La nueva elegida para el cíclico efecto explosivo del género de suspense es Katy Rose Pool. Porque no cabe duda que los lectores de thrillers, aun con claras evocaciones fantásticas en consonancia con tendencias actuales, están siempre deseosos de nuevas voces.
Escritores y escritoras que aporte su impronta, ese nuevo efecto de prestidigitadores de las palabras que los grandes y ya establecidos en la cumbre de los bestsellers tienen más dificil en su vertiente de sorpresa.
Kay Pool consigue aportar ese nuevo eco desde una propuesta novedosa que ya se anuncia como una serie y que empieza a causas los típicos efectos colaterales. Los que padecen los lectores demasiado veloces con crisis de ansiedad hasta que salga la nueva entrega.
Con tintes de aventura épica cargada de ambientación gótica pero sobre todo, mucho más allá de la escenografía, dotada de unas dosis de intriga embriagadoras, esta novela se devora como si sus casi quinientas páginas fueran poco más de diez.
El mundo presentado por la autora queda exquisitamente pincelado de su apariencia fantástica pero a su vez también nos va ganando desde la concatenación de personajes enfrascados en ancestrales luchas dicotómicas entre bien y mal, entre luz y oscuridad.
Solo que en esta ocasión la fragilidad del mundo se sostiene a medias entre las casualidades y los destinos, mediante equilibrios que el lector va descubriendo para acabar dejándose llevar por una narración que también resulta alegórica de nuestra realidad. Porque ellos somos nosotros, humanos todos quizás demasiado cerca de abismos que ni tan siquiera en pesadillas podríamos atisbar.
Todo estaba muy bien mientras el porvenir era reconvenido según la decisión de los sabios Siete Profetas. Pero ellos no eran eternos y una vez que abandonaron la escena, el caos amenaza con más brío que nunca, con toda ese energía contenida demasiado tiempo, con furia implacable…
Que todo esté perdido puede que dependa de eventos casuales. Casualidades que pueden no serlo tanto, porque ya Einstein llegó a determinar que Dios no juega a los dados. Y tampoco lo hace una autora que sí que juega con nosotros, invitándonos a descubrir a cada capítulo, como en una novela policíaca, qué es lo que esconde cada personaje…
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