Publicar con editoriales de autoedición

No sé cómo andarán las cifras de ventas, pero seguro que las editoriales de autoedición suponen una gran parte de los libros publicados ya en casi cualquier lugar del mundo. Y es que la literatura se democratiza. Porque todos tenemos algo que contar.

Se puede empezar a escribir porque sí, dejándose llevar po una pujante necesidad en ocasiones indeterminada. O quizás sea cosa de una buena idea que nos ronda la cabeza y nos atrevemos a acometerla por ver si somos capaces de darle forma. La cuestión es que una vez afrontada la necesaria tarea de liberación de toda suerte de ideas preconcebidas sobre el arte de escribir; después de estrujarse los sesos y equilibrar inspiración y transpiración en la medida que cada cual requiera, un buen día por fin llega ese libro.

Una obra que no duele como un parto, sin duda. Pero es algo que comparte una cierta similitud de alumbramiento para el mundo. Y claro, todos queremos lo mejor para nuestras criaturas.

Curiosamente la autoedición con la que tantos escritores comienzan su carrera literaria está pasando a ser una fórmula recurrente. De hecho se ha podido observar un procedimiento a la inversa. Porque si antes eran los escritores los que andaban en busca de editoriales, ahora son algunas editoriales de primer nivel las que crean sellos como paraguas que recogen a multitud de escritores.

Aunque, desde mi punto de vista, la idea de la autoedición tiene más sentido en editoriales más pequeñas y accesibles. Porque al final publicar con Caligrama, el sello vinculado con Penguin Random House, parece más como entregar un libro a una cadena de producción industrial que a un editor encargado de lanzar tu obra (hijo) al mundo.

Quizás se deba precisamente a una sensación de control de los procesos o a esa idea, hoy ya casi romántica, del trato más personal para un asunto como el que nos ocupa. Porque si nuestro hijo tiene problemas deberíamos ponernos a buscar soluciones. En ese sentido si nuestro libro presenta algunas carencias u ofrece potenciales mejoras, siempre podemos recibir una crítica al respecto desde un editor más cercano o desde su gabinete de corrección (o cómo quiera que se llame el departamento de turno).

La cuestión es poder presentar con orgullo nuestro libro. Ofrecer esa novela o ensayo a todo tipo de lectores en busca del fascinante feedback en forma de críticas de todo tipo que retroalimentan nuestro lado de escritor. Porque eso sí, cuando uno empieza a escribir la afición sigue llamando, anhelando hacerse oficio pero disfrutando siempre de ese tiempo en soledad entregado a relatar nuevos mundos.

Además de las editoriales de autoedición más conocidas, también tenemos la opción de la autopublicación. Y ojo que diferencio bien ambos términos autoedición vs autopublicación. Porque para nada es lo mismo. Cuando autopublicamos no nos ceñimos a estilo ni pauta alguna, lanzamos nuestra obra al mundo y que sea lo que Dios quiera…

Ahí es donde destaca la opción de Kindle para Amazon. Sólo frente al mundo tú mismo puedes subir tu libro para intentar venderlo en ebook y también en papel. Tiras de maquetación y diseños propios, esperando no haber metido mucho la pata, subes tu texto revisado por tu mismidad con la esperanza de haber sido lo suficientemente objetivo y capaz de detectar faltas y otros gazapos… Saltas al vacío sin un sello editorial detrás, pero vamos, la opción siempre está ahí para escritores kamikazes sin un mínimo de paciencia y esmero…

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