Los 5 mejores libros de la Historia

No tienen por qué ser los libros más vendidos, ni tan siquiera los más populares. Tampoco hay que empeñarse en extraer calidad narrativa a la Biblia o al Corán, la Torá o el Talmud por mucho que su alcance espiritual llene a unos tipos de creyentes u otros…

Para mí se trata de señalar los libros que marcan épocas, que trascienden a su tiempo y pueden encontrar nuevas lecturas en personas (o hasta en extraterrestres si algún día conseguimos dejar legado escrito de nuestra civilización) de muy diferentes momentos. Solo así se puede abordar la pretenciosa tarea de seleccionar las mejores novelas de la Historia.

Sí, he dicho novelas porque se va a tratar de ficción como primera criba y así nos quitamos de en medio a filósofos, pensadores, revolucionarios y demás cronistas del devenir de la Humanidad. Nos quedamos con las novelas o los relatos, con el reflejo de nuestra existencia, desde tramas que subliman lo humano en las eternas luchas entre el bien y el mal, con el acercamiento a unos personajes diseccionados en todos sus dimensiones físicas, psicológicas y emocionales. La ficción es la LITERATURA con mayúsculas.

Top 5 novelas recomendadas de la Historia de la literatura

El Conde de Montecristo

La tragicomedia de la vida como una aventura. Resiliencia con un punto romántico, tintes de remota novela negra en torno a lo más avieso de la condición humana. Una historia vanguardista de fondo en su momento pero que respetaba el enfoque más clásico de inicio, nudo y desenlace. Solo que el nudo es una arquitectura precisa de más nudos desarrollados en cadena. Cada cual de brillantísima factura para componer finalmente un entramado de red fascinante.

Naufragios, mazmorras, fugas, ejecuciones, asesinatos, traiciones, envenenamientos, suplantaciones de personalidad, un niño enterrado vivo, una joven resucitada, catacumbas, contrabandistas, bandoleros… todo para crear una atmósfera irreal, extraordinaria, fantástica, a la medida del superhombre que se mueve en ella. Y todo ello arropado en una novela de costumbres, digna de medirse con las contemporáneas de Balzac.

Pero, además, toda la obra gira en torno a una idea moral: el mal debe ser castigado. El conde, desde esa altura que le da la sabiduría, la riqueza y el manejo de los hilos de la trama, se erige en «la mano de Dios» para repartir premios y castigos y vengar su juventud y su amor destrozados. A veces, cuando hace milagros para salvar al justo de la muerte, el lector se sobrecoge de emoción. Otras, cuando asesta los implacables hachazos de la venganza, nos sentimos estremecidos.

El Conde de Montecristo

El quijote

Exuberancia en forma y fondo, ironía, erudición en tono popular (equilibrio casi imposible para narrador alguno que no sea Cervantes). Las aventuras y desventuras de Don Quijote desbordan por todos los flancos en imaginación. Pero a todo lector avispado le da pronto en la nariz que más allá de la aventura de Don Quijote y Sancho Panza hay mucho de parábola, de enseñanza y moraleja. Un loco como Él es capaz de demostrar a cada nuevo capítulo que la lucidez es más patrimonio de quien contempla el mundo a caballo de su misma estridencia.

Don Quijote es el nombre elegido por Alonso Quijano para sus aventuras como caballero andante en la obra de ficción El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha, obra del escritor español Miguel de Cervantes.

Delgado, alto y recio, Alonso Quijano era muy aficionado a las novelas de caballerías, tanto que comenzó a sufrir alucinaciones y a creerse él mismo un caballero andante de nombre Don Quijote. En sus aventuras en busca de su dama imaginaria, Dulcinea del Toboso, fue acompañado por Sancho Panza, un hombre de campo realista y trabajador, como escudero.

Don Quijote pone en peligro su vida varias veces y combina locura con momentos de gran lucidez, además de mostrar una tremenda ingenuidad que muchos de los personajes del libro —los, en teoría, cuerdos— tratan de aprovechar.

Las aventuras de Don Quijote acaban cuando es derrotado por el bachiller Carrasco disfrazado de caballero. Obligado a volver a su casa y abandonar la vida caballeresca, Don Quijote recobra la cordura pero muere enfermo de melancolía.

Don Quijote de la Mancha

El perfume

Patrick Süskind se salió con esta novela. El azar quiso que este escritor alemán se encontrara con una de las novelas más singulares, apasionantes y fascinantes de la historia de la literatura. El personaje de Grenouille alcanza similar intensidad que Don Quijote desde su excentricidad. Porque Grenouille malvive con su condena como traída de los viejos castigos de los dioses griegos. Nadie puede olerlo porque no tiene aroma.

