La temática de esta novela se me disfraza bajo el título de una famosa canción de The Clash, «Should I stay or should I go?» (¿Debería quedarme o debería irme?) Es por esa connotación a la duda, a esa mezcla de esperanza y oscura certeza de que nada te invita a que te quedes en la que fue tu tierra y tu casa.
La emigración es un fenómeno alienante ya desde tiempos de Moisés. Una vez hecho el petate, atrás quedan recuerdos, morriña y un innegable punto de rencor por el proyecto de vida incompleto frente a otros que te fuerzan o impelido por circunstancias adversas.
Y Jorge Fernández Díaz aborda el dilema de la migración con un extraño sentimiento de ida y vuelta, bajo un estilo prácticamente cronístico que termina por adentrarse en nuestra piel gracias a su presentación finalmente novelada exhuberante en detalles, descripciones y sobre todo sensaciones de los protagonistas. Porque se trata de capítulos de vida de su propia madre, retazos de miseria y esa herencia narrada como experiencia vital en funambulismo de supervivencia.
Desde la Asturias sumergida en la más honda dictadura de Franco, el futuro parecía tiznarse con el negro del carbón de la región. El futuro de una familia de campo no invitaba a pensar que algo pueda ir mínimamente mejor, así que la pequeña de la casa, Carmen, aún menor de edad, se embarca hacia Argentina, en espera de que la sigan el resto de familiares.
Pero nadie llega y el otro lado del mundo parece un lugar inhóspito en el que la joven tan solo puede empeñarse en sobrevivir. Con el más profundo tesón de una joven en las circunstancias sociales tampoco muy favorables de la Argentina regida por Perón, Carmen va encontrando esa réplica de hogar levantado poco a poco gracias a su impronta vital.
Y en ese nuevo existir de la nada vamos encontrando a otros interesantes personajes que pivotan en torno a esa mamá generadora de esperanza pero sin duda atada a esa renuncia, a esa ruptura remota que anida en el corazón de todo migrante.
El propio autor también hace su cameo como hijo que es de Carmen, encontrando al amparo de la figura materna esa especie de justificación vital a medio camino entre una suerte de desarraigo heredado y la natural conciencia de quien tiene ya el camino expedito para escribir su vida.
De los días de Carmen a los días de sus hijos, de la España y la Argentina que fueron a los nuevos países actuales. Patrias casi siempre levantadas desde la voluntad más firme, la de aquellos que tuvieron que recomponer sus vidas saliendo de su primer hogar ayer, hoy y siempre.
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