Para los profanos y superficiales se habla del que fuera introductor del sexo tántrico en España. Para los entendidos se trataba de un brillante escritor y un comunicador libre y polémico (lo uno y lo otro se unen dada la piel fina que gastamos). Para todos, indistintamente: Fernando Sánchez Dragó.
Más allá de su imagen pública y su gusto por llevar la contraria a todo aquel que alardeara de sus opiniones supremacistas, se encontraba un escritor que acaparó numerosos reconocimientos literarios desde los años 70.
La de Sánchez Drago, al menos en cuanto a narrativa de ficción respecta, fue una obra especulativa, existencial, experimental incluso. Desde la realidad más simplista el autor nos lanzaba a las grandes suposiciones, al existencialismo con tintes de revancha. Mortales sí, pero no por ello privados del paraíso tangible de las emociones, de las impresiones, de las vivencias.
En paralelo a una vida entregada a las contradicciones más hondas y a los viajes, siempre sacó provecho de la lucidez de cada momento para componer ese mosaico vital que siempre fue para él la literatura.
El amor, el deseo, el sexo, la política, la historia, las creencias, el desarraigo, la muerte. Puede sonar grandilocuente citar esos conceptos como fuentes temáticas de Sánchez Dragó, pero lo cierto es que hay un poco de cada en cada novela de este autor entregado a la causa de manifestar su visión del mundo, tan convencido en cada momento como entregado a la sabia superación de las contradicciones de cada momento.
Top 3 novelas recomendadas de Sánchez Drago
La prueba del laberinto
Después de J.J. Benitez, que narró con profusión un encuentro del mundo actual con los tiempos de Cristo en su serie de Caballo de Troya, ningún otro autor había propuesto un viaje de similar trascendencia.
En el caso de La prueba del laberinto no se trata de una investigación científica estadounidense, sino más bien del viaje espiritual, psicotrópico y onírico de Dionisio (por otro lado Dios del vino y del éxtasis…) en busca de Jesús de Galilea. Para muchos lectores se trata de una novela pretenciosa, pedante y grandilocuente.
Hasta en alguna ocasión quise entender del propio autor que su premio Planeta era un reconocimiento a la vacuidad. Y, sin embargo, a mí me pareció una estupenda novela para disfrutar a pequeños sorbos.
Leer una novela no tiene por qué ser un ejercicio meticulosamente cronológico (incluyendo posibles flash back o escenas retrospectivas) ni un armado de argumentos consecuentes ramificados o troncales. Lo que Dionisio va descubriendo en su particular odisea.
Se trata de una novela que solo respeta el marco de pensamientos superpuestos en base a una idea, una especie de escritura automática que seguramente pasó después por un proceso de depuración o reescritura. Porque la novela al final lo aborda todo con espíritu quijotesco, afrontando situaciones sobre el amor, el deseo, el misterio, la política, la religión, el sexo. Si te apetece darte un viaje literario en el sentido más heterodoxo, no dejes de leer esta novela.
El camino del corazón
En ocasiones parece como si Sánchez Dragó viviera reencarnado por el espíritu de los años 60, no de esa década en España, sino en algún otro país en el que lo hippie, lo espiritual y lo oriental parecían componer una sinfonía de eterna modernidad, de resolución final de la civilización hacia la paz.
De nuevo se nos presenta a un personaje llamado Dionisio, indudablemente ya como trasunto literario del propio autor. Corre el año 1969 y el tipo decide dejar a su mujer embarazada para recorrer la parte oriental del mundo y regresar con algo más de luz respecto al especial momento que le toca vivir.
Cristina, la mujer embarazada, escribe una novela en su ausencia y Dionisio le escribe cartas de su paso por países como Vietnam, Nepal, Indonesia o Pakistán. El momento para el viaje del personaje es a todas luces inoportuno, pero creo que se trata más de un elemento chirriante que nos mantiene atados a la lectura (será tan patán el tipo para abandonar a la mujer que espera al hijo de ambos).
Y así acompañamos a Dionisio en un inquietante viaje en el que por momentos nos apetece darle una patada en el culo al personaje y se deje de emociones al otro lado del mundo. Pero el final es el gran redentor de la inoportuna odisea…
Muertes paralelas
Sánchez Drago se pone serio para narrar un episodio nacional que le toca en gran parte como vivencia particular de su padre y punto de partida de gran parte del pasado que compone cada una de sus células.
Cuando en julio del 36 se anunciaba la sublevación de Franco en el norte de África, Fernando Sánchez Monreal, director de la agencia de periodismo Febus, salió disparado hacia el sur de España en busca de información de primera mano.
Su periplo acabó algunos meses después en Valladolid, donde le dieron el más dramático de los paseos. Y allí quedaron la madre del autor y su hermana, abandonados a su suerte en medio del levantamiento y la guerra.
Basada en averiguaciones del propio autor y tamizada con un punto de ficción, esta novela autobiográfica da buena muestra de la supervivencia en tiempos duros y del ingenio forzado por las circunstancias en un reflejo trágico de la España sumida en la guerra civil.