Los 3 mejores libros de Ángel Gil Cheza

De la misma forma que presentar a los árbitros de fútbol con dos apellidos da un no sé qué de autoridad, el género negro español parece recuperar usos y costumbres ancestrales. Porque igual que antaño fueron Manuel Vázquez Montalbán o Francisco González Ledesma, nos topamos ahora con nuevos grandes referentes de doble apellido como Juan Gómez Jurado, César Pérez Gellida y Ángel Gil Cheza.

Quizás se trate de un acto de reverencia con aquellos otros que sondean primero el género policíaco más oscuro, con sus incipientes escenarios de lo criminal ibérico; o con sus pujantes e intrincados misterios rescatados desde los abismos del alma. O sin más, puede que lo común del primer apellido requiera de un refuerzo diferenciador en el segundo.

Claro está que muchos otros grandes autores actuales del híbrido que ya es el thriller policíaco como Javier Castillo, Dolores Redondo no tiran de este recurso.

La cuestión es que hoy estamos aquí para adentrarnos en el imaginario, la escenografía y el argumentario de un Ángel Gil Cheza que no para de crecer y de ganar adeptos con sus novelas que evocan lo siniestro más que plantearlo, con escalofriante elegancia, navegando por los océanos del mal con apariencia de odisea actual.

Top 3 libros recomendados de Ángel Gil Cheza

Otoño lejos del nido

Había un punto de mayor oscuridad en las novelas iniciales del género negro. Me viene al pelo haber citado antes a Vázquez Montalbán o a González Ledesma para recuperar ese aroma a cruda derrota de los héroes clásicos o de los policías buenos frente a un mundo salpicado siempre por corrupción e intereses.

En esta ocasión, para esta novela, no se trata de lo mismo sino de una evolución a peor, como ocurre con todo lo malo. Quizás se trate de eso, de que conforme más involucionamos como sociedad, más nos empeñamos en disfrazarnos de filántropos cargados de buenas intenciones y normas ad hoc de las que finalmente solo sacan tajada los de siempre. Bajo el crimen como la peor consecuencia de cualquier deriva egoísta, interesada o psicopática del ser humano, siempre resulta magnético descubrir las causas que nos unen en lo esencialmente humano entregado a miedos, culpas y otras ofrendas a lo macabro.

El destino une a Ivet, policía que se ve enfrascada en varios homicidios conectados desde lo casual-temporal hasta quizás lo esencial, con Edgar, un periodista empeñado en la dignidad de su oficio cuando la inercia y el vértigo empujan hacia todo lo contrario. Al otro lado de ambos un tosco criminal empeñado en aparentar la delicadeza de un gran asesino. Todo puede ser en este caso, desde las deudas de sangre hasta la adversidad tornada locura. La contingencia ubica a Ivet y a Edgar en medio del ojo del huracán, allí donde todo se observa con la tranquilidad y el silencio previo a la fatalidad más completa.

Otoño lejos del nido

El hombre que arreglaba las bicicletas

Un título con reminiscencias a cuento. Todo un acierto para la deliciosa combinación que se nos presenta en esta trama. Porque Gil Cheza ha sabido hacer mezcla perfecta hacia lo agridulce, con lo tragicómico en su sentido más preciso de ambivalencia.

Está claro que el protagonista de esta trama es el ausente, el finado. Y en su composición póstuma, en su legado, el autor ha sabido sintonizar con un extraño anhelo de inmortalidad de cada uno de nosotros. Lo que amamos en cada momento de nuestra vida, los escenarios de plazo vencido que alguna vez visitamos entre sueños o desvaríos. Las personas que alguna vez quizás se acuerden de nosotros todavía…

Fue bonito mientras duró, como se adivina en diferentes momentos de la novela, pero no se trata de considerar que lo bonito tenga que serlo forzosamente siempre porque lo importante es que lo fue en su fugacidad para que nunca deje de serlo. La cuestión es que ahí están las tres mujeres de la vida del protagonista. Ellas son los tres grandes amores. Con una se eternizó en la segunda, su hija. Y con la otra simplemente disfrutó de esa belleza de lo fugaz. Quizás se trate de que él pensaba poder divisar la escena del reencuentro.

La cosa es que sin un legado lo suficientemente atractivo para todas ellas, la coincidencia jamás se habría producido. Así que el plan queda bien perfilado para que no haya fallo. Desde ese momento todo el amor de un hombre que ya no está convive en la misma casa con vistas al mar, allí donde el hombre con más paciencia del mundo arreglaba las bicicletas para que jamás detuvieran más la cadencia de su pedaleo.

El hombre que arreglaba las bicicletas

Pez en la hierba

Adentrarse en el género negro y atreverse a recomponer o reestructurar tal como hizo Joel Dicker en su despegue mundial como bestseller.

Eso es un poco lo que se descubre en esta novela que combina focos diversos hacia la psicodelia de un lector atrapado entre fogonazos. Porque el pasado también es un gancho en esta trama, sin duda. Pero lo importante es cómo ese mal sin resolver de un tiempo remoto nos conduce por una Vila-Real actual fascinante, erigida misteriosamente sobre sus profundas cuevas en las que parecen aparcarse las almas, la culpas y penas por unos viejos crímenes echos ecos que reverberan por las galerías entre otros mitos y leyendas de ese submundo negro que contrasta con la luz cálida del Mediterráneo.

Miquel Ortells y Ainara Arza, unidos por esas casualidades que acaban siendo ineludibles hilos del destino. Desde la investigación de la muerte de las jóvenes de las que ya casi nadie quiere acordarse, hasta la escritura de una novela pendiente pasando por los avatares de un fútbol femenino. Todos esos focos dispares que el autor maneja y mueve embaucando al lector, presentándoles dispares ramificaciones que, sin embargo, van arraigando en unas mismas ideas, en nociones elementales sobre la vida, la muerte y el amor.

Pez en la hierba
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