Netflix busca grandes historias que contar con las que afianzar suscriptores y ganar nuevos, en una nueva filosofia que va de las series al cine, en parte culpa de la Covid.
Y la literatura siempre es una gran fuente desde la que guionizar pelis con poso más allá del argumento fácil de los efectos especiales que en la gran pantalla puede funcionar pero que para los nuevos sistemas de visionado cojea bastante como gancho final. A los hechos me remito en el caso del brillantísimo largometraje español «El hoyo«, top mundial de la mano de esta plataforma.
Pero en lo estrictamente literario como punto de partida para exitosas adaptaciones, fue primero el caso de Elisabet Benavent, entre otros, y es ahora el caso de Carlos Montero. Y mira que su novela llevada a la pantalla ya tiene sus añitos. Pero insisto en que las plataformas buscan ahora petróleo, argumentos redondos, historias poderosas para ver en la tele o en la pantalla de un smartphone bajo la suscripción de rigor…
Centrándonos en el autor de marras, don Carlos Montero, lo suyo ha sido un viaje de ida y vuelta desde lo audiovisual al papel. Su vocación cinematográfica y televisiva lo llevó al descubrimiento de que contar historias también tiene, en su versión novelística, un encanto especial para quien tiene el don de saber contarlas. Ahora, en pleno viaje de vuelta con sus novelas al celuloide (sin duda una sinécdoque en vías de extinción en este mundo digital), ya se considerar al creador todoterreno, capaz de desenvolverse indistintamente en cualquier ámbito.
Con tan solo dos novelas publicadas, Carlos Montero ya augura esa próspera carrera literaria. Porque cuando alguien tan creativo como este periodista y reconocido guionista de series y películas descubre el gusto por la narración (con el respaldo abrumador de lectores por supuesto), seguro que sigue escribiendo novelas tan fascinantes o más que sus precedentes.
La cuestión es que viendo la progresión de Montero, quizás estemos ante un nuevo Andreu Martin, con esa capacidad para compaginar facetas creativas y con una creciente tendencia al género negro o al menos a tramas oscuras e inquietantes en las que el ritmo vertiginoso de quienes llegan desde el mundo del guión, sirve para la causa perfecta de la intensidad de la obra.
Sea como fuere, seguro que tendremos que dar cuenta en este espacio de todo lo nuevo que vaya llegando de este ya muy valorado escritor.
Mejores novelas de Carlos Montero
El desorden que dejas
El estallido del novelista. En su segunda ocasión, desmintiendo aquello de lo poco fructificante de las segundas oportunidades, Carlos Montero escribió un novelón que acabó consiguiendo el Premio Primavera de novela 2016. No es que su otra novela no sea buena, pero “El desorden que dejas” está más elaborada y está dirigida ya sí a un público adulto.
En esta ocasión, con las mimbres más prietas en la construcción del oficio de escritor, Montero tiró de la voz directa de la protagonista para ganar ese punto de intensidad del relato contado de boca a oreja. El concepto de suspense en esta novela alcanza cotas inimaginables conforme acompañamos a Raquel en su nuevo puesto de trabajo como profe de literatura. Porque antes que ella estaba Elvira, quien acabó segandos su propia vida dramáticamente.
Todavía con el nudo en la garganta, Raquel descubre una nota macabra que haría salir de ahí al más pintado. Tan solo es un interrogante pero tan inquietante como la propia certidumbre de la muerte inminente: ¿Y tú cuánto vas a tardar en matarte? Desde ahí nos lanzamos a una investigación encabezada por la propia Raquel. Porque hay demasiadas cosas que no encajan. La realidad del instituto, los alumnos no tan problemáticos como pudieran aparentar… Quizás todo provenga de su marido, porque precisamente es su pueblo natal el lugar en el que, casualmente encontró destino como profesora tras constantes intentos infructuosos.
La sospecha se convierte en psicosis, en duda razonable, en terror psicológico transmitido desde Raquel al lector con la piel de gallina. Hasta la certidumbre final, abierta como un giro que marea y desquicia. El problema es que el lector puede ir unos pasos por delante de Raquel, sin poder avisarla, sin poder evitar el desastre inminente, como en las películas en las que nos empeñamos a grito pelado, en alejar a la potencial víctima del asesino que espera a la vuelta de la esquina o en el propio armario de casa.
Los tatuajes no se borran con láser
La primera novela de Montero tenía mucho de esa sensación de traveling cinematográfico en torno a sus personajes. Ritmo muy vivo y cambios de escena para una acción trepidante. Focos cambiantes para ir componiento el todo de la historia, con esa confluencia final de tramas que sorprende con la potencia del giro también cinematográfico.
Además de ese brío inigualable del guionista puesto a novelar, el argumento tiene la solidez de las buenas novelas de personajes, con sus protagonistas levantados desde una caracterización increiblemente empática para afrontar la exposición al misterio, a los miedos y peligros, desde ese punto de inflexión que trastoca la vida de todos.
Porque Pablo y Petra poco pueden imaginar esa doble vertiente de su hija Asia, la chica razonablemente normal para su adolescencia. Y tampoco Quique, el guionista de la serie que triunfa entre los jóvenes, podría jamás suponer que su vida está a punto de implosionar justo cuando se cruce con Asia..