Los 5 peores libros que no deberías leer nunca

En todo espacio literario encontramos recomendaciones para dar con esas novelas, ensayos, relatos y demás que nos satisfagan como lectores. Libros de autores clásicos o de los bestsellers de turno. En muchos de esos casos las recomendaciones dejan mucho que desear y únicamente replican las sinopsis oficiales. Todo por unas migajas de notoriedad en el sobredimensionado océano de Internet.

Además pocos de esos book influencers te liberarán de la pesada carga de empezar un libro que no sabrás cómo terminarlo. Y si al menos te sirve para coger el sueño antes de ir a la cama, pues ni tan mal. Pero lo cierto es que empezar un mal libro, y aferrarte a la esperanza de que pueda mejorar, puede arrancarte de cuajo años de vida.

Así que, por si te puede servir, voy allá con esos títulos que nada más toparte con ellos, deberías marcarte un vade retro y animarte antes con las instrucciones de la lavadora, y así obtener un mayor placer lector para masoquistas del negro sobre blanco…

Conforme vaya encontrando nuevos tochos los iré añadiendo aquí, en su posición del ranking que les corresponda. Así que si quieres hacer alguna recomendación puedes escribir en este mismo post y añadimos tu consideración a poco que coincidamos ligeramente con ella. Porque lo que pueda ser un tocho para un lector, tiene que ser para muchos otros.

Los peores libros del mundo mundial.

Las hijas de la criada, de Sonsoles ónega

El premio Planeta ya no es lo que era, si es que alguna vez lo fue (toma frase socrática). En la dura tarea por la supervivencia y los márgenes más amplios de beneficios ya no encontramos romanticismo alguno en un concurso como este. Ni romanticismo ni tampoco descubrimientos interesantes, sorprendentes en su propuesta o en su impronta creativa.

Quizás el fondo de esta historia podría resultar interesante si no se tratara de una reescritura como tantas y tantas otras novelas histórico-dramáticas con salpicón romántico, desde lo decimonónico y estirado hacia la saga de turno. O sea, un devenir vital de abuel@s, padres y niet@s entre secretos, deseos, fracasos, éxitos, esperanzas y alguna guerra que lo trastoque todo. Lo que decenas de autores y sobre todo autoras visitaron antes. Podríamos citar a María Dueñas, Anne Jacobs o a Luz Gabás (ellas tres con mucha más gracia que Sonsoles Ónega).

Pero es que además las formas de «Las hijas de la criada» son paupérrimas. Descripciones sin gracia del estilo «La sangre manó espesa y humeante; era un día de otoño…» hacen avanzar la trama hacia lo suicidante, la nada en forma y fondo. Ningún recreo emocional ni llamada a la empatía. Personajes planos habitando un mismo espacio plano como escenario sin tramoyismo alguno. Y no me cebo más. Pero si la ves por ahí huye como si no hubiera un mañana…

Memorias de una geisha, de arthur golden

Cuando alguien con cara de cultureta y con aires de persona vivida y viajada te diga «no te lo puedes perder», no dudes y piérdetelo. Porque además luego querrás forzarte a leer el libro recomendado para poder opinar ante esa persona tan interesante que te hizo la recomendación. Y quedarás como el culo, porque te lo habrás leído con esa indigestión que te hace perder sabores e intenciones del autor.

Que sí, que la cuestión es ponernos en el pellejo de esas mujeres supeditadas a lo masculino en el mundo clásico nipón. Pero seguro que había formas mucho mejor de hacerlo. No voy a decirle yo al bueno de Arthur Golden cómo debería haber abordado lo que sin duda era una jugosa oportunidad para el éxito. Porque este libro lo petó en su momento dada la originalidad de su propuesta sobre algo tan siniestramente exótico.

Pero la voz de Sayuri, la geisha en cuestión, apenas se oye entre el artificio. El necesario minimalismo que plasmara la sumisión y abnegación en un mundo clásico tan cerrado y sordo como aquel del sol naciente, podía haber derivado en una humanizacion, un foco absoluto sobre el fuero interno de la joven asumiendo el atroz destino del servicio absoluto en cuerpo y alma. Pero la cosa rompía más por un detallismo como de orfebre frente al jarrón que causara el mejor efecto ante un lector dispuesto a pagar por la joya sin atender a la naturaleza del jarrón.

