Que resulta imperativo afrontar otra forma de habitar este planeta, no cabe duda. Nuestro paso por el mundo está marcado por hitos tan emblemáticos como insustanciales si observamos la equivalencia de nuestro tiempo con el cosmos.
Tan intrascendentes y tan capaces de cambiarlo todo. La Tierra nos sobrevivirá y seremos una especie única en el Universo empeñada en la autodestrucción. No nos hacen falta meteoritos ni épocas glaciales, con un poco de libre albedrío, nos queda el nuevo mundo cosa fina.
Somos muchos y mal avenidos. Un vecindario lleno de resquemores, encantados de echar la basura sobre los vecinos de abajo, incapaces de entender nada del significado de bien común…
Tenemos literatura a raudales sobre el desastre por venir. Ejemplos como «Huellas: En busca del mundo que dejaremos atrás» o «La forma en que vivimos» por citar un par de ellos. Pero ni aún poniendo negro sobre blanco somos capaces de considerar algo más allá de salvar nuestro culo o de hacer negocio hasta con el apocalipsis. Somos la civilización más patética al sur de la Vía Láctea… Nada que ver con ciencia ficción distópica. Es simplemente el mañana.
Sobre el tiempo y el agua es un ensayo narrativo profundo y convincente sobre la crisis medioambiental global y, a la vez, una íntima y desesperada súplica al mundo. Nació de una conversación con un científico puntero convencido de que son los escritores, y no los científicos, los más capacitados para hablar de uno de los asuntos más apremiantes para la humanidad.
Los argumentos que esgrime son, pues, indistintamente mitológicos o científicos, anecdóticos o estrictamente morales y filosóficos. El resultado es un rico entramado de relatos de viaje, historias familiares, momentos poéticos: un libro bellísimo, a la vez que urgente.
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