En Justo Navarro disfrutamos de un veterano de las letras españolas que no por ello se entrega a género concreto alguno. Porque el que antepone lo genuino, ya sea vanguardia formal o introspección de fondo, acaba escribiendo cuando la necesidad más auténtica de ponerte a escribir puja con ese no sé qué de impredecible.
El género negro se le queda corto a Justo Navarro. Porque sus personajes van más allá del caso de turno y acaban acusando al entramado social en sí por sus grotescas e inagotables deformidades a imagen y semejanza del hombre; o a la existencia en sí como motor de todas las culpas del mundo. Su Comisario Polo es algo más que un investigador, es un hombre enfrentado a la violencia como sustento, como ese fundamento atávico de lo humano en sociedad.
Pero también hay poesía, a la que ciertamente no me he acercado y una sorprendente vis surrealista o al menos de estructura casi cubista para presentarnos otro tipo de historias que se desestructuran para aportar nuevos focos a descubrir en perspectiva. Una especie de don que pocos autores saben manejar y que tampoco suele ser para mayorías lectoras. Pero sin duda obras como El alma del controlador aéreo son dignas de lectura y re-lectura con intrincada curiosidad.
Top 3 novelas recomendadas de Justo Navarro
Accidentes íntimos
Hay palabras que nunca convivirían juntas de no ser por lo precisamente accidentado del imaginario del escritor. Títulos que a bote pronto podrían ir desde «Avisos de derrota» hasta «La hoguera de las vanidades» pasando por «La conjura de los necios» o este «Accidentes íntimos». La cuestión es hacer de palabras completamente desconocidas en un discurso normal, estrechas colaboradoras hacia la sorpresa. En este caso como antesala al más hondo extrañamiento de lo que se nos viene a contar.
Una mujer intenta suicidarse en la habitación de un hotel y su acto pone al descubierto la inquietante naturaleza de sus relaciones con quienes la rodean, el artificio de la amistad, la dificultad de establecer lazos sólidos con los otros y de encontrar sentido a una existencia cuyos intersticios corroen las certezas cotidianas.
Accidentes íntimos es la crónica de un extrañamiento: cuando la amiga de la suicida fracasada se enfrenta a los hechos, las cosas sufren una pérdida de significado y al mismo tiempo comienza a producirse un misterioso proceso de fascinación por la enigmática personalidad de la suicida. Las piezas de la realidad, como las de un puzzle deshecho, pierden contacto entre sí, se desordenan. El presente se convierte en resonancia distorsionada de un pasado ineludible, los objetos familiares pueblan un territorio de exilio donde nadie llega a conocerse porque nadie es quien parece ser. Al final, la búsqueda del equilibrio perdido tal vez exija la infidelidad y la mentira para recomponer una precaria estabilidad…
Accidentes íntimos constituye un lúcido ejercicio de percepción, visión minuciosa de un mundo habitual que a partir de un hecho concreto se distancia de las coordenadas de la costumbre y se vuelve opaco, ajeno, irónico y, sin embargo, omnipresente con la intensidad de una realidad no domesticada.
Petit Paris
El noir de Justo Navarro es de un revisionismo histórico en pos de la más libre interpretación de una historia del siglo XX cargada de espacios umbríos al cobijo de guerras frías, espionajes gélidos horizontes y siniestras sombras que nunca se terminan de ir entre nacionalismos, ambiciones y demás excusas del poder.
París, marzo de 1943: Alemania e Italia están perdiendo la guerra. Después de la invasión angloamericana del norte de África y la rendición en Stalingrado del mariscal de campo Paulus, se respira la hecatombe militar nazi-fascista, el inminente desembarco de los aliados en Europa. Veinte años antes de resolver los crímenes sobre los que giraba Gran Granada, el comisario Polo se encuentra por accidente en París, temeroso de no poder acabar nunca un viaje que solo iba a durar unos días. En tiempos de guerra no es raro que lo previsto como una excursión de setenta y dos horas se dilate meses, años o décadas, o se convierta en el exilio eterno.
Y Polo se mueve en un pequeño París, Petit Paris, de gente peligrosa: abogados y periodistas que ejercen labores policiales en los servicios consulares de España, colaboradores de la Gestapo a la caza de republicanos españoles en fuga. Entre el personal de la escuadra española se han sucedido en menos de un mes tres muertes violentas, y en el centro aparece el posible suicidio del bello Matthias Bohle, un seductor de vida enigmática que con otro nombre había conquistado la Granada de 1940, incluyendo al irreductible comisario Polo, y que recaló en París tras robar cuatro kilos de oro a un industrial que quizá le encargó sacarlos clandestinamente de España.
Pronto Polo empezará a investigar su muerte, ayudado por colaboradores tan poco seguros como lo es todo en la ciudad: el abogado Palma, casi un doble de Polo rejuvenecido cuarenta años y con carnet de la Gestapo, que ha descubierto la fuente de la juventud en una mezcla de gin, Dubonnet y anfetaminas; Alodia Dolz, heroína de la Cruzada nacional, agente de la Quinta Columna, que sobrevivió a tres años de temerarias actividades clandestinas en la Madrid roja: «Si entonces no la habían matado, ya no la matarían nunca.» El Petit Paris de Polo es negro puro, una ciudad de inquietante ambigüedad moral donde todos mienten y manipulan como único modo de sobrevivir. Una narración deslumbrante y magnética –con homenajes a Simenon, Leo Malet y Modiano– que juega con los resortes de géneros como el policiaco y el de espías para llevarlos más allá.
Gran Granada
La cronología del comisario Polo se nos narra en sentido contrario al tiempo natural. Porque muchas veces es mejor descubrir al personaje ya cargado con todo su bagaje que desconcierta en comportamientos y actitud frente a los sucesos. Más aún en el caso de un investigador como Polo. Luego ya irán llegando nuevas obras con los motivos para el particular modus operandi…
1963: un abogado amanece muerto en un hotel, en la gran Granada gris del año de la inundación, y los suicidas le irán arrebatando a la policía el monopolio de la muerte violenta. Si la realidad fuera menos real que cinematográfica, se hablaría del caso de los solteros suicidas. ¿Cómo lo ve desde sus gafas de trece dioptrías el viejo comisario Polo, ingeniero de telecomunicaciones, visionario de la vigilancia, profeta del espionaje televisual y telefónico? Hombre de bien, saluda la futura transformación del Estado Policía en Sociedad Policía.
Queriendo saberlo todo, sabe que a partir de cierto límite es mejor creer que averiguar, e indaga en unas muertes que de ningún modo pueden ser asesinatos: el jefe del Estado y su carrusel de jerarcas están a punto de desembarcar en la provincia inundada. Hay dos mujeres. Hay dos amigos íntimos, pertenecientes a lo que el más ocurrente de los dos llama el círculo homosexual: el mundo de un solo sexo, exclusivamente masculino y patriarcal, de quienes dirigen la ciudad críptica. Son los años felices de la angloamericanización electrónica y la conquista soviético-americana del espacio, el pinball y el jukebox, el origen del futuro, y los garantes de la Ley no dudan en utilizar el crimen para salvaguardar el orden.