El género fantástico es lo que tiene, cualquier supuesto puede convertirse en una historia interesante. El principial riesgo es la divagación o la pifia argumental, justificada y/o amparada en que en lo fantástico todo es posible.
Una buena pluma dedicada a escribir novelas de este género sabe que, precisamente por ese vasto terreno expedito para la creación, la historia debe sostenerse siempre en verosilimitud (que la cadena de acontecimientos se eslabone de manera natural) y en la integridad de la historia (que haya algo interesante que contar como fondo del fantástico viaje).
Esta joven autora sabe lo que se hace y se desenvuelve muy bien en el terreno de la fantasía al servicio de la literatura. En este libro Sortilegio, María Zaragoza nos presenta a Circe Darcal, una chica con un don muy particular que le permite percibir la realidad de una manera mucho más completa y compleja. En su entorno ordiario, esta capacidad no parece ser valorada, pero Circe ya intuye que su don debe tener un peso específico, una aplicación que todavía se le escapa.
Cuando la joven se marcha a la ciudad de Ochoa a estudiar, la misma urbe donde fueron asesinados sus progenitores, Circe empieza a encajar piezas de su puzzle personal, desde la parte emocional hasta esa especie de trascendental plan que la atañe a través de un don que ya sí, va mostrándose con un fundamento de peso.
Y en ese momento Circe dejará de ser una chica ordinaria para convertirse en una preciada ficha, dentro del tablero en el que se desarrolla una lucha atávica entre el bien y el mal. Con Circe todavía descubriendose a si mísma, abriéndose a su potencial, los acontecimientos se van precipitando sobre ella. Tendrá que poner todo de su parte para alcanzar ese equilibrio que la convierta en un ser especial, capaz de marcar las diferencias en la eterna disputa que se mueve paralela a nuestro mundo.
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