Las 3 mejores películas de Alfred Hitchcock

El miedo hecho suspense como una sublimación creativa. Hitchcock tenía ese don para la recreación de cualquier temor entre símbolos que entroncan con el subconsciente y giros insospechados de sus tramas. Un virtuoso al que se le echa mucho de menos en color. Sobre todo para que hubiera compendiado su arte con la evolución de un cine mejorado siempre en lo técnico pero aún necesitado de ingeniosas propuestas.

Nos quedan, no obstante, películas inolvidables cargadas de escenas que, precisamente por ese dominio de lo simbólico hacia lo onírico, nos impactan y sobrecogen. Desde los dramas más requeridos en el momento hasta thrillers vanguardistas para sus días. Guiones recogidos de grandes novelas o pertrechados desde su imaginación desbordante. Decenas de grandes obras que aún se mantienen vigentes hoy.

Hay momentos en la filmografía de Hitchcock, más allá de la escena de la bañera de «Psicosis», que para mí supusieron ese descubrimiento del cine como el arte que te embarga desde el desconcierto más inquietante. Como aquella mujer, de singular parecido con una esposa fallecida, que aparece deambulando durante el interrogatorio al marido sospechoso. Hasta hacerlo confesar. No obstante, cuando los investigadores fueron a agradecer a dicha mujer su papelón concertado previamente, les aseguró que no había podido ir…

O cuando el preso prepara el plan de fuga con el enterrador, accediendo a ser metido en un ataúd como única forma de escapar para después ser liberado por este. Hasta que, ante la tardanza, enciende una cerilla dentro del ataúd al escuchar la tierra caer y descubre que lo acompaña el susodicho enterrador, fallecido inesperadamente.

Dentro de una subjetividad que jamás puede abarcar el buen hacer de Hitchcock, vamos a seleccionar lo que para mí es lo mejor de lo mejor de Hitchcock. Prepárate para una selección que te dejará boquiabierto…

Top 3 películas recomendadas de Alfred Hitchcock

Extraños en un tren

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El crimen perfecto no existe. A no ser que lo cometa alguien por tí, en cuyo caso los motivos se diluyen y la coartada perfecta aparece sin más problema. La mente capaz de idear el asunto no fue otra que la de Patricia Highsmith, cargada como ya sabemos de insondables tormentas. La cuestión es que Hitchcock engrandeció aún más la propuesta.

Para la connivencia del asunto al menos uno de los dos personajes debe conocer parte de la vida del otro. Así la propuesta de intercambiar crímenes puede tener mayor aceptación de inicio. Los diálogos entre Guy y Walker nos asedian con una sensación de la alevosía más extraña. La violencia, el impulso por segar una vida se nos asoma como una sinergia entre mentes ubicadas en los umbrales de la animadversión capaz de todo.

Guy, un joven campeón de tenis, es abordado por Bruno, un joven que conoce su vida y milagros a través de la prensa y que, inesperadamente, le propone un doble asesinato, pero intercambiando las víctimas con el fin de garantizarse recíprocamente la impunidad. Así podrían resolver sus respectivos problemas: él suprimiría a la mujer de Guy (que no quiere concederle el divorcio) y, a cambio, Guy debería asesinar al padre de Bruno para que este pudiera heredar una gran fortuna y vivir a su aire.

La ventana indiscreta

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El mismísmo Stephen King retomó el asunto de la convalecencia y del encierro en «Misery» como la más claustrofóbica de las presentaciones. Casi nada ocurre para quien espera una recuperación física. Pero en ese ínterin donde la vida de uno mismo se detiene puede ocurrir las cosas más insospechadas porque el foco cambia y aspectos que pasan inadvertidos se transforman en las sombras de la vida que siempre acechan pero a las que casi nunca se les hace caso…

Por la parte que le toca al creador de la idea original en su vertiente cinematográfica, Hitchcock consideró que la vida de los demás pasaba por ser demasiado rutinaria. Todo apunta a la medianía, a la normalidad en los vecinos sonrientes que nos desean los buenos días. Pero si nos detenemos un momento podemos adentrarnos en el gusto voyerista de la observación más íntima. Y quizás ahí descubramos que nada era tan «normal»…

Stewar, un reportero fotográfico se ve obligado a permanecer en reposo con una pierna escayolada. A pesar de la compañía de su novia Kelly y de su enfermera Ritter, procura escapar al tedio observando desde la ventana de su apartamento con unos prismáticos lo que ocurre en las viviendas de enfrente. Debido a una serie de extrañas circunstancias empieza a sospechar de un vecino cuya mujer ha desaparecido.

Psicosis

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La obra maestra del thriller por excelencia. El antecedente para cientos de películas donde la psicopatía más ominosa se cierne sobre el protagonista de turno. Solo que Hitchcock carga la idea desde las filias y las fobias más humanas para hacernos más tangible la locura.

Norman Bates puede hasta tener un cierto encanto de partida. El tipo amable al que preguntarle alguna duda en la calle. Pero de la misma forma que Ed Gein, el personaje real en el que se basa Bates, ocultaba sus infiernos encendidos desde infancias traumáticas, Bates no es quien parece. El disfraz de su madre resulta aterrador porque, más allá de la sencillez del mismo, nos conduce a ese laberíntico espacio de los miedos atávicos, los traumas y las culpas.

Todo se desata como un odio focalizado en Marion Crane, la viajera inesperada que se detiene en el motel de Bates porque cualquier lugar es bueno para escapar para ella en mitad de la tormenta. Por eso hay cierta sensación de que acaba en la boca del lobo quien llega desde sus propios mundos oscuros. Su última cena con Bates no tiene desperdicio. Se dispone a conocer a Norman y a su pobre madre enferma…

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