El mejor representante del género negro nórdico, versión insular, regresa con una de sus tramas de máxima tensión psicológica hacia ese thriller total que entronca con miedos que nacen desde lo telúrico, aprovechando la vasta soledad de la Islandia hecha patria no solo del propio autor sino también de sus truculentos escenarios y sus inquietantes personajes.
Porque el islandés Arnaldur Indridason se entrega a una narrativa honda dentro de esta vertiente de lo criminal que para tanto está dando en la literatura mundial de las últimas décadas. Y convertido en gran exponente de Islandia, nadie como él aprovecha los escenarios gélidos, las amplias estepas en la que no hay escondite posible más allá de la oscuridad cernida durante meses y meses…
En esta inocencia robada que el escritor nos presenta en esta ocasión, conocemos a dos personajes que acaban de salir de escena con la parca sacándolos de manera violenta. La muerte se los ha llevado como parte de un siniestro plan para cuyo desvelado final, el bueno del ya conocido inspector Erlendur tendrá que tirar de la única pista posible: la relación pretérita entre ambos como profesor y alumno.
De aquellos días de aprendizaje y pupilaje ya ha pasado mucho tiempo. El profesor siguió ejerciendo como tal mientras que el alumno ha acabado sumiéndose en la enfermedad mental como consecuencia de sabe Dios qué infiernos visitados.
Pero ahora la muerte de ambos abre un sendero oscurecido por la locura y el miedo. Un camino que parece guiar hacia el fuego de esos infiernos que ha acabado por quemarlos a ambos. Porque el suicidio del joven esquizofrénico y de su antaño profesor casan con algo más, con un secreto inconfesable, ante cuya simple sensación de poder ser descubierto, ambos prefirieron la muerte.
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