Todo gran autor de novela encuentra en el género de lo breve esparcimiento, liberación o hasta revelación.
De ahí que una gran autora como P.D. James también se prodigara en el relato o el cuento como ese espacio de reencuentro con la impronta o con las musas.
Porque cuando el argumento de la novela de turno se atascaba o cuando los personajes se amotinan sin visos de solución, nada mejor que abandonarlos a su suerte desenfocando la mente hacia otra trama más ligera y siempre satisfactoria.
El relato tiene ese no sé qué de placer breve, de onanismo literario que ofrece mucho con menor esfuerzo. Y claro está que pocos géneros más propicios para la narración breve que ese policíaco que plantea un reto rápido, apasionante, un placentero y sugerente ejercicio de deducción con el añadido del giro, mucho más fácil de insertar en el relato que en la novela.
«No duermas más», las palabras que aterrorizaron a Macbeth bien podrían aplicarse también a los personajes de las seis historias aquí recogidas: profesores autoritarios que reciben su merecido, matrimonios infelices e infancias desgraciadas que encuentran su revancha, el nuevo dueño de una mansión asesinado en la madrugada del día de Navidad, un octogenario que planea un exquisito castigo desde su residencia de ancianos…
La venganza —ese oscuro móvil— es el auténtico motor de cada una de estas tramas, en las que las penitencias impuestas a los culpables parecen estar dictadas más por las fuerzas invisibles de la justicia natural que por las de la ley humana.
P. D. James logró dotar a los clásicos de la edad de oro de la ficción detectivesca con una mayor hondura psicológica y moral, brindándoles así una segunda época de esplendor. En estos relatos maestros —siempre entre el homenaje y la ironía—, demuestra una vez más por qué está considerada unánimemente como la última gran dama del crimen.
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