Los 3 mejores libros del extraordinario Aleksandr Pushkin

1799 – 1837… Por simple cronología, Aleksandr Pushkin adquiere ese rol de padre de la gran literatura rusa que llegó después a manos de Dostoyevski, Tolstoi o Chejov, ese triunvirato narrativo de las letras universales. Porque, pese a la disparidad temática y el cambio de enfoque propio de los tiempos de cada narrador, la figura de Pushkin supuso alimento e inspiración, punto de vista crítico orientado en su pluma hacia un romanticismo que se fue tornando más crudo, hasta ese realismo crudo adaptado al imaginario de cada uno de los tres grandes posteriores.

Desde su amable cuna aristócrata, Pushkin acabó ejerciendo sin embargo como narrador crítico, siempre desde ese punto romántico latente siempre en el autor gracias a su educación refinada y su primera orientación poética.

Pero el romanticismo también puede ser una potente herramienta ideológica que invada desde las emociones a los lectores. Y bien que interpretaron esa posible intención los censores del Zar que siempre lo tuvieron en el punto de mira como foco de posibles sublevaciones.

Siendo apartado de los centros neurálgicos sociales y políticos, sin poder tomar medidas drásticas contra él por sus orígenes aristocráticos, Pushkin fue orientando su producción narrativa hacia un pujante realismo salpicado de su irrenunciable admiración por esa especie de costumbrismo mágico, plagado de mitos y leyendas, propio del romántico de formación que siempre fue.

Top 3 libros recomendados de Aleksandr Pushkin

La hija del capitán

La novela histórica puede pecar de algunos defectos que la acaben convirtiendo en un mero libro de entretenimiento local. Porque no siempre nos tiene por qué interesar lel devenir de un lugar lejano.

De hecho las descripciones de un mundo ajeno pueden provocar el efecto final del abandono de la lectura. De ahí que la maestría de un Pushkin capaz de adentrarnos desde la primera página en las particularidades de esta historia, destaque sobremanera.

El amor romántico de Piotr y María, la consabida hija del capitán, nos mueve por una novela de constantes aventuras épicas, de batallas y duelos en un Oremburgo por momentos mágico, sumido entre una niebla donde conviven los convulsos momentos de la rebelión de Purgachov y un particular imaginario de Pushkin en el que conviven los posos románticos y su nuevo carácter narrativo hacia el realismo crítico con las circunstancias de tantos y tantos rusos renegados por su condición en una pirámide cada vez más vista como la injusta creación que desembocaría en revoluciones posteriores.

El amor acaba triunfando en la novela, pero quizás como excusa para plantear un nudo narrativo que va mucho más allá y que enfrenta pasiones e idealismo a poder y viejas costumbres. Posiblemente se trate de una novela iniciática en esa necesaria transición entre corrientes creativas, en este caso desde el romanticismo ensalzador de la individualidad hacia el idealismo colectivo de defensa del ser humano.

La hija del capitán

Eugenio Onegin

En ese espíritu sometido a la dicotomía entre romanticismo y realismo, Pushkin presentó un fascinante compendio lírico en una novela que avanza a golpe de soneto, cual canto épico griego transmutado hacia la historia de dioses más tangibles, de inviduos nacidos desde esa especie de misticismo romántico hacia su superación como individuos enteramente sociales.

Oneguin aparece como un tipo ocioso de la clase alta rusa de la época. En principio Oneguin nos representa al ocioso despreciable, pero sin embargo vamos descubriendo poco a poco en él al desencantado de las formas, al ser liberado y entregado a un libre albedrío frente a las cadenas de la realidad más prosaica.

Su enamoramiento con Tatiana acaba sirviendo a la causa de una liberación femenina, pues la figura de una chica capaz de marcar sus designios amorosos resultaría francamente chocante.

Un cierto toque liviano, necesario para la estructura lírica  y detalles deliberadamente fantásticos que invitan a una visualización simbólica de la historia terminan por dibujar una de esas novelas distintas, rompedoras y todavía hoy consideras como pieza esencial en todo proceso de exploración creador.

Eugenio Onegin

Boris Godunov

No todo es novela… En el caso de Pushkin necesariamente. Porque esta obra de teatro adquiere el brillo de la dramaturgia concebida como escenografía de la vida. Una obra escrita desde la intensidad del autor convencido de que solo la crudeza del realismo más intenso puede alcanzar en las tablas el valor de obra trascendente.

Solo que su naturaleza crítica, su visión contra la ideología y moral propia de su tiempo era tan evidente que Pushkin la mantuvo oculta, esperando el momento en el que su visión dramática absorbiera su manifiesta intención concienciadora.

Claro está que ese momento se correspondería a un futuro más avanzado que no le correspondería, así que finalmente la presentó frente a todo y contra todos pocos años antes de su muerte.

Como un Shakespeare del Este, empeñado en mostrar las inquietudes más intensas del pueblo ruso, con esta tragedia en torno a viejos conflictos de poder nos acercamos a la pujante idisincrasia de uno de los pueblos más dirigidos siempre a la revolución frente a los constanes abusos de poder.

Boris Godunov
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