Hay autores que se esconden tras sus mejores obras. Es el caso de Aldous Huxley. Un mundo feliz, publicada en 1932, pero con carácter atemporal, es esa obra cumbre que todo lector reconoce y valora. Una novela trascendentalísima de ciencia ficción que ahonda en lo social y lo político, en la perspectiva ya intuida en esos inicios del siglo XX sobre lo que podría llegar a ser la civilización humana a resultas de su organización social cada vez más burocratizada e inaccesible para la mayoría de sus miembros.
El encaje del individuo en la moral imperante, en la legislación pertinente y en los sistemas de organización planteados siempre resulta un difícil acomodo. El ser humano, por naturaleza siempre contradictorio, difícilmente puede someterse a dictados permanentes, a no ser que los dirigentes sean capaces de conseguir un efecto, un engaño, un truco para someternos a todos.
Y allá por el siglo XX autores como el propio Huxley o George Orwell plantearon lo que esperaban de un futuro distópico, sometido a neolenguaje y postverdad. En la actualidad no pocas veces nos descubrimos inmersos en ese futuro que es nuestro presente, alcanzado como una profecía autocumplida expuesta por autores como estos dos anteriores y algunos otros que profundizaron en la ciencia ficción política.
3 novelas imprescindibles de Aldous Huxley
Un mundo feliz
No podía ser de otra forma. En primer lugar del ranking de este autor y probablemente dentro de cualquier ranking un poquito más amplio de literatura del siglo XX. Que sientes frustración, toma una dosis de soma y reajusta tu pensamiento hacia la felicidad que te ofrece el sistema.
Que eres incapaz de realizarte en un mundo deshumanizado, toma doble dosis de soma y el mundo acabará abrazándote en un fastuoso sueño de alienación. La felicidad realmente nunca fue otra cosa que un ajuste químico. Todo lo que ocurra en torno a tí es un previsible plan general con pautas básicas a medio camino entre el estoicismo, el nihilismo y un hedonismo químico…
La novela describe un mundo en el que finalmente se han cumplido los peores vaticinios: triunfan los dioses del consumo y la comodidad, y el orbe se organiza en diez zonas en apariencia seguras y estables. Sin embargo, este mundo ha sacrificado valores humanos esenciales, y sus habitantes son procreados in vitro a imagen y semejanza de una cadena de montaje.
La Isla
La explosiva idea de Un mundo feliz, su extraordinaria exposición y la increíble repercusión social siempre debió quedar insertada en el imaginario del autor. Revisitar una obra redonda no puede ser fácil, así que mejor no sucumbir a la idea. Pero Huxley, en un arrebato de buen ánimo, pensó en escribir sobre la utopía que pudiera superar la distopía de su gran obra.
La isla representa ese posible mundo donde el ser humano puede realizarse y ser feliz en esos momentos en los que la vida permite ser feliz, mientras que de la tristeza se pueden sacar aprendizaje y sabiduría. El equilibrio de la autorrealización. Aunque realmente, pecando de utópico pero no de idealista sentimentaloide, Huxley también dejo entrever en esta novela que los riesgos siempre están ahí.
En la utópica isla de Pali, en un imaginario Pacífico, el periodista Will Farnaby descubre una nueva religión, una nueva economía agrícola, una sorprendente biología experimental, y un extraordinario amor a la vida. Exacto reverso de Un mundo feliz y Nueva visita a un mundo feliz, la isla reúne todas las reflexiones y preocupaciones del último Aldous Huxley, sin duda uno de los autores más audaces e interesantes del siglo XX.
De este contraste se deriva fácilmente una reflexión sobre los valores que encarna Farnaby, los propios del mundo occidental, y que los cuestione. El diálogo entre esta exótica isla y el mundo occidental pone de manifiesto, sobre todo, la vida en Occidente y los riesgos que eso supone para el ser humano.
El tiempo debe detenerse
Hay más vida en Huxley aparte de la Ciencia Ficción. Realmente creo que todo autor de ciencia ficción acaba siendo un filósofo en potencia que plantea hipótesis sobre el ser humano en el mundo. Porque en realidad, el mundo, el cosmos nos es algo completamente desconocido, y de aspectos desconocidos siempre versa la Ciencia Ficción.
Por eso en este caso, descubrimos una brillante obra sobre el ser humano, su crecimiento, su aprendizaje y el mundo subjetivo creado por nuestra civilización. Sebastian Barnac tiene diecisiete años. Es un adolescente extremadamente tímido, guapo y con alma de poeta, que inspira cariño y ternura por sus facciones infantiles. Un verano viaja a Italia y en ese momento empezará realmente su educación.
Bruno Rontini, un piadoso librero que le enseña sobre lo espiritual, y el tío Eustace, quien lo introduce en los placeres profanos de la vida, serán sus maestros. Pero todo ello tan sólo es el pretexto para que Aldous Huxley cree una obra que va mucho más allá: una novela de ideas, una novela de caracteres, una crítica de la historia humana y un viaje a la realidad de lo desconocido; una novela que desgrana el comportamiento humano hasta que, en el epílogo, muestra, a la vez, toda su grandeza y toda su miseria.
Publicada por primera vez en 1944 y considerada por el propio Huxley como su mejor novela, El tiempo debe detenerse parte de los celebrados versos de Shakespeare y, desde una ventana fascinante a la sociedad inglesa de los años veinte, nos impresiona por la genialidad de Huxley como narrador y creador de situaciones dramáticas, pero también, y sobre todo, por su asombrosa indagación en las contradicciones de la filosofía del siglo XX, la verdadera naturaleza del dolor, la esperanza y el tiempo.