En tiempos de la Segunda Guerra Mundial, la identidad de aquellos que eran primero odiados, después repudiados y finalmente buscados acababa tambaleándose entre sensaciones de culpa e incomprensión. Ciudadanos europeos de cualquier país se debatían entre la pertenencia a un origen desdichado como era el pueblo judío, y la consciencia de su pertenencia a su nuevo espacio, a dónde pertenecen sus hijos. Pero para los crueles ideólogos de aquella guerra uno solo era su apellido, sin ningún condicionante más.
El caso de los Boltanski con su curioso árbol genealógico plagado de artistas y creadores ofrece una singular retrospectiva con epicentro en esos duros años de guerra y persecución. El carácter y el temperamento de esta familia parece forjada de recia creatividad, templada desde la incertidumbre, el miedo y el pasado oscuro.
El tiempo que le toca vivir a cada cual acaba configurando el otro tiempo, el que te quede por vivir. Este libro Un lugar donde esconderse trata sobre ese tiempo vivido, sobre ese camino inescrutable para llegar a ser un adulto con la carga de una singular herencia a la espalda.
Hay muchas formas de vivir escondido, y probablemente los Boltanski las conozcan todas. Sobrevivir es un poco eso, esconderse de culpas y secretos, esconderse del origen de uno cuando los demás piensan que eso te ha marcado para peor.
Pero al final siempre llega un momento para la honestidad, incluso para la generosidad con todos aquellos que fustigaban por una simple condición humana. La escritura, la pintura, el cine o el pensamiento sociológico y hasta la música pueden ser el camino para salir del escondrijo y mostrarse al mundo, liberándolo todo.
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