Los 3 mejores libros de Fernando Benzo

En muchas ocasiones la vocación del escritor acaba sucumbiendo ante otro tipo de contingencias. El abandono, o al menos el apartamiento de la escritura, es muy habitual entre muchísimos escritores que en cualquier momento podían haber alcanzado esas cota de repercusión por alguna de sus obras que lo pudiera mantener en el oficio.

Paciencia, confianza, tesón o saber encontrar el momento. La cuestión es que el escritor en ciernes, o al menos en el refugio de la intimidad, siempre puede encontrar un buen momento para empezar a redimensionar el alcance de su obra.

Un caso interesante y paradigmático es el de Fernando Benzo, escritor desde los veintitantos y reconocido autor desde que en 2019 tocara la tecla adecuada con «Las cenizas de la inocencia».

Lo bueno de tener ya un recorrido previo es que la chispa del éxito puede dar nuevas oportunidades a obras anteriores que incluso adentran la bibliografía de este autor en la autopublicación con una interesante novela de ciencia ficción llamada «Los náufragos de la Plaza Mayor«.

Con su gusto por un género negro que nos adentran en el crimen organizado, desde la mafia hasta el terrorismo, Fernando Benzo consigue magnetizar a los lectores con esa tensión propia del género y la consistencia de unas tramas cargadas de acción entre los submundos y compensada con la reflexión sobre esos personajes y las almas que los habitan.

Top 3 novelas recomendadas de Fernando Benzo

Nunca fuimos héroes

Hay algo de manifiesto tremendamente humano en el título de esta novela, de revelación a tumba abierta, de testimonio o de expiación. Algo así como aquella peli de Sean Penn y Robert de Niro, «Nunca fuimos ángeles». Y es que ese nunca fuimos… tiene mucho de contravenir las ideas bondadosas formadas sobre alguien.

Ni Gabo, el excomisario de la trama consiguió detener ese mal contra el que se conjura un poli cuando coge por primera vez su pistola, ni Harri, el terrorista fugado a Colombia es capaz ya de vislumbrar qué de heroico hay en sus actos homicidas, pese a estar dispuesto de seguir matando. Una paralela disyuntiva del camino al que ambos llegan desde muy diferentes recorridos. Solo que Harri no se ha jubilado de la siniestra dedicación de dar muerte. Cuando Harri vuelve a España, Gabo asume con la intensidad de quien ya no tiene otra misión oficial que Harri es su némesis final.

A su lado estará Estela una joven policía que contrapesa la tensión insoportable de Gabo que espera una venganza quizás muy por encima de lo que le corresponde a Harri asumir. Por momentos Gabo y Estela se convierten en representantes generacionales enfrentados a espejos que los desubican, que los posicionan a medio camino entre pasado y presente, donde solo pueden habitar miedos y espacios oscuros de todo el tiempo vencido desde que Gabo empezó a ser policía hasta los días de la nueva policía representada en Estela.

Nunca fuimos héroes

Las cenizas de la inocencia

De entrada suena pretenciosa la traslación de una literatura gánster a cualquier otro lugar que no sea Chicago o Nueva York. Pero a la postre siempre suelo prestar atención a lo atrevido, a esa insolencia creativa que en este caso nos conduce a importar un imaginario netamente americano para adaptarlo a las circunstancias españolas, con el estraperlo de postguerra como comparativa con la ley seca.

De hecho en España hubo mucho de organizaciones criminales de todo tipo, quizás no con ese punto de sofisticación de los emigrantes italianos que alcanzaron el otro lado del océano, pero sí con la misma crudeza, cuando tocaba.

Si no, podemos consultar al mismísimo Pérez Reverte quien no hace tanto que dió luz a su ya a un célebre Falcó coetáneo de los personajes de esta trama.Y así es como finalmente podemos disfrutar de esta novela de Fernando Benzo, bien construida por otra parte y con altas dosis de esta tensión oscura que toda visita al hampa despierta.

En todo submundo, de cualquier época, los niños que empiezan a dejar de serlo encuentra su salida más fácil en la delincuencia. Expedientes limpios que manchar y energía que quemar al humo de la pólvora. Con el dinero fácil como fundamento de todo, eso sí.

El protagonista de la trama es un tipo que nos lanza a la aventura de su vida desde que fuera un chico menor de edad ya marcado por la sangre de su primera víctima. Solo que las voces de su conciencia le impidieron sumergirse en ese complejo de Billy el Niño que parece liberar a los criminales menores. Pero se trataba de sobrevivir…

Todo empezó en el Dixie, un local emergido de las cenizas del Madrid ya vencido donde los criminales se reparten el negocio bajo la ley del más fuerte y las pautas de la corrupción del poder donde se instalaban personajes que también medraban con los negocios negros.

Ahí es donde el pequeño Emilio conoció a Nico, una relación que asoma por momentos como una cándida amistad infantil solo que ensombrecida por las circunstancias. 

Ambos tenían por delante mucho que aprender sobre los turbios negocios de la miseria de la postguerra, hasta el momento crítico en el que la suerte dejó de sonreírles y su inocencia acabó, como apunta la novela, echa cenizas en la hoguera del submundo…

Las cenizas de la inocencia

Después de la lluvia

El estigma de los perdedores tiene mucho de castigo autoinfligido. La cuestión es el prisma con el que se observan las cosas. En esta trama conocemos a los hermanos Canales. Uno va de ida y otro está de vuelta ( la cosa va más allá del sentido metafórico puesto que Paco, el mayor, regresa a casa después de años de resistencia político militar y cárcel).

Las oportunidades para la reconciliación ya sean entre amantes o para los hermanos son más sumas de voluntades que circunstancias esperadas como alineación de planetas o descifrados de mensajes que nunca llegan.

Claro está que la muerte de un padre nunca es el mejor momento para abordar con nueva felicidad naciente un abrazo entre hermanos, pero el asunto va más de esa fatalidad asumida de lo que no puede ser y que además es imposible.

Pero lo más curioso de esta historia es cómo en la sublimación de lo fatal, con la suma de nuevos acontecimientos que podrían conducirlos a lo peor, despierta ese brote de humanidad que se resiste solo cuando está a punto de ser aplastada.

El sentimiento de fraternidad pese a todo vuelve a florecer para emocionarnos desde esa impresión triste de que en muchas ocasiones, por desgracia, solo cuando algo esta a punto de perderse para siempre, descubrimos que era lo único necesario para encontrar algo de felicidad en el camino.

Después de la lluvia
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