Las 3 mejores películas de Álex de la Iglesia

La filmografía de Álex de la Iglesia acompañó a mi generación en esa época de juventud en la que se busca transgresión, creación alternativa y hasta humor negro. La llegada de cada nueva peli de este director era recibida con ese gusto por la sorpresa, la discordancia, la estridencia incluso.

Todo dentro de un rollo indie que, en el caso de hacer mucho ruido y realizarse con suficiente calidad argumental y artística acaba por asaltar el lado más popular. Para aportar así una frescura siempre necesaria entre las creaciones más tradicionales. Recuerdo grandes cintas de aquellos días como «Acción Mutante» o «Perdita Durango» u «800 balas»… Mientras Almodóvar encendía las luces para explotar entre luces y psicodelia, Álex de la Iglesia las volvía a apagar.

Así es como llegaron después nuevas películas de mayor presupuesto que seguían manteniendo esa querencia por la profanación de los cánones de una imaginación a tumba abierta. Humor negro, suspense, toques de fantasía y una ambientación que parece parodiar lo gótico haciéndolo más cercano, como en zapatillas de andar por casa. Una presentación tétrica, pero con visiones más prosaicas que despiertan la risa o la inquietud, según el momento.

Pero Alex de la Iglesia también tantea, a través del humor, argumentos con un deje ácido, crítico. Me refiero a obras como «Crimen Ferpecto» o «La chispa de la vida». La cuestión es reinventar los géneros para no dejar a nadie indiferente. Cada nueva película es esa aventura en la que siempre se puede reconocer su impronta pero sin poder anticipar nada sobre el desarrollo y el fin de sus tramas.

Top 3 películas recomendadas de Alex de la Iglesia

El día de la bestia

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Más que le pese a los críticos y quizás también al propio Alex de la Iglesia, su gran película por excelencia es esta producción ambientada al son de la música de Def Con Dos. Una ambientación histriónica entre lo castizo y el terror; una parodia de las pelis de miedo adornada con un desarrollo trepidante. Una obra de culto de la contracultura de una época y por extensión de cualquier época.

Un no parar de reír con aquellos personajes de Santiago Segura y el desaparecido Álex Angulo, acompañados de uno de los más fascinantes microcosmos de personajes traídos de los infiernos más hondos desde las barriadas más inmundas. Personajes atormentados ya suficientemente por la realidad pero ahora además señalados por profecías que los transforman en guardianes de los infiernos.

Madrid conformada como la síntesis de Sodoma y Gomorra. Una ciudad a destruir por un pobre cura con fuego y azufre si es preciso. Porque en su podrido lecho va a nacer la criatura esperada por el mismísimo Satán para sumir en las tinieblas al mundo entero.

Bien de ácido lisérgico para adentrarse en la aventura y el entorno navideño más almibarado para hacerlo estallar en mil pedazos desde los más despiadados e hirientes contrastes.

LA COMUNIDAD

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La ley de propiedad horizontal dirá lo que quiera. Pero lo de las comunidades es un hervidero de potenciales homicidios involuntarios o asesinatos bien premeditados. Porque hace falta que alguien quiera plantear una mejora para que quien no la desea se plantee si empujarlo por las escaleras cuando coincidan bajando la basura.

Una fantástica hipérbole sobre las comunidades de vecinos. Álex de la Iglesia fijó su objetivo en ese escenario de obligada convivencia cívica para terminar por demolerlo todo con el complemento más convincente: el dinero. Porque casi todos los vecinos están de acuerdo en quedarse con la pasta en un insospechado descubrimiento en el piso en venta de un abuelillo recién fallecido.

La vendedora en cuestión (genial Carmen Maura) se las promete muy felices con los 300 millones de pesetillas que se encuentra en el inmundo piso que debiera vender para cumplir sus objetivos en la inmobiliaria. Solo que el dinero también tiene su aroma para los perros de presa que habitan entre aquellos muros comunitarios. Y quien más quien menos tiene buena mandíbula para lanzarse a la yugular en busca de sangre caliente de su presa…

El bar

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Claustrofóbica como aquella Cabina de Antonio Mercero. Solo que aquí el asunto no es un soliloquio sino un canto coral de personalidades asomadas a lo siniestro. Algo así como aquellas pelis de personajes encerrados en una casa con un muerto encima de la mesa.

Pero claro, siendo Álex de la Iglesia quien dirige el cotarro el asunto se enrarece debidamente para sacar lo peor y lo peor (sí, lo peor y lo más peor) de cada uno de sus variopintos personajes. Nadie puede salir de aquel bar que los ha concitado ahí como solo las fuerzas centrípetas más insospechadas pueden hacer. Poco a poco el enredo se va sumiendo entre los personajes, tiznándolo todo de negro. Porque todos ellos tienen esa culpa pendiente, la razón que los ha llevado hasta ahí como a pecadores frente a su último suplicio…

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