339 amaneceres sobre un lejano planeta azul al que perteneces. Abrir los ojos y descubrir tu mundo moviéndose sin tí, allí en su órbita puede ser maravilloso, o francamente alienante, según el primer pie con el que flotes al despertar.
Por lo demás, nada…, un entorno negro alrededor sobre el que parece reinar una gélida sinfonía de Wagner. Scott Kelly ha vivido todos esos amaneceres, con los inevitablemente variables estadíos emocionales.
En ocasiones pudo sentirse como un privilegiado ser de toda la civilización humana, como un guardián del planeta Tierra, a tropecientos kilómetros de ella. Pero en otros momentos la soledad acongoja, irremisiblemente. El conocimiento del miedo, alla arriba, requiere de experimentos y pruebas donde las cobayas solo pueden ser los mismos astronautas.
Y el espacio sigue sin ser nuestro medio natural. Ni tampoco hemos sido capaz de generar un espacio que mantenga nuestro organismo en correcto estado de funcionamiento (aquel que marca la ley de la gravedad para hacer funcionar todo tipo de «humores» internos)
Pero necesitamos saber…, y Scott estuvo dispuesto a pasar esos 340 días para que los científicos estudiaran su día a día, sus vivencias y las conescuencias finales (que siguen siendo un lastre físico y emocional)
Sobrevivir ahí fuera tiene mucho que ver con sobrevivirte a tí mismo. Fuera del magnetismo esencial, a la magia evolutiva que nos une al planeta no somos nada. La razón queda anulada por la magnanimidad de la obra de una energía o un Dios X. Dedicarte a tus rutinas como astronauta mientras el Universo parece contemplarte con sus ojos oscuros como a un extraño, no debe ser nada fácil.
Scott se sobrevivió. Todo él eran carencias y contratiempos para sí mismo. El espacio exterior no sabe de cuidar vidas más allá de los regazos de sus planetas respectivos. Pero Scott tenía una misión y se empeñó en sacarla adelante.
La única esperanza era ese brillo azul de planeta repleto de semejantes, entre todos ellos los más queridos, quienes buscarían en las noches sin nubes la última estela de vida humana en busca de más y más soluciones y respuestas.
Es más que probable que nuestro futuro esté ahí fuera. Ponle unos cuantos años más para comprobar que todo este se nos va quedando pequeño. Por eso Scott tuvo su misión. Después ya los científicos se ocuparán de buscar mejoras y alternativas. Astronautas como Scott transformados en el Colón de los espacios interestelares, en busca de otros nuevos mundos…
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