Ubik, de philip k. dick

Suelo leer bastante ciencia ficción. Me encanta eso de moverme en supuestos transformadores. Pero lo de esta novela de Philip K. Dick me sobrepasó, me adelantó por la derecha y finalmente se me paró delante para que me estampara de morros contra él. Intenté hacerme con él en dos momentos. Primero en mi más tierna juventud. Quizás equivoqué de pleno llevándolo a la piscina, para perder a cada párrafo la vista en alguna bañista que ignoraba a este humilde lector.

Años después volví a él porque, pese a todo, me quedó alguna idea de que no había sabido disfrutarlo, sobre todo tras comentarlo con un fan acérrimo de Dick. Y que si quieres arroz, Catalina. Me volvió a pasar lo mismo. En este segundo intento avancé bastantes páginas hasta que finalmente le susurré a Dick que me gustaban más sus distopías más evidentes.

Y es que Dick realmente es un escritor genial de desbordante imaginación. Solo que en este libro se pasó tres galaxias y acabó por marearme a mí en su viaje. Si en dos intentos no pude con Ubik por sus derivas mesiánicas entre sprays seguramente cargados de ácido, por algo será.

Metamorfosis, de Kafka

Imagínate que te despiertas y eres capaz de transcribir uno de esos sueños tan espectaculares que nos sorprenden en la cama. Lo que pasa es que conforme pasa el rato, mientras desayunas con la mirada perdida, descubres que en el fondo el sueño es más bien un truño carente de argumento y de gracia. Y lo acabas aparcando… pues resulta que Kafka lo escribió. Y desde entonces con evocaciones entre el surrealismo y demás, la obra fue cobrando más dimensión, mayores simbolismos que seguramente escapan incluso a la intención del autor.

Pero ya se sabe lo del traje nuevo del emperador…. Todo el mundo sabía que el tipo iba desnudo y que el traje no tenía valor ni mérito alguno. La cuestión es encontrar esa voz discordante. No la de este blog, por supuesto, sino la de algún cultureta que algún día se atreva a decir que la metamorfosis es un delirante truño, un relato corto sin más, escrito después de una noche de sudores entre extrañas transformaciones.

El péndulo de Foucault, de Umberto Eco

Después de «El nombre de la rosa», el amigo Umberto Eco se vino arriba, hasta lo alto del trapecio. Y en eso de inventar el cuádruple giro con triple mortal y doble tirabuzón acabó estampándonos a todos al suelo.

Una cosa es resultar magnético, sorprendente, fascinante con una gran novela llevada al cine como superproducción para más gloria. Pero otra cosa es pretender estirar más allá de lo posible la fórmula del éxito con otra novela tan gruesa como la obra genial pero vacía en última instancia. En el caso de este mareante péndulo desde un pensamiento lateral que más que presentar nuevos focos para la trama, acaba por adentrarnos en una erudición infumable. Haciendo así de la casualidad cisne negro a cada momento, gracias a una sofisticación formal en busca de lectores hechos tontos útiles que adoraran la supuesta maestría.

Y si ya resulta difícil entender el interés del escritor tal y como lo acabo de explicarlo arriba, imagínate el suplicio de leerlo…

Otros libros que nunca debes leer si no quieres perder la aficción a la lectura

Aquí iré añadiendo nuevos libros infumables que me vaya encontrando. Seguro que los habrá y es probable que el ranking tenga sus movimientos entre este top five.

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1 comentario en «Los 5 peores libros que no deberías leer nunca»

  1. Es triste que alguien que dice amar la literatura, diga que La Metamorfosis de Kafka está entre los 5 libros que jamás debes leer.
    Entiendo las listas de favoritos, pero nunca entenderé una lista de libros a evitar.
    Es un acto de prepotencia que en nada ayuda a difundir la lectura. Me duele pero no puedo darle cobertura a alguien que tiene un comportamiento tan miserable y tan sectario con algo tan hermoso como es la literatura.
    Por cierto, atacar tan abiertamente al premio Planeta, en nada beneficia a los autores de habla hispana.
    Hasta nunca muchacho.

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