular, a grandes momentos históricos y a todo tipo de enunciados puestos en duda antes de que nos topemos de frente con ese Fin que lo sentencia todo.

Fin. Mi lucha 6

La isla de la infancia

No podía ser cierto. Ninguna infancia puede dejar de ser, por definición, un cacho al menos de felicidad. La inconsciencia es esa felicidad de la ignorancia, esa negación de las fatales evidencias del mundo.

Y la niñez solo puede contemplar el mundo desde su isla, real en este caso como Tromoy, aunque siempre metafórica. El niño que fue Karl Ove es ahora como el de todos, esos flashes que fascinan por su brillo o inquietan por su precipitada lejanía, a ratos. Quizás se trate del libro que más tiempo vital comprenda, precisamente por esa ida y venida de recuerdos que componen para todos nosotros el lienzo de aquellos días.

Concebida como tercera novela de «Mi lucha», se podría leer como esa autobiografía infantil de cualquiera que guarde en su tesoro particular también los demonios que lo custodian.

Solo que en el caso de Karl su capacidad para engarzar ese existencialismo con tintes de predestinación, magia, fatalismo y crudo realismo, alcanza un nivel de mayor intensidad emocional por la ardua tarea de completo desnudado del alma propia de quien escribe.

La isla de la infancia

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Los lobos del bosque de la eternidad

Chernóbil es un momento disruptivo en la Historia de este mundo. Todo pudo haber acabado como una macabra broma en todo lo álgido de nuestro desconcertante periodo antropocéntrico. Capaces de la autodestrucción antes de cualquier otro provecho general de nuestra ventaja evolutiva de la razón. El mejor momento para que Knausgard nos invite a una casa remota, en aquella Noruega hasta la que también llegó la nube radiactiva como un presagio que invitaba a los pesimistas a considerar, con una naciente alegría, que por fin todo había acabado.

Es 1986, ha habido una explosión en la central de Chernóbil, y Syvert Løyning, de diecinueve años, acaba de volver del servicio militar. En casa, en el norte de Noruega, lo esperan su madre y su hermano. De su padre, de quien tomó el nombre, y que murió cuando él era pequeño, solo le queda el recuerdo. Un recuerdo que, a medida que las noticias de Chernóbil se vuelven más inquietantes, no hará más que crecer: un día su padre se le aparecerá en sueños, despertando una curiosidad que hasta entonces no había tenido, y que se volverá más intensa tras el hallazgo de unas cartas que apuntan hacia la Unión Soviética.

Muchos años después, con la Unión Soviética ya desaparecida, la bióloga evolutiva Alevtina Kotov también va al encuentro de su familia: es el ochenta cumpleaños de su padrastro, el hombre que la crió, y ella y su hijo se disponen a celebrarlo con él. Al contrario que para Syvert, su padre biológico no es un recuerdo lejano: es un completo enigma, que Alevtina nunca se ha molestado en desentrañar. Pero en las clases que da en la Universidad de Moscú no reconoce a la científica que pudo haber sido, y la frustración que siente la llevará a indagar en territorios nuevos. Cuando se adentre en los de su origen, un hilo se tenderá entre espacios y tiempos, uniendo la Noruega de los ochenta y la Rusia de hoy en un despliegue de revelaciones.

De los secretos de familia a los misterios del universo, Karl Ove Knausgård vuelve con una vasta y atrevida novela cuyo meticuloso realismo acaba abocado al vértigo de lo sobrenatural, y cuyas historias trenzadas por un azar sorprendente apuntan ominosas, insinuadoras, a un sentido oculto que se nos escapa. Con su apropiación reflexiva del género fantástico, que no sacrifica el magnetismo, pero tampoco la complejidad, Los lobos del bosque de la eternidad se revela como una obra libérrima y ambiciosa, repleta de ideas y preguntas tan enormes como urgentes: preguntas sobre la esencia de la muerte y la naturaleza, sobre todo lo que sabemos y hasta dónde alcanzamos a entender.

Con ellas, Knausgård pone otra tesela en el amplísimo universo narrativo, en pleno despliegue, que inauguraba con La estrella de la mañana, y sigue completando la transformación de un escritor que sabe ser nuevo sin renunciar a ser él mismo, y que parece empujado por un único propósito infatigable: el de ponerlo todo, siempre, sobre la página.

La estrella de la mañana

Ya sabemos que Knausgard gusta de los puntos de partida impactantes desde los que atomizar el resto de vida. Una vida que se va extendiendo como una mancha, como una onda, como el eco de una explosión. Personajes y escenarios son alcanzados por la onda expansiva de la narrativa Knausgard, iluminándolos repentinamente para todos nosotros, con ese fulgor intensísimo de lo perentorio, de quienes se asoman a la luz antes de que caiga el telón de la irrealidad, de la inexistencia, de la ficción.

En una noche de agosto en Noruega, un resplandor enciende el cielo de golpe: es una enorme estrella nueva que se eleva vertiginosa, sin que nadie pueda explicarla. Magnetizados, inquietos, la observan unos personajes en medio de sus propias encrucijadas. Está Arne, profesor de literatura, que trata de lidiar con las dificultades del matrimonio con su mujer Tove, que sufre trastorno bipolar. Y está también Kathrine, pastor de la Iglesia que se sorprende cuando, al volver de un seminario, decide pasar la noche en un hotel en lugar de en su propia casa.

Están Emil, Iselin: dos jóvenes inseguros que se refugian en su talento para la música. Jostein, periodista de sucesos relegado a las páginas de cultura, hallará su oportunidad de recuperar su puesto a lo largo de una noche imprevisible y errática que su esposa, Turid, pasará en el hospital mental donde trabaja. Como también trabaja en un hospital Solveig, que con uno de sus pacientes vivirá una situación incomprensible y perturbadora. No será la única de esta novela, repleta de señales amenazantes: cangrejos que invaden la carretera; pájaros ignotos que se arremolinan; una plaga de mariquitas; peligrosos vislumbres en la noche, y un crimen macabro, quién sabe si todo bajo el influjo de la estrella…

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