Los 3 mejores libros de Sam Shepard

En el siglo XX se concitaron varios herederos ilustres de Shakespeare para gloria de la lengua anglosajona por excelencia. Por un lado Samuel Beckett, Tennessee Williams y seguramente de una manera más dispersa Sam Shepard. Todos ellos revivieron el teatro anglosajón con nuevos bríos ajustados a las realidades debidas de una época cargada de cambios, incluidos los forzados a empujones desde los espacios creativos, como no también por el teatro.

Pero como digo Shepard era más disperso, más de dejarse llevar por musas que podían conducirle a la interpretación o a la música. Y aún así fue la dramaturgia lo que más gloria le concedió en su época. Claro está que, lo más curioso de todo es que en nuestros días los libros más solicitados de Shepard son los que nos trasladan sus vivencias e impresiones como crónicas de un tiempo fascinante, una época donde los creadores eran faros sociales hacia la vanguardia y el cambio, con sus compromisos pero también con sus pecados, sus excesos, vicios y excentricidades…

Top 3 libros recomendados de Sam Shepard

Crónicas de Motel

Hubo un tiempo, siglo XX made in USA, en el que los autores sobrepasaban la leyenda de sus obras, algo así como les ocurrió a Truman Capote, a Hemingway, a Tom Wolfe, a Bukowski o a Burroughs, por citar a unos cuantos. Y así sus vidas se convertían en extensiones de sus novelas que todo el mundo quería conocer. Hoy en día los escritores son menos mito y más producción narrativa sin más. Aquello tenía, sin duda, más encanto… Sam Shepard también escribía sus vivencias que se consumían con vehemencia dado su gran carisma.

Las carreteras, los coches, la soledad y la aventura empapan estas Crónicas de motel, un libro de «historias rotas», fragmentos autobiográficos, relatos y poemas admirablemente servidos por una escritura rápida y escueta.

Crónicas de motel fue el punto de partida de París, Texas: «el film que yo había querido hacer en los Estados Unidos estaba ahí, en ese lenguaje, esas palabras, esa emoción americana. No como un guión, sino como una atmósfera, un sentido de la observación, una suerte de verdad» ha afirmado Wim Wenders.

Yo por dentro

Como dramaturgo, Sam Shepard supo trasladar el más esplendoroso arte del monólogo a esta novela. La historia del teatro, como arte escénico, viene determinada por grandes soliloquios que apuntan a la inmortalidad desde la sencillez del personaje, del humano enfrentado a su destino.

Desde los griegos hasta Shakespeare, Calderón de la Barca Valle Inclán o Samuel Beckett; la mayor gloria del teatro ha pasado por un solitario protagonista que evoca directamente a la tragedia…

Se trata de ensalzar nuestra ridícula existencia con respecto a un mundo inabarcable, un cosmos que ofrece infinitud como toda respuesta a una simple mirada a la cúpula celeste. El teatro ha tratado de poner voz e interpretación a esas pequeñas preguntas sobre nosotros que, en el fondo, quisíeramos lanzar a la inmensidad que nos rodea por si alguien pudiera atender el reclamo de nuestras contradicciones y culpas. La inmortalidad es un pequeño texto que expone un simple interrogante expuesto en millones de preguntas sobre lo que somos.

Lo mejor de este libro es que el protagonista sobre el que cae el foco en la silenciosa escena somos nosotros mismos. Porque Sam Shepard también nos invita a disfrutar de su profesión de actor.

Pasamos a ser actores en la piel de otro. Una vez conseguida la empatía con el tipo que permanece en una cama, en los estertores de una inquietante duermevela, nos adentramos en esa búsqueda de lo que somos desde lo más simple y cotidiano, desde nuestros conflictos más arraigados que dificultan recuperar el sueño fácil del niño que una vez albergamos.

Y aunque me ponga metafísico, no se trata de encontrar grandes elucubraciones en esta novela, acaso oníricos planteamientos sobre el amor, la familia, la culpa.

El caso del protagonista de la novela bien es cierto que aborda una vida particular, pero las sombras de sus pensamientos entre la consciencia y la inconsciencia nos atañen a todos.

