Dios escucha a Manuel Vilas. De hecho dialoga con él sobre mil y un asuntos pendientes. Y las redes sociales asà lo atestiguan. Vilas es el sueño de cualquier asceta alejado del mundanal ruido (salvo éxitos recientes que incluyen el premio Nadal 2023), con el agravio comparativo de que Vilas y Dios se conocieron entre el bullicio. Vilas también es Nietzsche, el único hijo bastardo de Dios. En ambos casos, en el pensador alemán como en el escritor oscense, se puede encontrar filosofÃa hilarante, agria lucidez y prosa poética a raudales.
Pero Vilas finalmente es Vilas, un escritor sin prejuicios, un librepensador y un exponente de la inclasificable generación de los que no tienen generación, ni etiquetas, ni perfiles. Vilas está de vuelta de todo pero no por ser más sabio, si no por estar hasta los…
Todo esto no es que me lo haya confesado él. Para mà es lo que se desprende de su lectura, una lectura ingeniosa que te conduce entre sobresaltos por el tortuoso camino de la liberación interior. Humor en ocasiones, ironÃa siempre como mejor herramienta para desnudar la tonterÃa, la postverdad o lo que toque.
La narrativa de ficción de Manuel Vilas es transgresora en la medida en que siempre asalta la realidad por todo flanco que levante ampollas y conflictos, pero que a su vez siempre sirve como apaciguante placebo contra la alienación y el adoctrinamiento en tantos y tantos aspectos de nuestra sociedad.
3 novelas esenciales de Manuel Vilas
Ordesa
La última novela de Manuel Vilas es, realmente, un comienzo, un punto de partida del autor, el personaje y su obra. Lo que ha hecho Vilas en este libro es un acto de caprichosa introspección. Caprichosa porque parece conducida por una mente que lo asalta con esos recuerdos que nos vienen con un olor, con un paisaje o una caricia. Lo que más destaca de esta novela es la intensidad.
En los escritos de Vilas, ya sea en periódicos o redes y como nó en sus libros siempre se adivina esa intensidad del alma entre las vÃsceras. Los personajes de Vilas son toda alma atrapada en lo orgánico, todo recuerdos que se embellecen por su aspecto entre idealizado y prosaico. Los escenarios de esta novela son lugares donde los fantasmas se dejan tocar por momentos.
La realidad sin embargo, por contraste con esa fricción con lo remoto, se hace por momentos tediosa. Los personajes padecen desarraigo y desencanto. Los perdedores sin embargo tienen una gran virtud, ya no se dejan engañar por nadie y, siendo consecuentes consigo mismos, acaban siempre siendo transgresores y desveladores del truco y la mentira.
Los besos
Anda Vilas con poco tiempo para casi nada. Porque últimamente va a superventas por año desde que llevara a medio mundo de paseo por Ordesa. Ahora quiere ponernos a besar, con la de mononucleosis que ronda por ahÃ… Pero Vilas siempre acaba ganándonos con su pluma desatada y su forma de contar las cosas como si fueran las últimas veces, los últimos besos y hasta el último dÃa.
Marzo, 2020. Un profesor abandona Madrid por prescripción médica, va hasta una cabaña en la sierra y conoce a una mujer apasionada quince años menor. Él se llama Salvador; ella, Montserrat, y entre los dos crece una confianza plena e inesperada, llena de revelaciones.
Sus encuentros son un gran baño de luz. Salvador se ilusiona y le cambia el nombre, la llama Altisidora, como un personaje del Quijote. Ambos se enamoran y construyen una relación madura, con las prevenciones propias de sus cuerpos y recuerdos: el pasado reaparece constantemente.
Los besos es una novela de amor romántico e idealizado, pero también de piel y amor carnal, de cómo en mitad de una crisis universal dos seres humanos intentan regresar a la patria biológica y atávica del erotismo, ese lugar misterioso donde hombres y mujeres encuentran el sentido más profundo de la vida.
El luminoso regalo
Victor Dilan, protagonista de esta novela, podÃa ser un representante de la generación beat a la española. Sus fundamentos vitales son la negación polÃtica y social y el sexo.
Y en eso, en el sexo, Victor explota al máximo su don, un magnetismo arrebatador que actúa con un efecto reclamo para toda mujer. A Ester le pasa lo mismo con los hombres… El destino de ambos estaba escrito. Los dos se van abriendo paso hasta atraerse indefectiblemente.
El mundo se prepara para la implosión sexual de estos dos seres destinados a desencadenar una nueva era o a provocar la extinción de la humanidad. Victor y Ester tienen entre sus manos y sus piernas todo el poder de la galaxia, tan fugaz y tan eterno…
El desgaste por rozar sin alcanzar la inmortalidad cobra sus facturas. Deseos que amanecen como el último dÃa de nuestras vidas, implosiones y temblores de la carne trémula. El sexo lo es todo en los momentos en los que las pulsiones nos insisten en la máxima representación de supervivencia de la especie.
Otros libros recomendados de Manuel Vilas…
Nosotros
El mayor de los amores puede ser inmisericorde y destructivo llegado el momento de la ausencia. Aquellos enamorados que paseaban juntos y que no necesitaban más contexto, más hábitat ni más hogar que sus manos o sus brazos de repente desaparece. Y solo queda uno que no es nadie.
Habitar el mundo entonces es convertir el futuro en pasado capaz de regresar desde los sueños. Y como quiera que toda realidad es subjetiva, la existencia se rehace desde una visión tan demencial como necesaria. Porque nadie tiene receta para sobrevivir al amor más perfecto. Porque precisamente lo era porque se sabÃa caduco. Una vez vencido su plazo el soliloquio necesita reconvertirse en diálogo, a costa de dejar de transitar la realidad que la mayorÃa percibe.
Irene cree haber vivido el matrimonio más perfecto del mundo. Años de absoluta entrega y pasión entre dos seres humanos, asà evoca ella su amor con Marcelo, su difunto marido. TenÃan una conexión que maravillaba y extrañaba a su cÃrculo más cercano: era una pareja que vivÃa el uno para el otro, como si cada dÃa fuera el primero. Esta relación, la mayor de las historias de amor, los mantuvo aislados de su entorno, en los márgenes de la realidad común.
Los inmortales
Wells nos condujo al año tropecientos, hasta un futuro con cambio de época en nuestro planeta. Vilas hace lo propio. El año 22011 terrÃcola será un tiempo en el que poco seremos ya.
Algún estudioso friki quizás todavÃa se moleste en patear piedras en busca de alguna vetusta moneda de euro o de algún cerebro humano del siglo XXI. Y sus conclusiones quizás acaben mezclando ligeramente conceptos.
¿Qué les importará a los seres del futuro Don Quijote? Quizás un descubrimiento sobre este libro pueda ser asociado a un folleto de McDonald´s que apareciera azarosamente a su lado.
Nuestra memoria más digna estarÃa en ese caso en tipos como Vilas, cuyo libro Los Inmortales da buena cuenta de lo que fuimos a todos esos listillos del Siglo nosécuántos.
Posmodernismo y egolatrismo. Lo que seamos en nuestra ausencia, en un futuro lejano, bien puede ser una sinfonÃa de wagner o el reggaeton, lo que tenga suerte de trascender finalmente.