Los 3 mejores libros de Juan Soto Ivars

En el caso de Juan Soto Ivars nunca se sabe si se trata del escritor llegado al periodismo o si por el contrario realizó el camino inverso para llegar a la escritura desde el periodismo. Lo digo porque en otros casos es evidente que periodistas populares se acercan a la literatura como actividad colateral, por aquello de que ambas especialidades narran sucesos ciertos o inventados.

Nada que ver con lanzar críticas gratuitas a escritores y escritoras llegados de la televisión con su bibliografía ya de peso como Carme Chaparro o Risto Mejide. Pero si es cierto que en todo salto de los mass media a la literatura despierta reticencias que solo se pueden apaciguar con la lectura de turno.

Ciñéndonos a Juan Soto Ivars no cabe duda al respecto porque sus desempeños avanzan en paralelo. El escritor curtido en prensa y el periodista valorado como literato desde su tarea periodística. Una espiral alimentada finalmente por buenas obras a uno y otro lado del umbral entre realidad y ficción.

Top 3 libros recomendados Juan Soto Ivars

Crímenes del futuro

Pocas veces se ha escrito sobre el futuro como un idílico porvenir en el que el regreso al paraíso o a la tierra prometida se anticipe con un aroma a triunfal desfile final de nuestra civilización. Más bien todo lo contrario, la condena a vagar por este valle de lágrimas ha fructificado siempre en distopías o ucronías fatalistas en las que la esperanza en nuestra especie es, en reduccionistas términos matemáticos, igual a 0. En esa línea se mueve también esta nueva novela del joven, aunque ya consolidado escritor, Juan Soto Ivars.

Crímenes del futuro, con esa reminiscencia en el título a Philip K. Dick, nos habla del mundo a punto de su apocalíptica implosión. Uno de los aspectos más interesante es la reconocible asociación con el devenir actual del mundo globalizado (sobre todo en lo que a mercados se refiere) e hiperconectado. Elucubrar sobre el futuro desde la base de nuestro presente facilita esa intención de ahondar en los grandes problemas y desafíos que se nos aproximan.

Pero toda historia a un tiempo diferido siempre puede aportar nuevas ideas a medio camino entre la ciencia ficción, la filosofía, la política y lo social. Al menos ese aspecto interrelacionado es el que más me suele gustar de este tipo de tramas. En el futuro que se nos relata en esta historia, el liberalismo nacido en el siglo XVIII ha encontrado ya su plenitud. Tan solo el Ente «gobierna» y marca las pautas de un mundo entregado a las multinacionales amparadas en todas sus actuaciones bajo el paraguas de ese Ente.

El panorama no pinta muy halagüeño. Un nuevo mundo colmado de eslóganes que componen la postverdad entre la miseria económica, social, política y hasta moral. Solo que la postverdad ya no tiene cabida a a luz de la ruinosa existencia. La esperanza, hasta donde pueda llegar a recuperarse, se mantiene bajo mínimos en algunos personajes de la novela. Como las tres mujeres que capitalizan el necesario papel rebelde desde las cenizas de la humanidad vencida por su propio monstruo.

La casa del ahorcado

Los ofendidos son ya batallón y ejercen de siniestro ostracón donde pretenden marcar a todo aquel que sobrepasa sus líneas rojas. La moral es hoy un extraño patrimonio desmenuzado en cantidad de conciencias incapaces, sin embargo, de las síntesis finales que pudieran dar servicio eficiente para la sociedad.

Los proyectos comunes que han sostenido las sociedades democráticas occidentales parecen rotos. Ni siquiera una pandemia global logra hacernos comprender que los grandes retos requieren respuestas colectivas. Sometidos a las reglas del identitarismo, una polarización extrema ha dado lugar al narcisismo tribal y al ensimismamiento autorreferencial. Colectivos erotizados por su propia identidad y hostiles al resto, victimistas profesionales y nacionalistas excluyentes dominan un panorama donde parece justificable eliminar los derechos de las personas en pos de una causa mayor.

La casa del ahorcado es un demoledor y controvertido ensayo que observa los efectos de la cultura del sentimentalismo en la libertad de expresión y analiza algunas de las manifestaciones más alarmantes de nuestro retroceso hacia la tribu. Con mirada antropológica, pero sin intención académica, Soto Ivars nos ofrece un recorrido por diversos casos contemporáneos de retorno al tabú, el horror sacro, el chivo expiatorio, la herejía y el castigo ritual, y propone la restauración del concepto de ciudadanía como única salida a la guerra civil de las identidades.

La casa del ahorcado

Arden las redes

Las redes sociales son hoy la pena de exhibición en la picota. Nadie se salva de los trending topic, esos top en los que más vale no aparecer para no estar siendo devorado por la plebe cuando no muerto…

El clima de irritación constante y masiva en las redes sociales ha generado un nuevo tipo de censura que aplica sus prohibiciones de manera orgánica, imprevisible y caótica. Los usuarios participamos de todas las polémicas empujados por la sed del reconocimiento, mareados por la sobreinformación y confundidos por el relativismo de la verdad, mientas que determinadas voces desaparecen por miedo a la humillación.

Las redes sociales nos han llevado a un nuevo mundo en el que vivimos cercados por las opiniones ajenas. Lo que parecía la conquista total de la libertad de expresión ha hecho que una parte de la ciudadanía se revuelva, incómoda. Grupos de presión organizados en las redes -católicos, feministas, activistas de izquierdas y derechas- han empezado a perseguir lo que consideran «excesos» intolerables mediante el linchamiento digital, las peticiones de boicot y las recogidas de firmas. La justicia se ha democratizado y la silenciosa mayoría ha encontrado una voz despiadada que hace de la deshonra una nueva forma de control social, donde la libertad de expresión no necesita leyes, funcionarios ni estado represor.

A través de casos reales de linchamiento como los de Justine Sacco, Guillermo Zapata o Jorge Cremades, este libro, a la vez honesto y perturbador , disecciona el clima censor de nuestro tiempo, mostrándonos la realidad en la que vivimos enfrascados y el terrorífico papel que desempeñamos todos.

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