Lo del enemigo en casa siempre funciona. Lo del ama de llaves como una siniestra amenaza que tú como lector pronto atisbas, pero que los personajes parecen no intuir, aún engancha más. El desasosiego más tenaz nos gana para la causa del morbo ante el desastre inminente. Lo de Shari Lapena queda en simple anécdota en cuanto al thriller doméstico cuando leemos a Freida McFadden.
Porque el asunto aún cobra otra dimensión de mayor suspense cuando es la intrusa más sigilosa quien te cuenta cómo ve el mundo. Ella te da las pautas para que entiendas por qué actúa con esa animadversión, ese odio, ese cúmulo de frustraciones ante las carencias familiares. Empatía siniestra.
Y sus planes… porque la doncella tiene sus planes para focalizar todo su odio. El leitmotif más marcado e imprevisible es el que puja con esa sensación de venganza sobre el destino propio. El mal se proyecta entonces como una envidia aniquiladora que se acomoda en la venganza más sibilina…
Top 3 libros de Freida McFadden
La asistenta
El peor de los caballos de Troya es una asistenta con oscuros intereses. Habría que tirar de psicotécnicos a la hora de meter a alguien en un hogar. La apariencia servicial puede esconder abyectos intereses en una mente anhelante de introducirse en una familia idílica para terminar por destruirla.
Todos los días friego la preciosa casa de los Winchester de arriba abajo. Recojo a su hija del colegio y preparo deliciosas comidas para toda la familia antes de subir a cenar sola en mi minúscula habitación del piso superior.
Intento no prestar atención a Nina cuando lo ensucia todo simplemente para ver cómo lo limpio. A las extrañas mentiras que cuenta sobre su propia hija. A su marido, que cada día parece más abatido. Pero cuando miro a Andrew a los ojos, castaños, encantadores y llenos de dolor, no me resulta difícil imaginar cómo sería vivir en la piel de Nina. El gran vestidor, el coche de lujo, el esposo perfecto.
Hasta que un día no me resisto a probarme uno de sus maravillosos vestidos blancos. Solo quiero saber qué se siente. Pero ella pronto lo descubre, y cuando me doy cuenta de que la puerta de mi habitación solo se cierra por fuera ya es demasiado tarde. Algo me reconforta: los Winchester no saben quién soy en realidad. No saben de lo que soy capaz…
El secreto de la asistenta
Engañar es fácil para los peores criminales. Siempre se ha dicho aquello de… parecía tan buena persona. Pero aún así seguimos fiándonos de una sonrisa, de un gesto amable. Y abrimos nuestras puertas al peor de los demonios…
Es difícil encontrar a alguien que te dé trabajo sin preguntar demasiado sobre tu pasado. Así que le agradezco al universo que, milagrosamente, los Garrick me hayan dado empleo limpiando su impresionante ático con vistas a todo Manhattan y preparándoles comidas sofisticadas en su inmensa cocina. Puedo trabajar aquí durante un tiempo, ser discreta hasta conseguir lo que quiero.
Es casi perfecto. Sin embargo, todavía no he conocido a la señora Garrick ni he podido ver lo que hay dentro de la habitación de invitados. Estoy segura de que la oigo llorar. Veo las pequeñas manchas de sangre en el cuello de sus camisones blancos cuando hago la colada. Y, un día, no puedo evitar llamar a su puerta. Cuando esta se abre lentamente, lo que veo lo cambia todo…
Es entonces cuando hago una promesa. Douglas Garrick se ha equivocado. Y va a pagar. Es todo una cuestión de hasta dónde estoy dispuesta a llegar…
la asistenta te vigila
Las peores alimañas lo estudian todo antes de atacar. En cierta forma por un instinto de supervivencia. Pero en el caso del ser humano es aún peor. Porque no hay que olvidar ese punto de recrearse antes de culminar el crimen, en la mente del psicópata.
Yo solía trabajar limpiando las casas de otras personas, ahora apenas puedo creerme que este sea mi hogar. La encantadora cocina, la calle tranquila, el enorme jardín en el que los niños pueden jugar. Mi marido y yo hemos ahorrado durante años para que mis hijos tengan la vida que se merecen.
Aunque siento algo de recelo hacia nuestra vecina, la señora Lowell, veo su invitación a cenar como una oportunidad para hacer amigos. Cuando su doncella abre la puerta con un delantal blanco y el pelo recogido en un moño tirante, sé exactamente cómo se siente. Pero su gélida mirada me produce escalofríos…
La doncella de los Lowell no es lo único extraño de nuestra calle. Estoy convencida de que alguien nos observa. Y cuando conozco a la mujer que vive enfrente, sus palabras me dejan petrificada: «Ten cuidado con tus vecinos».
¿Cometí un terrible error mudándome aquí con mi familia? Pensaba que había dejado atrás mis secretos oscuros. Pero ¿podría ser este apacible barrio residencial el sitio más peligroso de todos?