El particular soliloquio desde la duermevela nos presenta a un propietario de los sueños que probablemente amó a la persona equivocada, lo que le costó renunciar a la figura de su padre, quien también amó a esa misma mujer: Felicity. Un aspecto recurrente dentro de toda la narración, un hilo que lo une todo, como siempre unen la paternidad o la maternidad.

Sam Shepard postrado en su cama, intentando transitar de sus culpas y resquemores hacia el sueño reparador. Sam Shepard subido de nuevo a las tablas del teatro al que tanto amó. Una novela convertida en el Shepard que soñó alguna vez ser Hamlet.

Rolling Thunder

Vivirlo para contarlo. Desde dentro, desde ese núcleo que trata de arrastrarlo todo a su paso. Un movimiento contracultural que sacudió Estados Unidos y que Sam Shepard trasladó a estas páginas cargadas de ruido y furia, como diría Faulkner…

En el otoño de 1975, Bob Dylan y su Rolling Thunder Revue –un espectáculo que Dylan había proyectado como una mezcla de happening y circo ambulante– recorrieron veintidós ciudades del noreste de los Estados Unidos. La detención del boxeador Huracán Carter, al parecer por motivos racistas, fue el detonante de esta gira, que se inició con improvisados conciertos en pequeños escenarios de Nueva Inglaterra.

Ante la perplejidad de un público de provincias, una banda formada por músicos de fama mundial reinventaba la tradición musical americana, los poetas declamaban sus versos y todos los participantes subían al escenario disfrazados, mientras las cámaras de mano no perdían detalle. Estaban Joni Mitchell, T-Bone Burnett, Allen Ginsberg, Mick Ronson, Joan Baez, Arlo Guthrie, Ramblin’ Jack Elliot, Roger McGuinn y Muhammad Alí. Y también se encontraba allí Sam Shepard para ir escribiendo sobre la marcha el guión de una película fellinesca y surrealista que saldría de la propia gira.

Ese guión no llegó a materializarse, pero Shepard fue escribiendo la crónica de aquel viaje, un diario de bitácora de la Rolling Thunder Revue y la vida en la carretera. En ese escenario itinerante y en este libro se entremezclan reminiscencias judías y mexicanas con la poesía inglesa, cowboy-slang con mitos indios (de ahí el nombre del Tour), la imaginería católica con el blues…

Este libro, que apareció publicado por primera vez en 1977 y se ha convertido en todo un clásico de la literatura-rock, es todo lo contrario de un álbum de fans: es un diario hecho de observaciones desde el ojo del huracán.

Otros libros recomendados de Sam Shepard

Espía de la primera persona

Como aquel astronauta perdido en el espacio de la Odisea de Kubrick, Shepard también intenta darnos testimonio de todo, de la suma de anécdotas que pueden dar sentido a la existencia, entre recuerdos y fogonazos de despedida como caídas hacia el último sueño.

El testamento literario de Sam Shepard, escrito en sus últimos meses de vida, cuando una enfermedad degenerativa se iba apoderando de su cuerpo. Frente a esta situación, el escritor plantó cara, en un último gesto de resistencia a través de la escritura. El resultado fue esta novela breve, fragmentaria, elíptica, radical, enigmática y deslumbrante.

Alguien espía a alguien: observa al otro lado de la calle a un hombre que permanece sentado en una mecedora, habla solo y recibe atenciones de sus seres queridos. Alguien evoca recuerdos y narra historias:  una extraña fiesta con camellos en pleno desierto de Arizona; el marido de una tía abuela al que le arrancaron una oreja de un mordisco; un embarcadero en la costa; un caballo al que disparan en plena carrera; una clínica en mitad del desierto rodeada de jardines con esculturas; la historia de los abuelos que se marcharon cuando la casa se les inundó; la historia de Pancho Villa cuando acabada la revolución lo asesinaron; un colchón en el suelo en el Lower East Side neoyorquino; Vietnam y el Watergate; la fuga de Alcatraz; un grupo de inmigrantes mexicanos que esperan trabajo en una esquina…

Territorios fronterizos, paisajes de la América profunda, zonas desérticas, playas de California y calles de Nueva York: el mapa o el puzle o el mosaico de una vida. Una obra de arrebatadora belleza, un poema de despedida en forma de novela.

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