Los 3 mejores libros de Alfredo Gómez Cerdá

La literatura juvenil tiene en Alfredo Gómez Cerdá a su autor por excelencia en España. Miles y miles de páginas de una narrativa para jóvenes lectores que apabullan en su prolífica generación. Una capacidad creativa a la altura de Stephen King, solo que volcado en una obra para que los chicos y chicas descubran en los libros esa empatía fundamental que solo leyendo se consigue.

Recientemente, leí en alguna entrevista suya algo así como que las nuevas generaciones de chavales lo asustaban. No recuerdo bien el contexto, pero ciertamente impresiona que un tipo con la capacidad para mimetizarse con los más jóvenes como es Alfredo Gómez Cerdá apunte a una nueva distancia que se va abriendo con la juventud como un abismo insondable de incertidumbres…

Pero por eso son más necesarias que nunca las novelas de Alfredo Gómez Cerdá. Porque en sus tramas se equilibran lo que los nuevos chicos descubren, de manera quizás desajustada o precipitada en nuestro mundo ultra conectado y con toda la información disponible, con las pautas clásicas para ir asumiendo la información de manera más empática, más apropiada al proceso madurativo.

Y no es que Alfredo Gómez Cerdá nos ofrezca una literatura naif, nada que ver. Porque este autor afronta cada nuevo paradigma al que se enfrentan los chicos y construye en torno a ello nuevas historias en busca de esa «adecuación», con su habitual capacidad de servir de entretenimiento y de soterrada moraleja.

Top 3 novelas recomendadas de Alfredo Gómez Cerdá

El rostro de la sombra

Cierto es que todos hubiéramos sucumbido a las redes sociales en nuestra época de juventud. De hecho, en bastantes ocasiones recordamos aquello de… «Menos mal que no teníamos móviles y redes». Quizás incluso los chavales de ahora sean más cautos a la hora de subir videos o fotos a según que sitios o de compartirlas con según quien, porque las tareas de concienciación surten efectos.

Pero siempre hay quien se ubica al margen de pautas y normas. No tiene por qué tratarse de ovejas descarriadas, sino de chicos y chicas inteligentes con un punto de rebeldía. La cuestión es que los líos y hasta los grandes problemas pueden asomarse a decisiones inmaduras que «solo» buscaban una vanagloria de adolescencia.

El rostro de la sombra es una novela trepidante en la que tres chicos deciden obtener notoriedad y difusión en la red a través de una grabación hecha con su propio móvil. Sin embargo, las consecuencias de su acción son imprevisibles. Todo se complica y Adrián debe buscar una salida; a pesar de su novia, a pesar de sus amigos y, quizá, a pesar de su propia familia.

Pupila de águila

Hay aspectos escabrosos y angulosos de la vida que, no obstante, también los jóvenes afrontan en el momento más inesperado con la hondura menos imaginada. La muerte parece algo ignoto para la juventud, pero en ocasiones también magnetiza a quien no le corresponde o le acecha a quien menos debiera…

Martina es una joven que, nacida en una zona geográfica montañosa, vive en Madrid por exigencias de su formación académica. Un día, la muchacha se ve sometida a una leve intervención quirúrgica. En el hospital en que la intervienen conoce a Igor, un joven de su misma edad, lleno de problemas. El muchacho intenta resolverlos por medio del absurdo: el suicidio.

La visión de Igor en un estado aparentemente comatoso produce en Martina una terrible impresión. Y es que, además del hecho en sí, esto le recuerda una tragedia sufrida en carne propia: la muerte de su hermano Toni, a quien adoraba, en un misterioso accidente ocurrido en Madrid.

Eskoria

Ser el bicho raro tiene sus ventajas. Las rara avis pueden acabar siendo los ingeniosos hombres y mujeres de una sociedad anhelante de nuevos faros en todo ámbito. Y precisamente son ellos, los ahora llamados frikis, quienes concentran una visión nueva del mundo, una capacidad para modificar inercias absurdas de nuestro mundo. Solo que el precio es demasiado caro en ocasiones durante las primeras edades.

En las paredes de su cuarto no hay fotos de futbolistas. En su equipo de música no suenan cantantes clónicos ni ritmos prefabricados. En sus estanterías no se acumulan medallas deportivas. En su armario no guarda ropa de marca, confeccionada siguiendo la última moda. En clase escucha y toma apuntes… ¿Es motivo suficiente para llamarle «Eskoria»?

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