Hablar de esos grandes escritores y precursores del inagotable género negro actual como fueron Dashiell Hammett, James M. Cain o Raymond Chandler y obviar a Jim Thompson, no es de recibo. Al menos estos cuatro ocuparon las más gloriosas páginas de este género hasta finales de los 50 y 60.
Así que hoy traigo aquí al cuarto (y a un similar nivel) gran escritor del género policíaco «gris», ese que empezó a sentar las bases de la novela más negra en sus vertientes actuales más desinhibidas que apuntan hacia la violencia y el gore como horizonte del mal trasladado a la ficción.
El caso de Jim Thompson es el de un escritor de raza, interesado ya desde sus primeros relatos por los sucesos y el mundo del hampa. Desde su infancia, el pequeño Jim vivió diversos vaivenes económicos de un padre aficionado a partes iguales al politiqueo y al dinero fácil, incluso ejerciendo como Sheriff.
Así que Jim no fue un chico orientado hacia la formación académica. Sin embargo su afición a la lectura y sus dotes redactoras pronto manifestadas le sirvieron para encontrar primeros trabajos en prensa a la vez que publicó algunos relatos ya policíacos.
Durante su juventud y hasta casi los cuarenta años, Jim Thompson compatibilizó diversos trabajos de toda índole a la par que se asomaba al alcoholismo y a ciertos desempeños en el mercado negro del alcohol que acabaron causándole más de un problema.
Con su mujer y sus tres hijos, y ya bien adentrados en la década de los 40, Jim marcha a Nueva York donde por fin escribe su primera novela, más allá de tantos y tantos relatos previos con los que iba ganando algún ingreso socorrido.
Su mayor dedicación novelística no acabó de aparcar sus problemas con el alcohol y algunos otros episodios conflictivos también en lo político y por la tragedia familiar con el suicidio de su padre.
Con este bagaje vital se puede entender que las novelas venidas desde entonces destaquen por ese halo de novela negra fatalista, de submundos salpicados por la derrota, la supervivencia, el odio y la corrupción. Un auténtico retrato suburbial extendido a cualquier esfera social, con los típicos lazos que vinculan el poder con el hampa, donde la vida solo es cuestión de dinero y el dinero solo es cuestión de ambición desmedida y poder.
Quizás algunos casos sean resueltos, pero la resolución en las novelas de Jim Thompson siempre deja un sabor agridulce, como de justicia a medias o simplemente de venganza como único sistema posible de justicia.
Top 3 novelas recomendadas de Jim Thompson
1280 almas
Esta novela abunda en esa idea de grandes espacios abiertos, de ambientes sosegados, como en calma chicha que augura la tormenta que te invita a seguir leyendo. La aparición de Nick Corey, el Sheriff de Potts County prolonga esa idea inicial de sosiego.
Hasta que empezamos a ver cómo el tipo maquina para seguir siendo la ley ante los 1.280 habitantes de la ciudad. Nick considera que sólo él puede seguir manteniendo el orden necesario y cualquer atisbo de injerencia se acaba transformando en un desafío. Hasta que Nick decide tomar cartas en el asunto y actuar soterradamente para perpetuarse en su trabajo.
Si se trata de elegir al Sheriff, Nick Corey sabe que tan solo debe encargarse de algún posible conato de insurrección para que todos vuelvan a confiar en él. La contradictoria figura del Sheriff apunta a una metáfora del propio padre del autor.
Y lo cierto es que ese aspecto autobiográfico supone un punto descarnado, desencantado, nihilista que acaba traduciéndose en una novela negra magistral.
El asesino dentro de mí
Si te gustó 1280 almas, esta novela escrita bastantes años antes también se plantea en parecidas circunstancias. Probablemente se trate de nuevo de una novela en parte homenaje a su padre, el Sheriff de mano dura para su ley y de mano blanda para todo subterfugio legal que pueda derivar en beneficio propio. Viajamos hasta Central City, en Texas.
El encargado de ejecutar la ley es Lou Ford, un sheriff aparentemente a la vieja usanza, encargado de imponer su templanza para el fin último de la ley. Solo que Lou Ford convive con su vieja culpa, una reminiscencia asesina que lo condujo a matar hace bastantes años.
Puede ser que Lou sufriera un brote, o tal vez se tratara de una psicopatía en latencia que parece querer volver a irrumpir en la conciencia de Lou. Se puede mantener a raya a la bestia durante algún tiempo, pero al final siempre sale a por más.
Desde su posición de representante de la ley, su bestia interior irá encontrando excusas para aplicar justicia sumaria a muchos de sus vecinos… Y parece que nade pudiera detenerlo.
Hijo de la ira
La última novela escrita por Jim Thompson es una despedida por la puerta grande. A ver… no quiero decir que sea su mejor novela, pero la brutalidad, la transgresión incluso, la violencia sin paliativos y ese punto de psicopatía traumática como fundamento del mal supone un argumento de despedida como un brindis de desencanto total.
Allen es un chico negro adoptado por una mujer blanca que nunca quiso ser madre sino más bien encontrar alguien indefenso en el que volcar su odio.
Y claro, Allen, una vez sobrevivido como adulto al dominio de su madre, se convierte en el monstruo sin filtros, en el asesino cruel por antonomasia, en el humano sin espacio para la moral en su alma completamente oscurecida por un mundo atroz.
Una historia dura que no siempre gusta pero que finalmente apasiona a los grandes aficionados al género y a los apasionados de este autor.