Las 3 mejores películas de Nicolas Cage

Los prejuicios pueden ser muy curiosos. En ocasiones llegan incluso, paradójicamente, a posteriori. Porque antes de saber que el amigo Nico era sobrino de Francis Ford Coppola me parecía un tipo auténtico, un actor diferente que se defendía bien, allá por los 80 en películas de muy diferentes temáticas.

Paradojas del éxito. Si no hubiera sido un Coppola quizás no habría llegado al mundo del cine. Pero una vez llegado y mostrando en ocasiones su valía parece como si desmereciera su capacidad al vincularlo con el gran director. Porque puede ser que aquellas primeras intervenciones fueran algo así como conseguidas a dedo hasta que encontraran su mejor ajuste…

Pero si nos dedicamos a ver sus pelis sin mayores consideraciones (difícil, lo sé, pero intentémoslo), podemos hasta disfrutar de un actor maleable, en ocasiones de un histrionismo cercano al de Jim Carrey pero también capaz de moverse entre películas de acción, dramas y hasta humor.

Bajo la piel de sus personajes, Nicolas Cage se gusta con el exceso que roza el guiño descarado con el espectador. Sin duda porque, prejuicios iniciales aparte, durante tantos años de carrera ha ganado esa experiencia y solvencia que confieren las horas frente a las cámaras.

Top 3 películas recomendadas de Nicolas Cage

Leaving Las Vegas

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En ocasiones un papel cae con tal precisión que parece como si no hiciera falta ese habitual estudio y acercamiento al personaje. Nicolas Cage parecía como si se interpretara a sí mismo en el frenético viaje a la autodestrucción o al menos al fácil olvido del alcohol. Una interpretación más que convincente para la que incluso Amaral compuso aquella brillante canción que rezaba aquello de «como Nicolas Cage en leaving Las Vegas…» Gracias a esta peli, Nicolas Cage se hizo con ese Óscar que finalmente lo reconocía como un actor en sí, más allá de posibles dudas familiares…

La cuestión, entrando en materia sobre la pelí, es que más allá del turisteo de rigor, semejante sin city que es Las Vegas está hecha para almas en su particular purgatorio. Tipos a un paso de dejarse llevar finalmente al infierno o tan solo en busca del último desliz moral antes de regresar a su cotidiana vida ejemplar. Ben Sanderson, el alter ego del escritor sobre el que se basa la historia, es uno de esos viajeros con billete quizás solo de ida.

En su periplo en espiral en torno al alcohol y la demencia última capaz de dar con todo, descubrimos una decadencia magnética, un empeño irreductible por la autodestrucción que pone la piel de gallina y que nos asoma a esos abismos donde la perdición no es el alcohol en sí sino su búsqueda para apurar las últimas gotas de conciencia.

Cara a cara

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A un lado Travolta (el poli Sean Archer) y al otro Cage (Castor Troy). Dos tipos acostumbrados a actuaciones sobradas de gancho popular gracias a sus ademanes entre la exageración, la comicidad o la intensidad en cualquier otra derivada que se pretenda. Uno es el malo malísimo y otro es el poli empeñado en impedir que Troy haga volar por los aires media ciudad. Porque ese sería otro gran triunfo de Troy después de haber segado la vida de su propio hijo.

Pero el plan de Troy es inescrutable y solo adentrándose hasta lo más íntimo de él parece que Archer pueda llegar a conocer dónde está la bomba que se pretende hacer explotar. La justificación para el cambio quirúrgico de rostro es siempre discutible.

Pero ficción es y bajo su prisma lo aceptamos. La cuestión es que, curiosamente, una vez que ambos actores se han cambiado la cara (para que así Archer pueda entrar de lleno en el círculo de Troy) descubrimos cuanto de capacidad para mutar tienen ambos actores. Porque de repente uno deja de ser el bueno para ser el malo y viceversa.

Interesante desde el punto de vista de la trama en sí que nos lleva locos. Pero también jugoso desde la idea de la capacidad para interpretar roles antagónicos en una misma cinta.

Next

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Cierto es que me tiran mucho los argumentos de suspense con un toque de esa ciencia ficción amable que nos mantiene en escenarios muy reconocibles. Un tipo de rostro también singular, al menos, como es Nicolas Cage, le da más credibilidad de partida a sus capacidades premonitorias que concitan todo un entramado de máxima tensión.

Cris Johnson (Cage) sabe lo que va a pasar dos minutos antes de que ocurra. Lleva toda la vida sintiéndolo así. Premoniciones express que aun en su brevedad pueden cambiar importantes sucesos hacia nuevas líneas paralelas. Un filón si se pone al servicio de la ley. Y en esta ocasión este servicio del ciudadano Cris Johnson parece inexcusable a tenor de la gravedad de movimientos recientes en el ámbito criminal.

De trabajar por las noches como mago y mentalista en un sórdido club de Las Vegas a colaborar con grupos especiales antiterroristas. Porque la agente Callie Ferris (Julianne Moore) quiere servirse de su talento para impedir un desastre nuclear. Grandes giros, sorpresas a tutiplén y alguna gran sorpresa que no puede faltar en el prestigio de un mago con semejantes cualidades…

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