Todos lo repudian por su inquietante presencia que emula a la nada, al vacío… Y, sin embargo, el olfato de Grenouille es capaz de todo, de sintetizar ese aroma que nos evoca a la vida, al amor, a la muerte, hasta sus últimas consecuencias.

Desde la miseria en que nace, abandonado al cuidado de unos monjes, Jean-Baptiste Grenouille lucha contra su condición y escala posiciones sociales convirtiéndose en un afamado perfumista. Crea perfumes capaces de hacerle pasar inadvertido o inspirar simpatía, amor, compasión… Para obtener estas fórmulas magistrales debe asesinar a jóvenes muchachas vírgenes, obtener sus fluidos corporales y licuar sus olores íntimos. Su arte se convierte en una suprema e inquietante prestidigitación. Patrick Süskind, convertido en maestro del naturalismo irónico, nos transmite una visión ácida y desengañada del hombre en un libro repleto de sabiduría olfativa, imaginación y enorme amenidad. Su persuasión iguala la de su personaje y nos propone una inmersión literaria en el arco iris natural de los olores y en los turbadores abismos del espíritu humano.

El perfume

un mundo feliz

La distopía como argumento es en literatura lo más parecido a una proyección de la crítica social que solo la ficción puede abordar para ponernos a todos en alerta. Desde que nuestro mundo se ha conformado en sociedades fuertemente institucionalizadas, tras la Revolución Industrial, el soterrado mecanismo de la alienación se ha ido ajustando precisamente en torno al desarrollo de la democracia como valor máximo. Si ya de por sí la democracia es el menos malo de los sistemas sociales, cuando las inquietantes nubes negras de lo distópico asoman, la cosa se pone fea y la parte de «demos» de la palabra se desvirtúa completamente.

Más allá de la Utopía de Tomás Moró de donde surge esta idea antagónica posterior, Huxley fue el primero que se asomó a los posibles, a la deriva más factible si el poder se empeñara en someter de la forma más ladina, inapreciable por momentos. El resultado es una novela siempre necesaria precursora del 1984 de Orwell o de Rebelión en la Granja del mismo autor.

Lo de ser pionero marca. Y con todo el campo expedito para Huxley, su mundo feliz es la novela de novelas distópicas, una obra imprescindible por su ritmo por supuesto pero también por el trasfondo comentado.

Un mundo feliz

Guerra y paz

Cierto, una obra gruesa donde las haya. Pero de eso se trata ¿no? Cuando leemos una buena novela una parte de nosotros desea que nunca acabe, o eso sentimos cuando giramos la última página. Y cuando esto ocurre, cuando la obra se prolonga noche tras noche de lectura, con un disfrute intelectual casi orgásmico (no sé si esto último es una contradicción completa), nos quejamos de lo larga que es…

Claro está que lo de los cientos y cientos de páginas parece más grave cuando no se ha empezado a leer todavía. Una vez puestos la trama consigue que vivamos en esa épica que lo aborda todo desde lo histórico hasta lo existencial. Quizás lo de haber sido perfilada en sus inicios como una obra por entregas le confiere su identidad única de obra diversa, de mosaico impredecible y mágico que tan pronto nos hace profundizar en el detalle como de repente nos saca de plano para que divisemos todo lo que de holístico supone conforme tomamos más y más perspectiva sobre hechos históricos y personajes.

Publicada por entregas en la revista El Mensajero Ruso entre 1865 y 1867 y en forma de libro en 1869, Guerra y paz no dejó de causar desconcierto en su tiempo y luego, hasta nuestros días, apasionados intentos de definición. Los principales personajes componen un cuadro representativo de la aristocracia rusa de principios del siglo XIX. Tolstói une sus avatares en la época de las guerras napoleónicas a los de las figuras históricas y a los de la gente común, abarcando lo épico y lo doméstico, lo público y lo íntimo, a menudo desde perspectivas inesperadas: no solo la de un alto mando contrapuesta a la de un ordenanza, sino hasta la de una niña de seis años… o la de un caballo.

Guerra y paz
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2 comentarios en «Los 5 mejores libros de la Historia»

  1. 1. Rojo y Negro de Stendhal
    2. Crimen y castigo de Dostoievski
    3. Pantaleon y las visitadoras de Vargas Llosa
    4. Eugenie Grandet de Balzac
    5. Pigmalion de Bernard Shaw

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