Los 3 mejores libros de Piedad Bonnett

Piedad Bonnett es ya una ilustre veterana, junto a Laura Restrepo, de una pléyade de narradoras colombianas de primera magnitud en las letras hispánicas. Porque tras su estela encontramos a Pilar Quintana o la sorprendente Sara Jaramillo. En todos los casos se trata de narradoras de poso que trascienden a los géneros. Literatura en femenino desde Colombia que se aplica al estilo y a su brillantez estética. LIteratura que acaba transformando en forma lo argumental sobre la acción misma, mejorando así, con creces, el trasfondo artístico y humanístico sobre el efectismo de tendencias narrativas más populares.

En el caso de Piedad Bonnett, con su mutable bagaje literario entre narrativa, poesía y teatro, podemos disfrutar de novelas que son confesiones sobre escenarios que son tablas donde los personajes declaman en jugosos diálogos o también en soliloquios.

Top 3 libros recomendados de Piedad Bonett

Lo que no tiene nombre

En ocasiones es necesaria la exorcización, la sublimación, la resiliencia negro sobre blanco… Porque en otro caso el silencio se lo llevaría todo. En su momento descubrí la peor de las ausencias en «La hora violeta» de Sergio del Molino. Aquí Piedad aborda la misma pérdida que, sin embargo, siempre es difierente, más aún si la despedida es una salida de la escena fuera del guión preestablecido.

¿Hasta dónde puede llegar la literatura? En este libro dedicado a la vida y la muerte de su hijo Daniel, Piedad Bonnett alcanza con las palabras los lugares más extremos de la existencia.

La naturalidad y la extrañeza conviven en las páginas de este libro igual que en su mirada conviven la sequedad de la inteligencia y el latido más intenso de la emoción. Buscar respuestas es solo un modo de hacerse preguntas. También es una forma de seguir cuidando al hijo más allá de la muerte. La gran literatura convierte la historia personal en una experiencia humana colectiva. Por eso este libro habla de la fragilidad de cualquier vida y de la necesidad de seguir viviendo.

Qué hacer con estos pedazos

Ya decía Joaquín Sabina que el amor era el juego en el que un par de ciegos juegan a hacerse daño. Más aún conforme pasan los años, podemos apostilla cualquiera a tenor de la simple contemplación de ciertos amores encallados, varados en la desmemoria.

A sus sesenta y cuatro años, Emilia se enfrenta a la remodelación de su cocina. Su marido lo ha decidido por su cuenta y ella, que solo quiere estar tranquila con sus libros, se siente incapaz de oponer resistencia. Bonnett parte de este hecho cotidiano y aparentemente banal para construir una semblanza de la plácida y peligrosa insatisfacción, y de mujeres arrinconadas por muy distintos tipos de maltratos y silencios. El paso del tiempo, su acumulación y su peso, el aburguesamiento y la vejez (propia y ajena), y la imposibilidad de conocer realmente a quienes nos rodean empapan esta novela para obligarnos a mirar donde, a menudo, no queremos mirar: a lo que de verdad somos.

El prestigio de la belleza

El don, la fortuna, la estrella al fin y al cabo. La gracia en cualquiera de sus manifestaciones. Hay aspectos que no se cultivan pero que también se pierden. Tan solo es cuestión de tiempo. Solo que el tiempo en espera de la venganza es la peor de las desgracias. Solo la imaginación y la creatividad puede salvar entonces a los «menos agraciados» que, a la larga son los vencedores.

En este conmovedor relato, «autobiografía falsa» según la autora, una niña nacida en una sociedad que tiene un enorme aprecio por la belleza descubre que es considerada fea. Mientras la religión, la enfermedad, el amor y la muerte van emergiendo de una realidad tal vez más amarga de lo que imaginaba, la protagonista logra sortear esta percepción temprana gracias al estímulo de las palabras y a una innata e imaginativa rebeldía.

¿Qué me hacía indigna de ser amada? Lo primero que se me ocurrió fue mirarme en el espejo. Lo que vi era perfectamente conocido: una niña común y corriente, de nariz chata y frente muy amplia. Hice el ejercicio de volver a cero, de hacer de mi conocimiento tabula rasa, como predicó Descartes, de desconocerme. No lo encontré fácil. Traté de percibirme, entonces. De acuerdo a los epítetos de mis hermanos en las peleas: y sí, era cachetona, sí, era gorda. Mi boca era un corazón minúsculo, mis ojos un par de rendijas iluminadas. Sí, era fea.

Los terrores de la infancia, la educación estricta, el proceso de aprendizaje, la aparición de la literatura, las transformaciones del cuerpo, la salida de la casa familiar y los tropiezos del amor están narrados por la protagonista de esta historia con emotivo y sincero orgullo. Ésta es una novela cargada de humor y del lirismo impecable característico de la prosa de una de las escritoras colombianas más destacadas de nuestros días.

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