Pureza, de Garth Greenwell

Hay escritores que no presentan sus novedades en novela sino que regalan nuevas entregas de vida, de poesía descarnada en prosa, con sus escorchones y su pus, con humores de todo tipo que salpican como flujo, sangre o sudor. Es el caso de un Garth Greenwell que no se deja llevar por las corrientes superventas porque bastante tiene con hacer de lo suyo superventas por derecho propio.

Esa la premisa de la originalidad, no buscar el género sino hacer el género. Así es como la originalidad acaba vendiendo, aunque no sea por desgracia en todos los casos de tantos autores genuínos en su creatividad. Pero valga el ejemplo por todos los que aún están en el camino buscando fortuna, por los que desesperarán y desistirán y por los que también conseguiran su cacho de trascendencia.

Porque sí, tipos como Garth Greenwell son escritores de presa que te muerden la piel hasta el olor metálico de la sangre; hasta el dolor que alcanza la última capa de la dermis. Leer también es eso (o debería ser eso como punto de partida), sentir sobre todo, empatizar hasta el punto de la náusea o del orgasmo. Pruébalo en esta nueva novela.

Sinopsis

En la ciudad de Sofía se respiran los agitados aires de una democracia apenas estrenada. Por sus calles desfilan jóvenes estudiantes con canciones y proclamas a la conquista de nuevas libertades, mientras los viejos edificios socialistas se deterioran lentamente. En medio de esta atmósfera efervescente, Garth Greenwell da voz a un profesor estadounidense que ha logrado hacer de Bulgaria su hogar.

Al principio de la novela nuestro protagonista acaba de separarse de R., el único hombre al que ha amado con un sentimiento de pureza que ni siquiera creía posible. En esta nueva etapa de su vida, una serie de encuentros con estudiantes, otros escritores como él o amantes esporádicos ponen de manifiesto nuevas formas de intimidad, poder y deseo que le enfrentarán a sus cicatrices.

La aclamada segunda novela de Greenwell podría leerse como un libro de relatos o como una delicada sinfonía en tres movimientos. Con su habitual prosa sensual y detallada, Greenwell consigue plasmar sobre el papel los extraños dialectos del erotismo y el deseo en un texto de una fuerza extraordinaria, afianzando su posición como uno de los escritores que mejor indagan en los complejos resortes de la naturaleza humana.

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