Que bajo el personaje en ocasiones histriónico y siempre sorprendente de Boris Izaguirre se escondía y se esconde una persona de gran sensibilidad es algo que se intuía incluso desde ese gusto por lo ostentación y la sobreactuación del monstruo televisivo.
Su condición de finalista del premio Planeta en 2007 vino a ratificar esa idea del personaje y la persona como una dualidad novelesca, en sintonía con otros escritores llegados desde la televisión como el ministro de la brevedad Maxìm Huerta o hasta Isabel San Sebastián.
Después ya vienen los libros y sus diferentes géneros que acojen a estos autores llegados desde plataformas más accesibles pero que definitivamente ratifican una valía que los mantiene ahí, en una carrera literaria mucho más allá del aprovechamiento del tirón mediático.
En el particular caso de Boris Izaguirre la literatura es además ese punto de transformación creativa. Si bien los orígenes como guionista de telenovelas se ajustaban al patrón de la sencillez argumental necesaria para un serial, la maduración de sus novelas aporta un nuevo aire más complejo y dramático a ese amor considerado como leitmotiv de su bibliografía de ficción.
Más allá de la novela, también Boris Izaguirre ha escrito ensayos o libros de investigación de carácter social y y cultural.
Top 3 libros recomendados de Boris Izaguirre
Villa Diamante
Una novela con regusto a la María Dueñas de El tiempo entre costuras. Si bien las dos novelas plantean muy dispares tramas, los escenarios temporales parecen hermanar estas dos historias a uno y otro lado del Atlántico.
Porque en ambos casos hay adversidad como némesis de los tiempos que corrían y de los destinos políticos español y venezolano… En Villa Diamante acompañamos a las hermanas Irene y Ana en su tortuoso camino en el que tan solo el horizonte de una casa que sublime todas sus penas, culpas y miserias acabe eriguiéndose como ese fin último de la cada que cada uno construimos en nuestro interior.
Villa Diamante pasa a ser una nueva casa de los espíritus que apunta hacia la sublimación de toda tragedia, siempre latente incluso en los momentos de prosperidad.
Tiempo de tormentas
Merece la pena acercarse a esta vida novelada del personaje hecho persona. Los tiempos en los que Boris Izaguirre tuvo que sobrevivirse a sí mismo.
El personaje en sí de Boris Izaguirre se compone de esa miscelánea de lo auténtico, de lo descarado, de lo jocoso y de lo profundo cuando toca. En este libro encontramos los motivos para la mezcla, para la configuración de la persona y del personaje, que, de manera tan especial hace un todo sin dobleces incluso en las contradicciones naturales del ser humano.
En el fondo Boris sabe que tuvo suerte de nacer en la cuna que nació. Más que nada porque, frente a lo que muchos otros pudieron pensar en su momento, su homosexualidad venía de serie, nada que ver con la obtusa idea de que unos padres liberados pueden derivar en un hijo de sexualidad minoritaria (o algo así, sabe Dios lo que albergarán ese tipo de mentes elucubrantes sobre la naturaleza y los destinos de los demás…)
Boris nos habla de ellos, de sus padres. Belén, la famosa bailarina y Rodolfo, cineasta. Su vida se compone gracias a ellos de ese brillo del celuloide y los focos de las tablas… ¿Cómo no ver el mundo pues como esa tragicomedia en la que vivir es un papel que interpretar y dignificar?
Pero ante las mentes obtusas antes citadas, lo cierto es que especialmente su madre Belén tuvo que actuar como esa primer baluarte defensivo contra un mundo empeñado en señalar las diferencias para tratarlas como odiosas anomalías en sus iderarios enfermizos.
Más allá de sus vivencias tan vinculadas a sus progenitores, Boris también nos habla de sus primeros pasos en todo, en el amor y en el sexo, con infaustos recuerdos incluídos; de su etapa como redactor y de su llegada a España; de su esplendoroso paso por televisión mientras perfilaba su asalto a la literatura; de muchas vivencias e impresiones sobre ese apasionado mundo que Boris alberga en su simple mirada.
Y de repente fue ayer
Unir Cuba y literatura últimamente me evoca a ese realismo sucio de Pedro Juan Gutierrez o de Tomás Arranz. Así que siempre está bien girar el foco para disfrutar de otro tipo de historia sobre la isla por excelencia. En principio esa particular idiosincrasia de la supervivencia feliz de Cuba sigue conformando una maraña que atrapa cualquier trama construída en el entorno. Y Boris Izaguirre no renuncia a ella.
Pero el meollo de la historia va de otra cosa. Entre estas páginas vamos conociendo a Efraín y a Óvalo, dos tipos unidos por grandes ideas, adaptados y resueltos en el estilo de vida cubano pero sobre todo decididos a sacar adelante su proyecto cinematográfico. Entre ambos aparece Aurora. Y cómo su propio nombre indica, un nuevo amanecer intenso cambia todo a partir de entonces…