Los buenos hijos, de Rosa Ribas

De eso se trata incluso en las mejores familias. Las apariencias mandan. Y precisamente por eso es ahí donde el extrañamiento y la alienación de lo que debiera ser marca, porque antaño todo era bien distinto. Hubo un tiempo en que familia era sinónimo de confianza, de sinceridad. Todo voló por los aires con los cambios que llegaron como ese viento frío que lo corta todo…

Había petróleo en lo de plantear una saga familiar en paralelo con una agencia de detectives. Rosa Ribas lo sabía. Costumbrismo y Noir como lineas entrelazadas que desconciertan como un sugerente plato de nouveau cuisine al que llegamos en esta segunda entrega aún recelosos del encaje de la obra. Hasta volvemos a catarlo y definitivamente el paladar literario ya no vuelve a ser el mismo.

Nora se ha incorporado a la agencia de la familia, Hernández Detectives, tras su misteriosa desaparición, de la que se resiste a hablar. Mientras, los Hernández siguen ocupándose de algunos casos rutinarios. Hasta que un día solicita sus servicios un matrimonio que quiere saber por qué se suicidó su hija adolescente. Esa investigación va a cambiar la vida de los Hernández para siempre.

Mateo, el padre y director de la agencia, asigna el caso a Marc, quien, gracias a las brillantes intuiciones de Lola, la madre del clan, averiguará que la chica llevaba una doble vida. Los padres de la muchacha, avergonzados, retiran el encargo, pero los Hernández no quieren detenerse; no sospechan el precio que pagarán por llegar demasiado lejos en la búsqueda de la verdad.

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