Imaginemos a un Pérez Reverte que no hubiera aparcado su vena cronística de reportero y hubiera abundado en nuevos libros del corte de Territorio Comanche… Eso fue exactamente lo que sí hizo el polaco Ryszard Kapuscinski.
Y gracias a esa entrega hacia el relato más próximo a diferentes realidades de lo más comprometido de aquí y de allá, desde Europa hasta África o América, podemos disfrutar de un impagable compendio de historias del siglo XX. Narraciones que complementan (si no superan) el relato oficial y la crónica de corte más oficialista siempre escrita por la misma pluma interesada…
Porque Kapuscinski buceaba en la realidad entre lo intrahistórico y las inquietudes de su alma viajera. Colmándolo todo con el don del retrato y la capacidad para la literatura hecha vida. Actualmente su obra cobra otra dimensión porque ya no acerca a realidades presentes sino que sirve a la causa del entendimiento del pasado desde el punto más necesariamente humano. Porque ese supuesto entendimiento de lo pretérito necesita de impresiones certeras como las que nos trasladó Kapuscinski.
Top 3 libros recomendados de Ryszard Kapuscinski
Viajes con Heródoto
No podía abordar su particular narrativa sin dar a conocer las impresiones necesarias de su país. Desde la mayor pretenciosidad en la cita del gran historiador griego, Kapuscinski acaba por transformarse más bien en el Cicerone de la rabiosa humanidad de una Polonia que no dejaba de sacudirse conflictos y tensiones en la gelidez bélica de aquellos días relatados por el autor.
En la década de los cincuenta, mientras recorre la Polonia profunda «con más pena que gloria, de aldea en aldea, de villorrio en villorrio, en un carro de adrales o en un autobús desvencijado», un Kapuściński aprendiz de reportero vive obsesionado con cruzar la frontera. Fracasa en su aspiración de viajar a la vecina Checoslovaquia, pero, a cambio, la redacción del diario en el que trabaja lo envía a la India.
El flamante corresponsal parte con un libro, la Historia de Heródoto, que, compañero inseparable desde entonces, resultará decisivo para la formación profesional y personal del futuro autor de El Emperador, El Sha, El Imperio, Ébano o Un día más con vida. Escrito desde la perspectiva del medio siglo, Viajes con Heródoto se revela como un libro de difícil (por no decir imposible) clasificación. ¿Es un reportaje? A ratos. ¿Un estudio etnográfico-antropológico? En parte sí. ¿Un libro de viajes? También lo es. ¿Un homenaje al Heródoto protorreportero y a la calidad de su prosa? Desde luego. ¿Una reivindicación del «primer globalista», descubridor de algo tan fundamental como que los mundos son muchos «y que cada uno es único. E importante. Y que hay que conocerlos porque sus respectivas culturas no son sino espejos en los que vemos reflejada la nuestra»? Sin duda alguna.
Y todo esto, plasmado en magníficas historias no ficticias, trágicas y divertidas, en las que los soldados de Salamina conviven con un niño sin zapatos en la Varsovia de 1942, los defensores de las Termópilas de Leónidas con los pescadores del Bodrum-Halicarnaso del año 2003, Jerjes con Dostoievski, Creso con Louis Armstrong, etcétera. Y, sobre todo, el maestro Heródoto con su discípulo Kapuściński.
El Imperio
A punto de que lo soviet pasará a ser un vestigio extraño del mundo actual (recuperaciones actuales aparte), el autor se propuso pasear entre las ascuas aún vivas. Un deje de melancolía entre añoranzas de sus partidiarios y anhelantes de su extinción. Los habitantes de aquellos lugares donde el comunismo extendió su manto testificaron de la manera más insospechada.
Ryszard Kapuscinski realizó entre 1989 y 1991 un largo viaje por los vastos territorios de la Unión Soviética. En esos años decisivos, cuando el imperio presentaba ya síntomas de derrumbe, este implacable cronista de su siglo visitó quince repúblicas y habló con cientos de ciudadanos acerca de las extraordinarias experiencias que les había tocado en suerte vivir, y el terror del cual estaban saliendo.
Este libro (donde también se relatan las primeras incursiones de Kapuscinski en la Unión Soviética, entre los años 1939 y 1967) es el producto de una carrera para atrapar las memorias de los anónimos protagonistas de la Historia antes de que los terribles y pasmosos acontecimientos de esos años entren para siempre en el pasado. Kapus¿cin¿ski nos cuenta el derrumbe de este imperio con el íntimo conocimiento que le otorga ser un ciudadano polaco cuyo propio país fue una de las colonias periféricas de dicho imperio.
Ébano
El África que el autor nos da a conocer es la de los pequeños poblados y los lugares donde el Continente se siente y se padece con su noción de tercer mundo apestando a intereses, revoluciones imposibles y desatención completa del resto del mundo.
A Kapuściński se le ha llamado a menudo el mejor reportero del siglo XX. En su opinión, el auténtico periodismo es el intencional, el que aspira a producir algún cambio en el mundo, y en sus escritos se refleja ese anhelo.
En Ébano, Kapuściński se sumerge en el continente africano, rehuyendo las paradas obligadas, los estereotipos y los lugares comunes. Vive en las casas de los arrabales más pobres, plagadas de cucarachas y aplastadas por el calor; enferma de malaria cerebral; corre peligro de muerte a manos de un guerrillero; tiene miedo y se desespera.
Pero no pierde la mirada lúcida y penetrante del reportero y no renuncia a la fabulación del gran narrador; hable de Amin Dada o de la tragedia de Ruanda, de una jornada en un pueblo o de la ciudad de Lalibela, párrafo tras párrafo las páginas de Ébano componen el vívido mosaico de un mundo cargado de inquietud. Un libro extraordinario, galardonado con el Premio Viareggio, y que confirmaba una vez más que los escritos de su autor se sitúan «justo entre Kafka y García Márquez», en palabras de Lawrence Weschler.