Hubo un tiempo en el que Europa era un mundo incómodo para nacer, donde los hijos llegaban al mundo entre la nostalgia, el desarraigo, la alienación y hasta el miedo de sus progenitores. Hoy el asunto se ha desplazado a otros lugares del planeta. La cuestión es echar esa vista atrás a una reciente Europa para recuperar esa empatía cada vez más hoy aparcada. Y recuperando una obra como esta de Marina Jarre se consigue ese repliegue del tiempo hacia la necesaria memoria.
Más allá de etnocentrismos y fronteras, la vida siempre se abre paso entre los paños húmedos de la única bandera real, del único hogar que se podía sentir, como un viejo instinto, al llegar a un mundo en ruinas. La maternidad y la paternidad eran entonces duros compromisos más que simples interrogantes sobre los que construir un futuro. Pero la naturaleza siempre seguía su curso y las esperanzas más remotas justificaban la llegada de descendencia. Otra cosa era la forma de sobrevivir después, cargando de necesarias asperezas una educación enfocada a lo espartano u omitiendo aspectos emocionales para no acabar sucumbiendo a la tristeza. Aunque se amara, cómo no, más que nada en el mundo.
¿Cuál es la patria de aquellos que no la tienen o de quienes tienen más de una? Estas singulares memorias arrancan durante la década de 1920 en la capital de una Letonia vibrante y multicultural y se expanden hacia los valles transalpinos de la Italia fascista de Mussolini. Con una escritura distintiva y precisa, Marina Jarre describe el proceso de desintegración de una familia tan excepcional como conflictiva: su apuesto e irresponsable padre, un judío germano parlante, víctima de la Shoah; su culta y severa madre, una protestante italiana que traducía literatura rusa; su hermana Sisi, sus abuelos de habla francesa…
Los padres lejanos, delicado clásico contemporáneo de la literatura italiana, examina con primorosa lucidez cuestiones como la perpetua reconstrucción de la propia identidad o la siempre inestable divisoria entre el territorio geográfico y el emocional. Un fascinante recorrido vital salpicado de fracturas familiares y tragedias históricas que afloran luminosamente en este bellísimo ejercicio de memoria y reencuentro, a menudo comparado con los libros más personales de Vivian Gornick o Natalia Ginzburg.
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